Mi papá, Rigoberto Chacín Espinoza, es un tipo autodidacta. Tiene conocimientos de historia y geografía. Y de medicina. Estudió hasta sexto grado. Muy temprano fue operado del pulmón, por los años sesenta. Estuvo seis meses hospitalizado en El Algodonal. Hizo un absceso pulmonar y hubo que operarlo… Yo apenas tenía año y medio y como estuve tanto tiempo sin verlo se me olvidó que era mi papá. Cuando salió del hospital me escondía detrás de mamá y lloraba. No dejaba que papá me cargara. Siempre se acuerda de eso. Con cierto reclamo extemporáneo e injusto. Era una bebé pues. Vainas de papá.
Para ser autodidacta hay que leer y papá es un gran lector. Lo recuerdo leyendo siempre. La imagen de un papá o una mamá leyendo es imitable. Mis primeras lecturas fueron de suplementos (Susy, Condorito, Batman, Kalimán), novelas de Corín Tellado y de Marcial La Fuente Estefanía. La lectura de “vaqueros” escritas para tipos eran más picantosas y cochambrosas que las de Corín Tellado. Que no pasaban de unos besitos y tal. En cambio las “ novelitas de vaqueros” tienen su erotismo subido, pues. Historias de vaqueros rudos que llegan a una cantina del desierto y en lugar de pedir un vaso de agua pedían un “güiski doble” para rascarse el gaznate y el barman se los colocaba con un golpetazo en la barra. Así lo contaba mi hermano Pedro en son de burla, cuando hablaba de aquella “literatura”.
Lo cierto es que esas novelas las llevaba a Altagracia mi abuelita Carmen Ramona, mamá de papá, todos los fines de semana desde Caracas. Iban de paso, para San José de Guaribe, donde vive una hermana de papá, mi tía Celenia. Y antes de agarrar carretera para allá hacían un toque técnico en Altagracia, para ver a “Riguito” al decir de mi abuela. El cuento es que las novelas de Corín eran para las mujeres y las de vaqueros para papá. Pero mi abuelita Carmen no era pendeja, leía las de vaqueros. Y yo por supuesto también. Si mi abuelita y papá las leían no veía por qué yo no. Papá me vio leyéndolas un día y no me dijo nada. Tendría unos diez años. Es de pinga mi papá.
Papá también es amante de la música romántica, de los boleros. Música “vieja” que no lo es para él. Con papá aprendí a apreciar a Felipe Pirela, Los Panchos, Leo Marini, Julio Jaramillo, Héctor Cabrera, Alfredo Sadel, Rafael Montaño, Celia Cruz, Daniel Santos, Toña la Negra, Pedro Infante, Pedro Vargas, Blanca Rosa Gil, Bienvenido Granda, La Sonora Matancera, La Lupe y decenas de cantantes más que me hicieron sufrir despechos ficticios desde chiquita.
Papá ahorita está en una cama, postrado por un cáncer. Supimos que lo tenía la misma semana que murió Chávez. Papá es chavista, tanto, que cuando Vea apareció dejó de comprar Últimas Noticias y convirtió ese diario en su diario… La muerte otra vez “pisa mi huerto”, como diría Serrat. Y la condeno. Pero hay que decirlo y repetirlo, siempre, con Argimiro Gabaldón: “Somos la vida y la alegría en tremenda lucha contra la tristeza y la muerte!”. Sigamos…