La ideología que le da contenido a los actos que realizan los seres humanos en el marco de las fuerzas productivas y que se expresa en las relaciones de producción reproducen y a la vez impactan las relaciones sociales (culturales, políticas, jurídicas y sociales) que realizan los seres humanos en la sociedad. En el capitalismo la propiedad sobre los medios de producción y la compra de la fuerza de trabajo al trabajador, por un salario, determinan el poder de disposición y control del capitalista sobre los mismos. El capitalista, con y a través de sus representantes (directivos, gerentes y supervisores), disponen del trabajo comprado y, en cuanto tal, del trabajador que la desarrolla, igual que lo hacen sobre los medios de producción. De allí que la aplicación y el producto de su trabajo le resulten ajena al trabajador, quien se comporta con respecto al producto de su trabajo de manera indiferente. Indiferencia (o extrañamiento) este que se produce en virtud de que el capitalista convenció ideológicamente al trabajador de que es un hecho “natural” que el producto de su trabajo le perteneciera íntegramente al capitalista; por cuanto, la totalidad de su trabajo le fue comprado, cosa que sabemos es mentira. Si esto fuera cierto, no existiera plus valor por cuanto el capitalista habría pagado al trabajador todo el valor que este creó: no habría plus valor.
Ahora bien, todo esta organización del trabajo capitalista se monta sobre el extrañamiento del trabajador respecto a su trabajo; esto es, respecto a la incapacidad de decidir dónde y cuándo aplicar su trabajo; así como, respecto a la propiedad de su producto. De aquí que el cambio ideológico esencial en el desarrollo de las fuerzas productivas sea hacer al trabajador partícipe (dueño) de la toma de decisiones sobre la aplicación y beneficios de su trabajo. En el comunismo la organización del trabajo en cada área del proceso productivo será el resultado de la participación consciente y democrática de los trabajadores y trabajadoras en el lograr de una mayor productividad. La coordinación del trabajo involucrará la complementación de procesos integrados de participación de los trabajadores que se sirven mutuamente del otro para lograr la mayor productividad del trabajo. Cada área productiva tendrá metas propias que estarán alineadas y armonizadas dentro del proceso productivo con las metas de la empresa.
Sin embargo, esta construcción de relaciones productivas pierde todo sentido si no se aborda el tema del poder sobre el trabajo del otro y sobre su propio trabajo. En el capitalismo se está muy claro que el poder está en las manos del capitalista y es él quien delega entre sus representantes (directores, gerentes y supervisores) la organización y aplicación del trabajo en la empresa. Cada uno con su cuota proporcional de responsabilidad frente al capitalista. Cada uno organizando el trabajo a su nivel. Sin embargo, la nuevas relaciones sociales (del comunismo) frente al trabajo imponen una naturaleza y distribución del poder distinto.
Como en el capitalismo, ese poder se gesta y desarrolla en el gobierno de la empresa: en la dirección de la empresa que impone el capitalista. En el socialismo el poder radica en los trabajadores y trabajadoras. Es decir que las decisiones fundamentales de la empresa se debaten y aprueban por consenso en el seno de los trabajadores, al igual que la administración y los métodos del trabajo de cada área del proceso productivo son debatidos y aprobados en consenso entre los trabajadores de esas áreas. Los trabajadores y trabajadoras discuten y aprueban el plan de gobierno a corto, mediano y largo plazo. Discute el crecimiento (la acumulación de capital), la metas de producción y la distribución del plus- valor. De allí que el plan de gobierno tome en cuenta no solo el crecimiento de la empresa sino su aporte en el apalancamiento y construcción de una economía socialista.
En ese sentido, el plan de gobierno de la empresa lo realizan y presentan los que mejor conocen las técnicas de planificación y dirección; y lo implementan quienes mejor conozcan las técnicas de dirección, control y seguimiento del plan. De allí la necesidad de que la empresa sea una escuela (sea un semillero de aprendizaje) donde todos conozcan esas técnicas de dirección, planificación y control de gestión. Será esa visión de escuela la que democratice y haga viable la posibilidad de hacer rotativa la dirección de la organización del trabajo; pero, también hará posible nuevas empresas socialistas bajo la dirección e ideología de los trabajadores que emerjan de ese semillero.
Los Trabajadores y trabajadoras decidirán cada cierto tiempo quienes cumplen con las mejores condiciones laborales para ejercer las funciones de dirección, de administración y de ejecución del trabajo, de acuerdo a su desempeño y compromiso ideológico con el socialismo. En ese sentido, la empresa como escuela de formación del hombre y la mujer nueva estimulará el máximo desarrollo de la capacidades productivas de cada trabajador. Como también, enseñará la humildad y desarrollará la espiritualidad del ser humano de tal forma que las personas pueda realizar desde las actividades más relevantes o complejas de la empresa hasta las más sencillas sin que ningún conflicto de jerarquías aparezca en su mente.
Los beneficios se decidirán entre todos; como, también los fracasos o pérdidas serán asumidos por todos. Esto sin dejar de reconocer y premiar el empeño, el desempeño y el compromiso en el trabajo. La remuneración o el poder no será el instrumento de motivación para aumentar la productividad por cuento la remuneración será igual para quienes desarrollen toda sus capacidad productiva, con atención siempre en las necesidades de cada trabajador o trabajadora.
Crear esta práctica, en la cual subyace y se consolida la ideología comunista, es tarea de la vanguardia revolucionaria. De ella saldrán los líderes que abrirán camino a una nueva forma de ejercer el poder sobre el trabajo. Ellos serán los luchadores que nunca se rindan y si hay problemas no se descontrolan; porque siempre buscaran soluciones, serán optimistas y desarrollaran un espíritu que contagie ese capacidad de lucha y de optimismo a quienes lo rodean. En ellos y ellas recaerán la responsabilidad de ejercer un fuerte liderazgo que permita hacer la empresa productiva. Y también, recaerá sobre ellos y ellas, a través de su ejemplo, el estimulo y el desarrollo de prácticas que respondan a una nueva ideología comunista. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo.