Una guerra que la Revolución está obliga a ganar

Pildoritas 118 (año VI)

Cuando se rema contra la corriente, por lo general se termina mal, es lo que le sucede a la oposición venezolana, que está ciega y sorda para no ver ni oír, los significativos logros de los planes contra la inseguridad y contra la corrupción, que como nunca antes están dejando resultados que son del agrado de la mayoría de los venezolanos.

Una cosa es hacer una oposición crítica, en base a realidades y otra cosa es oponerse a todo, bueno o malo, en una demostración de irresponsabilidad que es una de las principales características de la derecha venezolana.

Cierto es también que nunca como ahora, en Revolución, la autocritica ha servido para corregir errores y que nunca como ahora, se siente una verdadera acción publica contra la corrupción, venga de donde venga. La decisión del Presidente Maduro de colocarse al frente de la cruzada, de mantener un discurso que se refleja en los resultados, es algo poco visto en administraciones que durante la Cuarta República, hicieron de la corrupción una forma de vida, sin control y sin castigo, muchos de cuyos actores aun siguen vigentes en la política venezolana.

Es una realidad que esta Revolución por su corta vida, se ha prestado para que los corruptos profesionales o los que traen en sus genes el virus, se infiltren y hagan de las suyas, detectarlos no es fácil, pero si se establecen planes de seguimiento, como los que están en marcha, por lo menos quienes tienen la predeterminación de actuar para la riqueza fácil, lo piensan dos veces.

Ahora bien esa lucha contra esa enfermedad social, no puede ser discriminatoria ni circunscribirse solo al sector oficial, debe extenderse de tal manera que englobe a todos los sectores, oficial, privado y oposición.

Una manera de ejercer la corrupción es la usura de los comerciantes de bienes y servicios, que van desde el bodeguero, el plomero, el médico y todos los que conforman las cadena desde el proveedor de la materia prima hasta el consumidor final que es quien termina siendo víctima de la voracidad a la que se prestan muchos, unos a motu propio y otros siguiendo los planes desestabilizadores de una derecha apátrida como la que aquí padecemos.

Ante la proximidad de una nueva contienda electoral y en conocimiento de que siempre que se dan esas circunstancias, casi que institucionalizada por parte de la oposición, una de sus armas el desabastecimiento y la especulación para achacársela al gobierno, éste debe redoblar esfuerzos y atacar por todos le medios que la Ley ofrece para dejar en evidencia a los delincuentes económicos, que de manera tan descarada e impune han venido actuando.

La fórmula es colocarle una lupa a cada cadena de producción porque lo que contó Samán en el programa de Earle Herrera “Kiosco Verás”, sobre el costo de una tapa de poceta que de 200 bolívares que cuesta producirla llega al consumidos vinal en más de 2000, es algo que sucede en todos los rubros de producción nacional, pero también en los importados, por lo que la única solución es un supervisión estricta de todas las cadenas de comercialización para que no siga este país como el único a nivel global, en el que sucede una distorsión tan vergonzosa como la que estamos viviendo.

Por ejemplo a quien importe a 6.30 y no garantice que las ganancias en la cadena van a ser sin el abuso actual, deben revocarle de por vida la licencia, quien fabrique un bien y haga lo propio, debe sancionársele de manera ejemplarizante, quienes presten un servicio por ejemplo los plomeros, electricistas, reparadores de artefactos que están abusando a cuenta de que ellos están también siendo explotados, se les debe establecer regulaciones, y qué decir de los médicos que por ejemplo aquí en el Táchira se han carterizado para cobrar por una consulta que no pasa de 10 minutos, 500 bolívares o más, que si se supone hacen 10 al día son 5 mil al día, por 22 días hábiles resulta la bicoca de 110 mil bolívares al mes, cantidad que por lo general no declaran pues a muy pocos pacientes les emiten factura.

La situación es muy compleja, pero hay que preguntarse, si en otros países se ha logrado contener el mal, con leyes rígidas que aquí las hay pero no se aplican, aquí también podemos, si las autoridades se concientizan de que el pueblo que no comercia en ningún aspecto, es la mayoría y que por los derechos de esa mayoría hay que velar para garantizarlos, y no permitir que una minoría de inescrupulosos, siga haciendo de las suyas de manera tan alegre e incontrolada, basados en la impunidad campante que no castiga delitos tan evidentes, como los del autor intelectual del 14 y 15 de abril, que es quien por cierto maneja los planes desestabilizadores a través de la especulación, el desabastecimiento y acaparamiento que pretenden vendernos como escases.

En definitiva, la Revolución está obligada a exterminar las prácticas que ahora mismo están avantes en nuestro país, y quien esté distorsionando la cadena de comercialización en cualquier de sus eslabones y no le conviene adaptarse a ganancias aceptables pero no abusadoras, pues que se retire y deje el campo libre a quienes sí están dispuestos a contribuir para adecentar nuestra economía y librarla de tanto buitre y así dejar en evidencia una derecha que si llegase al gobierno, ni se preocuparía por los precios pues su política de libre mercado, dispararía de tal manera la inflación que ahora no se podría ni predecir, pero que lo estamos viendo en los países que lamentablemente han caído en sus manos.


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Saúl Molina


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