Estados Unidos de la Vergüenza

Nota de Aporrea: Traducido por Melva Márquez
3 de septiembre de 2005
THE NEW YORK TIMES

Las estupideces ocurren.

Pero cuando combinas un gobierno limitado con un gobierno incompetente, entonces las estupideces son letales.

Los Estados Unidos se encuentran inmersos una vez más en un nido de serpientes producto de la anarquía, la muerte, el saqueo, la violación, las bandas indeseables, el sufrimiento de seres inocentes, las estructuras destruidas, una fuerza policial hecha polvo, un número insuficiente de tropas y la planificación de un gobierno criminalmente negligente. Pero esta vez esto ocurre en América.

Bush recondujo su carrito de presupuesto recortado hacia los diques; con todo ello, todavía no lo secó. Adiós, Adiós, vidas estadounidenses. "No creo que alguien haya previsto el rompimiento de los diques", dijo en una declaración a Diane Sawyer.

Con su camisa arremangada, Bush aterrizó finalmente en el Infierno ayer soltando su sonrisita de sus días de borracheras en la "gran ciudad" de N'Awlins. Se le veía claramente consternado. "Ustedes saben, voy a sobrevolar la zona en unos minutos", dijo en la pista aérea del aeropuerto internacional de Nueva Orleáns, y agregó "pero quiero que ustedes sepan que no voy a olvidar lo que he visto". Fuera de los lentes de las cámaras y eludido por el propio Bush, se encontraba un convoy de miles de personas enfermas y en grave estado de salud. Algunos yacían tumbados en el piso o amontonados en las cintas de los equipajes en una improvisada unidad M*A*S*H dentro del terminal.

¿Por qué este presidente con su estilo único de "poder hacer" siempre incurre en excusas tan estúpidas como la de "¿quién lo hubiera podido saber"?

¿Quién en este planeta pudo haber sabido que Osama ben Laden deseaba atacarnos con aviones estrellándolos contra edificios? Cualquier funcionario preocupado en descifrar y leer los informes de inteligencia antes del 11 de septiembre.

¿Quién en este planeta pudo haber sabido que la invasión estadounidense en Iraq desataría una brutal insurgencia, el reestablecimiento del terrorismo y la posibilidad de una guerra civil? Cualquier oficial preocupado en leer los informes de la CIA previos a la guerra.

¿Quién en este planeta pudo haber sabido que los diques de contención de Nueva Orleáns presentaban un alto riesgo en caso de presentarse un huracán de grandes proporciones? Cualquier persona preocupada por leer las infinitas advertencias que se dieron durante años sobre la enorme y tranquila pecera que luego no resultó para nada tranquila.

En junio de 2004, Walter Maestri, jefe del servicio de emergencias de la Parroquia Jefferson, declaró de forma inquietante: "Tal parece que el dinero del presupuesto del presidente ha sido desviado para manejo de la seguridad nacional y la guerra en Irak; supongo que ese es el precio que debemos pagar. Nadie de esta región se siente complacido de saber que los diques no se hayan terminado de construir y estamos haciendo todo lo que esté a nuestro alcance para convencer que éste es un asunto de seguridad para nosotros".

No sólo fue el dinero mermado por la locura de Bush en Irak, sino que el 30 por ciento de los hombres de la Guarda Nacional y cerca de la mitad de los equipos se encuentran en Irak.

Ron Fournier, de la Associated Press informó que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército pidió el año pasado 105 millones de dólares para enfrentar planes de contingencia ante huracanes e inundaciones en Nueva Orleáns. La Casa Blanca se lo redujo a cerca de 40 millones. Pero el Presidente Bush y el Congreso aceptaron una cuenta inflada de 286,4 millardos de dólares por 6.000 proyectos domésticos entre los cuales se incluyó un puente de 231 millones en una pequeña e inhabitada isla de Alaska.

Apenas el año pasado, los funcionarios de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias realizaron prácticas de simulación para responder ante un gran huracán que causara inundaciones y dejara inmovilizados los residentes de Nueva Orleáns. Imagínense la triste respuesta del FEMA ante el Katrina si ellos no hubieran estado preparados.

Michael Brown, el imbécil que se encuentra al frente de FEMA -un trabajo para el cual él se entrenó cuando administró una cosa llamada Asociación Internacional de Caballos Árabes- admitió que no supo sino hasta el jueves que había 15 mil personas desesperadas, deshidratas, hambrientas, enfurecidas y muriendo, víctimas del Katrina en el Centro de Convenciones de Nueva Orleáns.

¿Fue despedido de inmediato? No, nuestro sordo presidente lo aclamó ayer en Mobile, Alabama: "Brownie, estás haciendo un gran trabajo".

Una cosa sería que al presidente y a su estrecho círculo de colaboradores (Dick Cheney estaba de vacaciones en Wyoming; Condi Rice, comprando zapatos en las tiendas Ferragamo de la Quinta Avenida y asistiendo al "Spamalot" antes de que verse acosada por los reporteros en su viaje de regreso a Washington, y Andy Card se encontraba en el Maine) les faltara empatía pero pudieron tener hecho el trabajo. Sin embargo, esta es una escalofriante falta de empatía combinada con una enorme ineficiencia que podría hacer implosionar a este gobierno.

Cuando ambos, tanto el presidente como el vicepresidente lanzaron sus dardos a nuestros aliados y a nuestro respeto por las leyes internacionales tan sólo por proseguir en una guerra basada en mentiras, cuando sancionaron las torturas, le dieron una estocada a la fe del resto del mundo sobre los ideales estadounidenses.

Cuando se hicieron los sordos por tanto tiempo ante la terrible miseria y los gritos de ayuda que lanzaban las víctimas en Nueva Orleáns - la mayoría de ellos pobres y de raza negra, como aquellos dejados ayer en la parte de atrás de la línea de evacuación mientras 700 huéspedes y empleados del Hotel Hyatt eran llevados en autobús de primero- le dieron una estocada a la fe de todos los estadounidense en los ideales norteamericanos. Y nos produjo vergüenza.

¿Quiénes somos si no podemos cuidar de nosotros mismos?


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