Uno de los más grandes errores que podemos cometer es menospreciar al enemigo y evaluar sus acciones incorrectamente. Es necesario que analicemos fríamente cuál es su verdadera estrategia en este momento y actuar en consecuencia. Si vamos a la batalla desconociendo los planes estratégicos del enemigo, nuestras posibilidades de vencer serán casi nulas.
Quisiéramos pensar que cuando nuestro buen amigo y camarada Roberto Hernández Montoya dice que “El problema de la oposición en Venezuela son sus dos características más sobresalientes: la histeria y la imbecilidad” se está refiriendo a aquellos ciudadanos que el 15 y el 16 abril cargaron contra los CDI y dispararon una espiral de violencia que enlutó hogares venezolanos. Pero si cree que Capriles (junto a su combo) es un histérico y un imbécil, está equivocado. Vamos a repetirlo: a Capriles no le convenía lo que sucedió, por eso recogió rápidamente las velas. El es un tipo violento, un fascista dispuesto a sacrificar al pueblo en la defensa de los intereses del imperialismo y la burguesía, así que no tendría escrúpulos para impulsar cualquier acto violento, pero no es un estúpido, lo ha venido demostrando. No lo subestimemos, como lo hemos hecho hasta ahora. No es un hombre especialmente inteligente y mucho menos bien formado. Pero ha venido aprendiendo a hacer política y lo ha venido haciendo con aciertos, con recursos, con apoyo imperial y mediático, con asesorías expertas, pero también con astucia y habilidad.
El imperialismo y la derecha del patio no están actuando a ciegas, tienen un plan, y lo están llevando adelante con relativo éxito, eso lo comprobó el resultado del 14-A. Les ha resultado muy difícil armar una estrategia que les lleve al éxito, pero han venido trabajando desde hace años con el método de ensayo y error, y les está dando resultados. Ya se han decidido a construir un liderazgo personal, de lo cual carecían, y lo han personificado en Henrique Capriles. En este momento, nadie en la oposición puede disputarle el liderazgo opositor a este capo fascista.
Si vemos las acciones recientes de Capriles y su combo, no es difícil discernir cuál es su estrategia. No están trabajando para un golpe de Estado violento de inmediato, no tienen apuro. Están construyendo una alternativa contrarrevolucionaria, organizando, acumulando fuerzas, mientras apuestan al desgaste paulatino del gobierno de Maduro, con la contribución evidente del sabotaje económico, de la infraestructura, de los servicios, y con la colaboración desenfrenada, cada vez más intensa, de la canalla mediática. Están conspirando, inclusive en la FANB, pero no para tumbar al gobierno mañana, sino para debilitarlo, por una parte, y para prepararse de cara a eventos futuros, por la otra.
Las principales matrices que están imponiendo, y lo han venido logrando paso a paso, son las siguientes: 1) Venezuela es el país más inseguro y violento del mundo; 2) El desabastecimiento y la escasez de productos cada vez es peor, y se los asignan a la destrucción del aparato productivo; 3) La inflación es la más grande de América Latina y es imparable; 4) El deterioro de los servicios públicos es total, poniendo como blanco central del ataque el servicio eléctrico 5) PDVSA está destruida, afectada en su producción, llena de deudas y quebrada: 6) Le estamos regalando nuestro petróleo y nuestros recursos a países extranjeros y el Gobierno está comprando, con la “petrochequera”, apoyos y solidaridad que de otro modo no tendría; 7) Este es el gobierno más corrupto de nuestra historia.
¿Que si han tenido algún éxito en imponer estas matrices? Solo tenemos que remitirnos a la prueba del resultado electoral del 14-A.
Ahora bien, también es cierto que estas matrices se fundamentan en fallas reales de la gestión de gobierno. Fallas que son sobredimensionadas, por supuesto, pero es esto lo que le corresponde hacer a la oposición. Por eso uno de los factores principales en la defensa de la Revolución es la mejora de esa gestión y la transformación del estilo burocrático de gobierno. En esa dirección, Maduro ha venido trabajando con ahínco. El pasado fin de semana anunció dos buenas decisiones: sacar a la FANB a la calle para combatir la inseguridad y llamar a botón a Lorenzo Mendoza y a Empresas Polar. Pero a fin de cuentas la gente está esperando resultados, no anuncios ni promesas. Resultados no es que resolvamos los problemas de la noche a la mañana, eso no es posible, sino que los sectores del pueblo que se han decepcionado retomen la confianza y la esperanza en la Revolución.
Estos temas que hemos señalado son los que más preocupan a la ciudadanía, no está tan interesada en la cháchara del carácter democrático del gobierno, ni por la libertad de expresión, ni por los “presos políticos”, ni por el supuesto secuestro de las instituciones, ni por las presuntas violaciones de los derechos humanos. Pero tales matrices las maneja la derecha como parte del plan de construir un escenario favorable en el exterior, que justifique su objetivo ulterior de asaltar el poder, inclusive con ayuda foránea.
Dentro de todo este panorama, la conseja de que le robaron las elecciones la utiliza la derecha en dos direcciones: por una parte, establecer que son la mayoría en el país, que son ganadores, que tienen futuro, que el chavismo no es invencible y que Capriles va a ser Presidente más temprano que tarde. Ellos saben muy bien que sus impugnaciones no tienen destino jurídico, que la presidencia de Maduro no está en peligro por esa vía, pero insisten en ella con los objetivos señalados. Es el planteamiento de una campaña electoral caprilista que no se ha detenido. Hacia afuera, contribuye a la matriz de deslegitimación, que no afectará en general el reconocimiento de Maduro en el exterior, pero que sí debilitará a nuestro Gobierno a la hora de enfrentar un golpe institucional, que en nuestra opinión es el próximo paso de la estrategia general opositora.
De todo lo dicho inferimos que la estrategia opositora no se basa en tácticas de violencia abierta en este momento. Hechos como el secuestro de Roque Valero y Winston Vallenilla son manifestaciones fascistas que no están bajo el control de sus líderes, brotes espontáneos de una mentalidad de odio que han venido sembrando a lo largo de los años. El fascismo oficial se va a guardar la violencia generalizada para después, bien sea para el momento preciso del asalto al poder, a fin de justificar el golpe institucional (algo parecido a lo que hicieron en abril de 2002, pero no exactamente igual) o bien para usarla una vez instalados en el poder, si lo alcanzan. Entonces el fascismo arremetería sin contemplaciones contra el pueblo y arrancaría una espiral de represión, sobre todo selectiva, para descabezar al movimiento popular y revolucionario, tal como quisieron hacer durante la efímera presidencia de Carmona.
Capriles ha llegado al extremo, en sus tácticas engañosas, de llamar a los profesores universitarios a que no hagan paros, sino que protesten trabajando más. Es un discurso que cada vez es más coherente y estructurado. No está llamando a su gente a manifestar en Miraflores, ni en los cuarteles, ni frente a PDVSA, ni frente a VTV. Está organizando actos legales de masas que él llama “asambleas populares”, en lugares alejados de las áreas de seguridad del Estado. Ya los ha organizado en Zulia, Bolívar, Táchira y Mérida, y anuncia que los continuará haciendo en el resto del país.
Se trata de una clara estrategia de acumulación y organización de fuerzas, de preservación, consolidación y desarrollo de lo logrado en la elección del 14-A, de cara al próximo paso para ellos trascendental: la toma de las instituciones públicas por vía electoral, comenzando por la que es la segunda más importante, la Asamblea Nacional, desde donde podrían asaltar el poder como ocurrió en Paraguay.
Ahora bien, esa vía inmediata no está para ellos muy clara. En primer lugar, saben que de acuerdo al mapa electoral que se dibujó el 14-A, la Revolución probablemente ganará la mayoría de las alcaldías y concejos legislativos, que es la próxima elección a la vista. Esto no los ayuda. Por otro lado, y de acuerdo a la distribución de diputados según los circuitos electorales, tampoco es nada fácil para ellos obtener la mayoría parlamentaria. Pero les queda un recurso donde la ruta les podría ser más expedita: el referendo revocatorio de Nicolás Maduro en 2016. Nosotros creemos que en ese sentido la derecha se ha trazado esa ruta, la electoral. Solo si fracasara en ella podría plantearse una estrategia de violencia abierta y hasta terrorista. Ahora bien, como ya lo afirmamos, en determinados momentos futuros la táctica electoral podría verse acompañada por asomos de violencia, pero como complemento, no como meollo de la táctica.
Las declaraciones de Capriles en la entrevista que publicó El Nacional en su edición del domingo dan señales claras de la estrategia que hemos señalado. He aquí algunas de sus frases más reveladoras:
“Lo primero es insistir en que esto es una lucha pacífica, de principios, por la verdad. Esto es una lucha gandhiana”.
