No hay duda: estamos en pleno proceso conspirativo que busca el descredito institucional del Estado y sembrar una percepción tergiversada sobre su supuesta ineficiencia. Más allá de los puntuales desaciertos que pueda tener la gestión gubernamental, existe una indiscutible componenda orientada a intentar mostrar que ésta es incapaz de resolver problemas de la población y por tanto, de gobernar el país.
Hace rato que alguna oposición y sus aliados mediáticos vienen representado actos de esta obra como la exacerbación de la violencia delincuencial, el reiterado sabotaje al sistema eléctrico nacional –que se suma a sus indiscutibles fallas- y el abierto irrespeto al árbitro electoral con sus implicaciones desestabilizadoras y vandálicas, se suman ahora nuevos episodios como el desabastecimiento de alimentos y otros artículos de primera necesidad, ya por razones de producción, ya por pura y simple especulación y perturbación; la falsa denuncia de racionamiento, en burdo falseamiento de políticas que buscan controlar las compras nerviosas y la reventa especulativa para así garantizar el abastecimiento de los consumidores; el fomento de la zozobra económica a través de la saturación desinformativa de algunas empresas privadas de comunicación; la manipulación informativa sobre las políticas públicas en salud como el caso de la paranoia inducida ante la influenza AH1N1; la recurrencia a la “sociedad civil” para intentar desprestigiar internacionalmente al país, con acciones como la solicitud de aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela; la disminución de la importancia de recientes y efectivas políticas del Ejecutivo como el Gobierno de Calle y la Gran Misión A Toda Vida Venezuela por muchos medios privados; la manipulación de declaraciones de importantes voceros estadales en procura de someterlos al descredito público; el giro político que algunos desean imprimir a la venta reciente de medios de comunicación, a pesar estas ser apenas expresiones de su defendido “libre mercado”; y muchas más que si las refiero agotarían este breve espacio.
Son muchos y simultáneos frentes a los que debemos prestar la mayor atención. Tenemos leyes que hechas cumplir sin cortapisa pondrían orden al caos prefabricado en marcha. Además, tenemos nuestra más poderosa arma: un pueblo consciente, digno hijo de Bolívar y Chávez. Que nadie se equivoque.