La conducta humana es tan compleja que la ciencia ha creado varias carreras para estudiarla en todas sus fases y desarrollo. Así es como tenemos sociólogos, psicólogos y psiquiatras, entre otros profesionales, los cuales dedican su labor a la investigación y elaboración de estructuras teórico-conceptuales con las cuales poder dar mejor y mayor interpretación a la fenomenología del comportamiento del hombre, en lo individual y en lo colectivo de la madeja social. Con tales referencias o resultados de los trabajos científicos podemos auxiliarnos para tratar de entender las acciones o hechos sociales, que vamos observando durante nuestro desarrollo existencial en los tiempos y espacios donde la vida nos lleva.
Por ejemplo la intolerancia “se define como la falta de la habilidad o la voluntad de tolerar algo. En un sentido social o político, es la ausencia de tolerancia de los puntos de vista de otras personas”; mientras que la ecuanimidad “es una poderosa energía de precisión, cordura, armonía y equilibrio. Es imparcialidad, respuesta proporcionada, medio justo, ánimo estable ente las vicisitudes o adversidades, mente firme e imperturbable ante el elogio o el insulto, la ganancia o la pérdida, lo agradable y lo desagradable.” Como puede notarse ambas son diametralmente opuestas, la primera fácil de encontrar entre la gente impaciente, necia e ignorante, generalmente incapacitada para asumir con sensatez las realidades adversas; la segunda más factible de encontrar en la gente con cordura y experiencia vivencial en medio de la resolución de conflictos. Traduciéndose la primera en un antivalor humano y la segunda en uno de los valores más respetables en la humanidad.
Ahora bien, en los tiempos de confrontaciones electorales suele expresarse la intolerancia en algunos grupos fanatizados, gente cargada de odio visceral, quienes se dedican a generar malestar, violencia o crear estados de crispación en el ánimo de los demás. Es allí cuando se requiere de la intervención de los ecuánimes para buscar mantener el equilibrio social y evitar que la violencia se aposente en forma masiva para dirimir las diferencias, pues de ser así, que se generalice la intolerancia, las consecuencias no suelen ser las mejores para ninguna nación; ya hemos visto casos donde la intolerancia alimentada por quienes desde otras latitudes tienen sus propios intereses, que no son los mismos de quienes son utilizados en su práctica, conllevan a guerras civiles que destruyen humana y materialmente a pueblos enteros… verbigracia la guerra irano-iraquí desde 1980 a 1988, o los más recientes casos de Egipto y Libia, así como la que se desarrolla actualmente destruyendo a Siria. En fin, con esos ejemplos y muchísimos otros más, constatamos que la Intolerancia no augura absolutamente nada bueno para la humanidad.
Quienes en Venezuela desde muy jóvenes hemos militado en las organizaciones político-partidistas de carácter Marxista – Leninistas, denominadas de Izquierda, conocemos muy bien los efectos de la intolerancia asociada al sectarismo, principalmente nosotros los Comunistas, que en este país hemos entregado esfuerzos y sacrificios luchando al lado de los trabajadores de la ciudad y del campo durante 82 años continuos de existencia como organización política; el pago recibido –por así decirlo- de esa contribución para la emancipación de la sociedad venezolana, ha sido la persecución, el presidio, la tortura y la muerte. Sin embargo, nuestra comprensión colectiva del hecho social, forjada en medio del fragor de la lucha de clases y el estudio permanente para caracterizar las realidades en forma científica, le ha permitido a nuestra agrupación superar el dolor de la tortura y trascender en las ideas más allá del exterminio de muchas individualidades de nuestro Partido, porque estamos plenamente convencidos que el socialismo sigue siendo la esperanza posible de los pueblos.
Esa lucha por las reivindicaciones sociales y el socialismo implica la búsqueda de la paz, la tolerancia y el bienestar general, en fin el acceso de todos a los bienes y servicios con niveles de conciencia superiores para emprender la construcción del progreso social y la emancipación plena de la sociedad. Siempre hemos entendido que nuestra tarea política no es fácil, por las características de nuestros planteamientos de la lucha de clases donde aspiramos que las grandes mayorías del pueblo se liberen del sojuzgamiento procedente de las minorías opresoras, quienes no van a ceder tranquilamente a entregar lo que han arrebatado al pueblo sometido durante largos años de la historia. Sin embargo, en toda esta ya larga historia hemos acumulado la experiencia de nuestros errores y aciertos, por lo tanto hoy tenemos suficiente moral política y ecuanimidad para pedirle tolerancia a todos los que se dejan embriagar por el odio y pretenden llevar a los venezolanos por el camino de la violencia. Si bien durante 14 años un 60 % de la sociedad se identifica con la Revolución Bolivariana, los otros integrantes del 40 % restante deben entender que en el ejercicio de la democracia bolivariana actual las elecciones han sustituido el campo de Batalla y los votos suplantan a los fusiles. Durante la llamada era del chavismo ninguna elección ha terminado en ríos de sangre, entonces la presente no debe ser la excepción, la oportunidad del próximo Domingo 14 de Abril debe cerrar las puertas a los que pretenden “talibanizar” nuestra convivencia pacífica en medio de las divergencias de las ideas. Uno de los elementos del legado de Hugo Chávez fue mantener la paz en medio de la política. Lo correcto es continuar esa senda pero para ello hay que contribuir desde ambos sectores a que así sea, pues a todos corresponde evitar que un pequeño grupo de enajenados, incapaces de convencer a las mayorías en el escenario democrático, se valgan de los intereses transnacionales para iniciar una escalada violenta en nuestro país buscando hacer lo mismo que en Libia y otras naciones árabes.
Aspiramos que la racionalidad se imponga y vayamos el Domingo a cerrar un Capítulo más del derecho al sufragio en medio de la paz y con la ecuanimidad acompañándonos venzamos a la intolerancia. Tenemos una gran nación que es heredad de los Libertadores, aquí podemos coexistir todas las corrientes políticas, religiosas o cualesquiera otras sean sus características. Como padre que soy de Cinco hijos, concluyo con una reflexión personal, a ver si mis colegas pueden reflejarse en ella: Estoy plenamente consciente que mis hijos han crecido en una realidad actual llena de oportunidades que Yo no tuve, sé que muchos niños del campo y sectores populares de la ciudad en muchas partes de mi país ahora pueden reír frente al mundo, esperanzados en una Revolución que abrió posibilidades para todos, aspiro que mis nietos también puedan en el futuro decir lo mismo, por ello seguiré mi lucha por el socialismo y mantendré elevada la bandera de la Paz.
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