“Hay que tener mucha paciencia. La ruta, además de pacífica, está en el marco de la Constitución, de las leyes”.
“Somos demócratas y nuestro camino es apegado a las leyes, a la Constitución y a nuestros principios”.
“… son dos procesos que caminan al mismo tiempo. La ruta electoral, la crisis política va por un lado; y después el Comando Simón Bolívar migra de comando a defensoría del pueblo Simón Bolívar. Que en cada comunidad reporten si hay agua, luz, cómo está la carretera. Todo ese trabajo no choca con la impugnación en el TSJ. Esto no es un proceso de hoy para mañana”.
“Aquí estamos volcados a los problemas que viven los venezolanos. Vendrá un proceso electoral; de repente no viene una elección presidencial primero, pero viene una elección de alcaldes. Tienes oportunidad de arrasar”.
“…marcar claramente a los 7,5 millones de venezolanos que nos apoyaron que esto no es una lucha de hoy para mañana. Activamos la instancia legal porque tiene lapsos; si yo no impugno, pierdo la oportunidad. Tengo que abrir la puerta de la vía legal para poder terminar en la internacional. Eso puede ser un año, dos años, cinco años; no lo sé”.
La intención de Capriles de combinar la acción debilitadora del Gobierno con la afirmación de su liderazgo, la deja clara el periodista que realizó la entrevista, Alex Vásquez: “Capriles continuaba respondiendo preguntas porque su proyecto no siempre tiene prisa: mientras no se detenga su ejercicio de liderazgo de oposición, la inflación, la crisis de los servicios, la inseguridad, el piso de galleta de soda de la legitimidad de Nicolás Maduro, son -según sus cálculos- motivos de una crisis difícil de superar para el Gobierno que tiene menos de un mes de juramentado”.
¿Qué hacer? No vamos a pontificar, solo intentamos generar debates. En primer lugar, mejorar la gestión. Luego, como creemos y hemos dicho, habría que replantearse a fondo la estrategia comunicacional (sobre todo crearla, parece no existir). Esta estrategia debería definir: 1) Grandes objetivos de mediano y largo plazo, estratégicos propiamente dichos, auditables, evaluables, mensurables: 2) Objetivos tácticos que se vayan desarrollando en el tiempo y que contribuyan al logro de los grandes objetivos; 3) Oferta básica estratégica de Gobierno ¿qué ofrecemos al pueblo, dicho con brevedad y en líneas gruesas? (¿traducir resumidamente el Plan de la Patria?; 4) Segmentación de las audiencias ¿Cómo le hablamos a los sectores populares? ¿Cómo a las clases medias? ¿Cómo a los jóvenes? ¿Cómo a los empresarios nacionalistas? ¿Cómo a los gremios, sindicatos y organizaciones populares? ¿Qué les decimos en cada caso, cómo lo hacemos, qué medios usamos? 5) Definición, en función de lo anterior, del tono y el carácter de nuestros mensajes y lenguajes; 6) Definición de alianzas comunicacionales con distintos sectores; 7) Cómo nos organizamos para esas tareas (Tanto el Estado como el pueblo, partidos, comunidades, organizaciones populares, medios oficiales, y medios comunitarios y alternativos, etc.)
Un tema importante a definir es el de las vocerías ¿Debe Maduro ser beligerante con la oposición? Creemos que no. Debe seguir a pies juntillas los consejos de los veteranos Pepe Mujica y Lula: ocuparse de gobernar, crecer en su imagen de Jefe de Estado, tener como únicos interlocutores al pueblo y a aquellos sectores productivos, gremiales, mediáticos, religiosos, etc., que estén dispuestos a dialogar en positivo con el Gobierno. No responder a ataques personales de los opositores, mucho menos los de Capriles, porque cada vez que le responde directamente a Capriles, está reforzando su liderazgo en la oposición y su beligerancia pública, que es exactamente lo que él quiere. La diatriba con Capriles y la oposición debe dejársela a los medios públicos y alternativos, a los partidos revolucionarios, a los movimientos populares. El debe volar en las alturas, presentarse como el Presidente de todos y no solo no cazar moscas, sino además no nombrarlas siquiera. Hacer valer, sin necesidad de enunciarlo, aquello de “yo a ti ni te ignoro”.
Por supuesto, no somos dueños de la Verdad, nadie lo es. Por lo tanto todo lo que planteamos son percepciones, ideas, pensamientos que están puestas sobre la mesa del debate.
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