A cada cierto tiempo todo lo que nosotros sabemos caduca; la función del conocimiento es combatir la ignorancia, tal verdad de perogrullo; pero ¿qué es en esencia el conocimiento sino lo interpretado con el pensamiento cuya misión es definir la realidad?, y si eso se pierde de a poco, por x, y ó z razón, ¿no caemos en la ignorancia y con tendencia hacia la decrepitud?
¿Qué no caduca, acaso inclusive, también, las ideas no se corroen igual que el hierro?
Los tan vertiginosos desarrollos de las ciencias y de las tecnologías dan hoy un impulso inconmensurable a la comunicación; mas, el problema es que al ésta no encontrar un cauce apropiado se desborda como río en conuco, a lo loco, e inunda e inunda todo sin plan ni concierto, ya no hay regla ética que valga para todos como el súmmum de la comunicación, tampoco hay regla moral que denote la preocupación y el respeto por el pueblo.
La comunicación debería tener que ver no sólo con la verdad sino con la ética popular pero, no es así actualmente, de parte de un significativo sector social; encausar la comunicación hacia nuevos objetivos tales que coadyuven la paz, hoy resulta una tarea muy compleja por lo multifactorial pero, hay que emprender la recomposición de un solo cauce que pueda conducirnos a todos no a la guerra sino, reitero, hacia la paz.
Al servicio del capitalismo chupasangre, la comunicación nos lleva a todos hacia la guerra; y, al servicio del socialismo, a la paz.
Fíjate, a raíz de que pescaron a Capriles amarrándole los zapatos a Briquet, se armó una cotilla, puesto que aquél es un personaje tan afamado tal que pretende nada más y nada menos que acceder a presidente de la república.
¿Pero, qué tiene que ver una cosa con la otra?
Ah, ahí entraron los diablos del capitalismo y los florentinos del socialismo a confrontar, unos a defender a Capriles y otros a descorrerle la mascareta. Unos a justificar lo injustificable de la camarilla de Primero Justicia y otros a exponer, con irrefutables pruebas, la hipocresía imbécil de la ultraderecha opositora al gobierno popular. Y, he ahí que luego entró en juego la prensa sedicente -e inclusive algunos pendejos de nuestro bando- a decir bolserías, que si somos homófobos (y otras estulticias) todo para desviar el quid de la cuestión, del debate popular, y he ahí que se escandalizan ante la verdad y pretenden enmascarar las cosas para que todo siga igualito: la trampajaula del lenguaje, que si machista que si homófobo y yo le añado que si ateo y ahora os digo porqué.
Nadie acusa al Vaticano de machista, y eso que ese Estado ignora a la mitad del mundo, y que además es antidemocrático porque sólo concede a 185 curas (llamados cardenales) la opción de escoger al Papa; huelga expresar, obviamente, que allí no hay chance para escoger una Papisa, tal la Juana II, que como lo ha vaticinado el escritor Marcelo Colussi, en su prospectiva y testimonial narrativa plasmada en “Cuentos para olvidar”, recreada hacia mediados del siglo XXI, si podrá ser posible entonces porque las mujeres habrían invadido el Vaticano y puesto orden, de acuerdo a lo que infiero de las visiones del escritor citado.
Lo de homofobia tiene también una lectura similar aunque bajo otra faz; tú le preguntas a cualquiera si quiere que sus hijos o nietos sean del tan citado bando de la discordia y con toda seguridad te van a decir que no, pero eso sí, con la hipocresía por delante empiezan a confundir la gimnasia con la magnesia para tratar de desviar el ojo del huracán moral que los azota y azota y azota y azota y azota.
Nadie, que hasta ahora sepa yo, ha visto a Dios, y si así no fuere, que alguien lo demuestre. Dios es sólo una criatura social, es decir, inventada por el hombre en el momento en que trató de acceder al conocimiento de los fenómenos de la Naturaleza y al no hallar justificación fidedigna, se cansó de indagar y se dijo: esta vaina la inventó Dios y, sanseacabó la duda, el hombre le echó la culpa de todo lo bueno a alguien al que llamó Dios.
Pero luego el hombre se percató de que había vainas malas, entonces, para justificarlas, inventó al Diablo como su autor.
Y al que no ande de acuerdo con esas teorías se le llama ateo.
La oposición tiene la cabeza llena, a punto de desbordarse, de basura; es un basurero lo que esos carajos tienen en la cabeza y por eso se comportan así de zafios y de sinvergüenzas; tú puedes decirle gay a cualquiera de ellos y ni se inmutan porque tal palabra es anglosajona, tiene caché; en cambio, si tú le dices que es un rolitranco´e marisco, en vez de gay, ahí se forma lo que se formó en la Asamblea Nacional y hasta algunos de nuestra propia gente cae en la trampa de ocultar la verdad con eufemismos.
La cultura sigue siendo la gran estructura sobre la que descansa el quehacer y el decir de la humanidad y está enraizada en la entraña del subconsciente popular; estimo que cada uno de nosotros debe estar permanentemente en disposición de ajustar sus percepciones a la realidad transformada y a la vez transformadora; hoy, el concepto de homofobia no es ni de cerca ni de lejos el mismo de antaño porque la realidad se ha transformado y puesto que la historia va tumbando conceptos y creando otros nuevos, o acaso que el concepto conserve su morfología gramatical pero que su semántica haya evolucionado, luego, he ahí que estemos ante una cuestión de percepción.
Tu no debes acusar a alguien de homófobo porque rechace que un grupito de maricas perviertan a menores, inclusive, desde posiciones de poder que el pueblo les ha asignado, eso es intolerable y penado por las leyes y mucho menos debes impedirle que use la palabra del pueblo, como expresión de un hecho cultural legítimo y autóctono, en vez de la cultura gatopardiana, tan de común en boca de los hipócritas.
El eco de lo viejo suele estar presente inadvertidamente en la cosa o en el concepto ya transformado, por lo que no es nada sencillo que todos sepan ajustar sus percepciones a las nuevas realidades, siempre habrá inclusive de manera consciente, pero sobremanera, inconscientemente, uno que otro resabio pero para eso es el debate.
De ahí que pocos o casi nadie se atreve a reivindicar la condición de ateo, de machista u homófobo; precisamente ésta, hoy tiene otra connotación que incluye el más grande respeto hacia la llamada sexodiversidad, muy bien, pero no para que cojan la vega pa´potrero.
Eso del machismo es otra cosa muy relativa, me huele a chantaje, porque a decir verdad la mujer siempre o casi siempre ha mandado, y por cierto lo hace muy bien, lo que pasa es que se hace la pendeja mientras nosotros creemos que mandamos en la casa y fuera de ahí pero eso hay que verlo en detalles que no vienen al caso más que para ponerlo de relieve y a la libre interpretación de cada quien. Todas son tercas, desobedientes, testarudas y faltas de disciplina, no son nada sin nosotros, deberían agradecernos que le hacemos cariñitos le decimos embustes bonitos y las llevamos a ver los pajaritos del bosque, los pecesitos de colores y las estrellitas del cielo y, con todo, se la pasan peleando, malagradecidas es lo que son por naturaleza.
Ah, hay que reconocer que junto a nosotros, la mujer adquiere respetable valor.
Si nosotros, los abajo firmantes (firmas en depósito) machistas homófobos y ateos organizáramos un Partido Electoral Organizado -PEO- seguro que le pasamos por encima a tutilimundi; sería bien bueno contratar a Schemel, a Jesse Chacón y a Germán para que hagan un estudio de Campos y nos den al menos un 98 ó 99 % de opción electoral.
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