Maduro, no flaquees... Chávez, apenas que tomó posesión del cargo de presidente le propino a la oligarquía un golpe directo, contundente y demoledor que durante 14 años le removió las entrañas a todo lo que oliera a estatus quo o a la secuela de partidos puntofijistas que ahora atomizados, hacen vida en la MUD. Si Chávez no lo hacía desde un principio de manera dura, frontal y radical, caía en la ambigüedad de esa malsana forma de hacer política y la rancia y sempiterna oligarquía proyanki le metía medio chuzo.
Chávez sacudió al adormecido pueblo y despertó de un solo leñazo la aletargada conciencia de las mayorías. Chávez también hizo trizas y removió a muertos y falsos valores de unos pocos venezolanos de bien que por décadas se creyeron ser los elegidos y únicos dueños del poder: en la que solo ellos tenían el privilegio y disfrute del erario y riquezas públicas de todos los venezolanos. Chávez personifico en Latinoamérica el papel de villano porque antagonizaba y no encajaba en los estereotipos capitalistas que se nos habían inoculado desde los laboratorios de dominación imperial. En sus inicios Chávez, como alma en pena, no tuvo eco o caja de resonancia de su verbo progresista y propuestas revolucionarias, que sumaran simpatías a su favor, porque casi todos sus pares latinoamericanos eran lacayos oligarcas proyankis o de ultraderecha radical.
Poco a poco, el verrugoso de sabaneta con la verdad y transparente dialéctica fue calando con su radical estilo, fuerte retórica y descarnado verbo en el subconsciente de gobernantes latinoamericanos progresistas, a pesar de la molestia que ello significaba para los gobernantes y políticos de derecha. Y su voz, fue tomando cada vez más fuerza en los foros y concilios del mundo. En consecuencia, había nacido en las conciencias del mundo un atrevido mestizo, que con irreverencia y talante progresista, caso del foro ONU, 20 Sept 2006, se atrevió a decirle en su propia casa al imperio..., "Ayer vino el Diablo aquí, ayer estuvo el Diablo aquí, en este mismo lugar. ¡Huele a azufre, todavía, en esta mesa donde me ha tocado hablar! Ayer señoras, señores, desde esta misma tribuna el Señor presidente de los Estados Unidos, a quien yo llamo “El Diablo”, vino aquí hablando como dueño del mundo".
El huracán de inconformidad de tantos siglos de dominación que llevaba Chávez por dentro, le decía, introito, que había que actuar rápido y sin demoras porque la contraofensiva de la canalla criolla y fuerzas imperiales no se harían esperar. Sabía, y en ello no se equivocó del inminente peligro que le acechaba, por atreverse a enfrentar a poderosas fuerzas exógenas y modelo capitalista neoliberal, que las élites gobernantes y criollos orilleros pitiyankis, defendieron durante muchas décadas con férreo control represivo.
A Chávez la fauna escuálida oligarca le temía por su atronadora voz, corrosivo verbo, frontal dialéctica y su connatural estilo de hablar sin ambages y con la verdad por delante ¡duélale a quien le duela!! A los oligarcas criollos se le removían las entrañas y temblaban de pavor e impotencia cuando Chávez desde su predictiva garganta pronunciaba con la contundencia de mil bombas... Ellos, los escuálidos oligarcas ... ¡Más nunca volverán!!
Pues, bajo esa enfermiza creencia y bajo una falsa democracia asesorada y dirigida desde Washington, los apátridas y siempre falsos dirigentes puntofijistas se aprovecharon de la danza de millones que les producía la renta petrolera, sin tomar en cuenta las necesidades sociales que padecían las mayorías, el pueblo llano. A ese pueblo, Juan Bimba, que por derecho les debía llegar también la gota de petróleo (¿?), nunca les llegó. Esos villanos de cuello blanco se enfermaron con las veleidades del Tío Sam y falsas promesas del Sueño Americano (American Dream). Esas minorías privilegiadas cayeron en la trampa del imperio y bajo esa disociada conciencia se transculturizaron sus genuinos valores y sentido de pertenencia, en la que el egoísmo descentrado y fuera de control les hizo creer que solo a ellos les era dado el beneficio de las riquezas y manejo de las mismas; a su antojo y conveniencia. Las mayorías (el pueblo de a pie) durante esas 4 décadas llevaron palo del bueno. Amén de las desapariciones forzadas, represión, injusticia, ejecuciones, torturas y crímenes atroces.
Chávez estaba imbuido de un verbo que era temido por gringos, por apátridas opositores y por propios y extraños. Incomodaba a muchos que no estaban acostumbrados a que se les hablara con la verdad. Ello se debía a que en él no había falsa atestación, engaño, ambigüedad o golpes por mampuesto. Cuando hablaba o acusaba a la canalla, lo hacía con la seguridad de mil presagios. Él no se podía comparar o asociar con lo que era una malsana costumbre en los políticos de la IV República, quienes pensaban una cosa, hablaban otra y hacían todo lo contrario. Nunca hubo en ninguno de esos políticos de viejo cuño, porque todos actuaban y estaban tasados por el mismo perfil, un equilibro entre lo que pensaban, hablaban y hacían (pensamiento, palabra y acción).
Chávez lo que prometía lo cumplía. Y de un solo plumazo terminó por darle un giro de 180 grados a los falsos valores y corrompidas estructuras sociales, que cambio una falsa democracia por un nuevo estilo de hacer política en Venezuela. Sembró en esa nueva forma de hacer política unos nuevos códigos o verdaderos valores humanos basados en la ecuanimidad, verdad, solidaridad, compasión, bondad y amor al prójimo. Esos nuevos códigos, en el pueblo de a pie, penetraron con mucha fuerza en la conciencia de esas mayorías invisibilizadas y olvidadas. Mayorías, por cierto, que durante muchas décadas elevaron sus voces y plegarias pidiéndole a Dios y a la Providencia que cambiara a esos falsos demócratas y malos gobernantes y acabara con la costumbre de pensar con el engaño, hablar con la mentira y obrar con lo falso. La Providencia se hizo eco de esos petitorios y se produjo el milagro con el zambo Hugo Chávez, quien con una infinita capacidad de trabajo e incansable tesón, habría de cambiar y defenestrar durante 14 años de sucesivas elecciones (18 en total) las viejas estructuras y falsos paradigmas, que azotaron con oscuros nubarrones y falsa dirigencia a una cipaya democracia pro imperial durante las décadas de los 60', 70', 80' y 90'.
Por eso, ahora, en su ausencia física, más no espiritual, son millones los patriotas venezolanos y latinoamericanos progresistas de La Patria Grande que decimos que todos somos Chávez. Y gracias a Chávez tenemos Patria, sí, tenemos Patria, tenemos Patria... ¡Somos libres!!
@joseagapo
joseagaporam@gmail.com