La globalización cultural y la comercialización interna de productos agroalimentarios ha venido creando un conjunto de emociones en los venezolanos que sin darse cuenta, han convertido sus hogares en depósitos de rublos bbásicos los fines de semana recorren los centros comerciales para adquirir en las franquicias un mismo producto para consumidores distintos.
Max Weber, presenta a la razón moderna como ligada a la dominación del otro, lo que caracteriza como el proceso de racionalización. La razón con arreglo a fines, se constituye como la base de la constitución del mundo moderno, el Estado y la Burocracia, asoman como sus hijos, quienes determinan la dominación del hombre por el hombre.
Max Horkheimer, señalaba que el hombre en su proceso de supervivencia utilizaba la razón como la herramienta para la dominación de la naturaleza, en este origen desgraciado se cimentaba el desarrollo de la humanidad ligado al establecimiento de dominación permanente. De aquí que la modernidad tiene en su pilar central un elemento oscuro que le determina.
La modernidad y ahora el mundo contemporáneo nos refleja una producción en masa de carácter industrial que nos hace presa de nuestro Ser. Apenas llegan las gandolas, el flujo de personas es impresionante y, esta actitud nos esclaviza de una manera continua y las propias mercancías juegan con nuestra realidad, no importando los factores externos.
Originando un agotamiento continuo porque es una cultura ajena a la nuestra, por lo que las ventas de comida rápida manipulan nuestra conciencia, obviando la liberación del hombre por el legado del presidente Chávez, que, nos encauza a imponer un nuevo estilo de vida.
Concebir cadenas de personas haciendo colas por un solo producto, inquieta porque nos estamos convirtiendo en máquinas del consumismo.