Desde que asumió su responsabilidad en el CNE y cuando fue evidente que no se prestaría para los sempiternos planes conspirativos de la oposición fascista venezolana, fue de inmediato colocada en el centro exacto de todos los ataques y descalificaciones por parte de este sector de la vida nacional. Los ataques han sido diversos y han ido desde lo personal familiar hasta lo político, constituyéndose en definidores precisos, no de la persona atacada sino más bien de los atacantes, que en esta sistemática tarea han dejado muy claro el tipo de personas que son y sobre todo que idea tienen de la política, del estado, del gobierno, del país y del pueblo. A decir verdad, causa escalofrío el sólo hecho de suponer que este sector de la vida nacional pudiera regir los destinos del país y adelantar procesos de agresión a las libertades y a la ciudadanía.
Tibisay ha sido atacada impunemente (que yo sepa nadie ha recibido sanción alguna por las agresiones a esta dama) y el objetivo de tal ataque es infectar -al menos eso pretenden – a la institución que da fe y garantía de la transparencia de los procesos electorales que legitiman la institucionalidad democrática en nuestro país y que permitirían, de existir una oposición democrática en Venezuela, el desarrollo de una vida institucional sin sobresaltos.
Pero la valentía de Tibisay ha derrotado a la apabullante cobardía de quienes la atacan, y en esa defensa de si misma y de nuestra institucionalidad, ha dado lecciones de política, de ética y de decencia. No se ha desgañitado Tibisay, ni ha insultado a sus agresores mientras se defiende. Como toda una dama los ha ido poniendo en su sitio y han rodado en su cinismo aquellos que objetan la seriedad del CNE cuando son derrotados pero que lo reconocen cuando logran alguna victoria.
He querido compartir con usted estas breves ideas porque creo que es importante salir en defensa de la gente que como Tibisay Lucena, con su trabajo y comportamiento construyen cada día un país al servicio de las causas nobles y de la justicia y la paz.
Tibisay constituye para Venezuela un importante acervo y en el ejercicio de su entereza ha demostrado una manera clara en que pueden hacerse las cosas con eficiencia y en pleno cumplimiento de la tarea revolucionaria cotidiana de ser justos y eficaces.
Sabido es desde hace tiempo que hay quienes entienden su trabajo sólo como el reiterado voceo de consignas, sin importar más nada, pero la presencia de Tibisay en la vida institucional venezolana es una buena razón para estar satisfechos por su magnífico desempeño al lado de la causa del pueblo.
Sin embargo, (siempre el fatalismo del sin embargo) Tibisay tiene su contraparte que es nada más y nada menos que Vicente Díaz, sujeto a quien la historia pasará factura por la vergonzosa tarea que ha cumplido en el CNE donde, sin pudor alguno, ha intentado desmantelar la credibilidad de la institución y de las rectoras.