Una conversación subrepticia entre escuálidos reveló claramente que ellos ahora pretenden hundir la memoria del Comandante Chávez porque saben que representa una poderosa fuerza que ellos nunca podrán aniquilar.
Así asumieron designar su comando de campaña como Simón Bolivar, en la pasada campaña, luego de haber defenestrado su imagen el 11 de abril de 2002 cuando dieron el golpe, aparte de que también eliminaron de manera ejecutiva, ilegal y arbitraria, el nombre de Bolivar, de la Constitución que el pueblo se dio de manera impecablemente legítima y soberanamente.
El PSUV, de conformidad con la familia directa del Comandante Chávez, no debe vacilar un minuto en poner en marcha una estrategia preventiva que evite una situación por demás enojosa y que podría desbocar la pasión del pueblo chavista, herido en lo más hondo de su sensibilidad, y ocasionar un baño de sangre, lo que hay que evitar a toda costa.
Si bien sabemos que esa gente carece de escrúpulos, nosotros debemos ser cabezas frías, así que es mejor prevenir que lamentar; si hay que registrar legalmente el nombre de Hugo Chávez como insignia de la revolución y en particular del PSUV, ante los organismos legales competentes del Estado Venezolano, hágase antes de que tengamos que embraguetarnos en una disputa que podría derivar en sangre.
El fascismo rosado se viste de amarillo para mimetizarse; se disfraza de bolivariano -siendo que odia a Bolivar- para tratar de engañar al pueblo; asume el lenguaje de la izquierda siendo netamente de derecha y nada tiene de raro, en consecuencia, que se disfrace de chavista para atacar precisamente el legado de Chávez.
De todos modos, la contraloría social anda moscapil (mosca con las pilas puestas) y lista para dar la batalla en defensa de la patria y, vencer.
Es de Federico Nietzsche que “Extirpemos los desfallecimientos incurables y las morbosidades deprimentes, si la oligarquía es mala será peor si ella nos corteja” (no es exactamente Sic pero como si lo fuera).
