Los agricultores no soportaron las políticas deliberadas del gobierno de Colombia. Políticas tácitas que desmotivan la producción y abren las puertas al comercio internacional de alimentos, dominado por pocas empresas transnacionales. Los agricultores colombianos explotaron sus ánimos, una mezcla de indignación y frustración, se hicieron visibles, lograron llamar la atención desmovilizando los flujos de alimentos a los mercados internos, porque los mercados externos se han ido cerrando por otras causas, atribuibles principalmente a los tratados de libre comercio que Colombia mantiene con varios países del mundo, y en los cuales, la educación, los servicios públicos y la agricultura son las principales víctimas. No hubo ninguna razón para descartar que las negociaciones de las FARC y el gobierno del Presidente Santos, fueran parcialmente motivadoras a estos reclamos de los agricultores, siendo que en la mesa de negociaciones que se estableció en la Habana, la tierra y la agricultura son temas áridos y de primera prioridad. Sin embargo los campesinos trataron en lo posible de aparentar que no existe una relación entre estos dos fenómenos, las negociaciones y la huelga.
Santos, nadó con dificultad en esas aguas torrentosas y alcanzó la orilla, hizo muchas promesas, y coleó a los grandes empresarios del campo, a federaciones que han sido acusadas de paramilitarismo, como aquellas que agrupan a los productores de palma africana, ganado bovino y otras, en un proyecto paragua de políticas públicas para rescatar la agricultura colombiana. Revolvió causas con efectos, omitió que los desplazados del campo son eso por culpa de los agro-paramilitares. Después de casi un mes, los efectos del levantamiento de los agricultores son muy difusos, aunque el más concreto y evidente fue la necesidad de buscarle salida a los productos que el mercado interno no alcanza a consumir, bien por las dificultades de acceso generadas por la pobreza colombiana o por saturación del mercado. Los agricultores le indicaron el camino a presidente Santos, le recordaron que la vecina Venezuela no levanta cabeza en materia de producción agrícola, una verdad que tiene más de medio siglo predicándose.
Es imposible conocer con precisión las razones por las cuales el presidente Maduro asumió una negociación de alimentos cuyas implicaciones políticas son graves para los movimientos campesinos colombianos. En esa negociación se favorece una nueva desmovilización de los agricultores, pareciera que nada pasó en Colombia en estos días anteriores; Santos queda como un salvador de la agricultura por la magia del mercado, los agro-paramilitares colocan sus excedentes a la odiada gente de izquierda que gobierna en Venezuela. Palma, leche y carne bovina, y aves son las herramientas colombianas para vender la idea, más que los productos, de una agricultura próspera y no de una agricultura que viene en caída libre.
Para nuestro país, una nueva amenaza se cierne, estamos financiando el paramilitarismo agrícola, estamos exportando 600 millones de dólares para lograr un equilibrio en la disponibilidad de alimentos para la seguridad alimentaria, y posiblemente estemos a las puertas de una nueva licuadora que introduce alimentos a Venezuela y los saca nuevamente para satisfacer la demanda fronteriza colombiana a precios realmente bajos, a menos de un tercio del valor en Colombia. Estaremos subsidiando el consumo de alimentos de casi 30 % de los colombianos. Por otra parte, la importación de mantequillas y margarinas es una negociación que incluye a Empresas Polar en franco posicionamiento agroindustrial en Colombia. Es decir, aquí en Venezuela esa Empresa es un coco siniestro, pero si está en Colombia es otra cosa.
No se trata de desmontar la iniciativa coyuntural de nuestro gobierno, pero el Órgano Superior creado por el presidente Maduro debe revisar en profundidad el significado de estas negociaciones, y sus efectos desmotivadores de largo plazo para las cadenas de las grasas y aceites, carne y leche bovina, y otras que deben estar preocupando al gobierno por las recurrentes crisis de estantería. Mi principal sugerencia a esta nueva iniciativa importadora de alimentos, es recordar aquella pregunta que una vez se hizo JJ Montilla ¿Nos importa la agricultura…qué importamos?
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