Hubo un deliberado impase comunicacional más -para variar- orquestado y tuireado (de tuirear, aunque argunos mar ablados dicen tuitear -[ twitter]-) por la recontra ultramontana camarilla de sinvergüenzas escuálidos, tal que trascendió allende fronteras y engañó a muchos, entre ellos al famoso actor del canto Ricky Martin, de Puerto Rico.
Éste al parecer confundido dijo algunas necedades que, al saberlas, Maduro retrucó, valga que le leyó la cartilla al destacado artista y cuya respuesta no se hizo esperar, de manera favorable: Subsanado el impase.
“Te amo, Venezuela” -dijo al parecer, y tanto pudo ser así que Maduro, al unísono, le correspondió con que “Te amo, Puerto Rico”-; y, puesto que yo también soy parte de Venezuela, algo me corresponde decir tanto a quien ofenda a mi patria como al que le tribute una sencilla expresión de cariño porque soy corresponsable, por dictamen constitucional, de la defensa patria.
Bueno, pero al grano:
Ese muchacho, el tal Ricky Martin es a mi modo de ver, valiente, lo que no es Capriles, que aquí nació; mientras Ricky Martín dice al menos de palabra, amar a Venezuela, Capriles la odia de hecho, lo que es contrastable.
Comparando a Ricky Capriles con Ricky Martín, respecto al caso que ocupa, tú puedes ver de anteojitos, al menos, un valor sobresaliente característico de las personas muy inteligentes: capacidad y determinación de rectificar, algo que no se compra en la botica, en ese muchacho puertorriqueño.
Ignoro si el Martin es escuálido o patriota puertorriqueño, eso no viene al caso, lo importante es que es capaz de rectificar una percepción errónea y eso basta para admirarlo; en cambio, Capriles, tamaño irresponsable, no es capaz de hacerlo y ni siquiera es capaz de salir a la esquina sin careta, ¡bah!
Ricky Martin, ¡ok!, no digas que me quieres siendo embuste, pero si eso es verdad, yo también te quiero, porque amor con amor se paga.
Sí dices que amas a Venezuela me amas a mí también, y como Venezuela ama a Puerto Rico, tiene que amarte a ti.
[Ojalá Ricky -el bueno- saque una cancioncita bien chévere dedicada a la integración latinoamericana, como hacen los muchachos de “Calle Doce (más uno)”].
Otan: Ah, soy malhablado pero no malpensado.