El 5 de Marzo del 2013 fuimos estremecidos con la siembra definitiva del Comandante Chávez, “casualmente” cuando nuestro almanaque occidental celebra como Día del Campesino Venezolano. Día del Agricultor. El que se levanta antes del canto de los gallos, ara la tierra, venera a San Isidro Labrador, comparte el fogón con la mujer y la cría, en fin, quien aprende y enseña a esperar, cultivar en medio de las adversidades y se hace cuerpo y espíritu de la madre naturaleza, de generación en generación.
Hace siete meses, entonces, el país petrolero más poderoso de América Latina sintió cómo un hombre de la sabana y los morichales, de palabras incansables y emocionantes, se transmutaba en cuerpo horizontal, pensamientos hirvientes y desafíos inconclusos. El Padre- Líder se fue a otra dimensión. El Líder Carismático, el “veguero” (hombre de pueblo, según dicen los llaneros) ya no está entre los mortales para tristeza de muchos y satisfacción de pocos Se esfumaba una voz, un aliento, un espontáneo cantante apasionado por las raíces de la historia local, libertaria, un presidente electo y reelecto. Invicto.
¿Puede la desaparición física de un líder (independientemente de los errores y virtudes que lo caractericen) disminuir la intensidad del proyecto político que encarnó y que, contracorriente, dio coherencia estratégica y convenció a millones de hombres y mujeres de forma original? Es cierto que hubo y hay líderes de esta magnitud que al desaparecer física o ideológicamente, solo dejan cenizas en la arena y, con el tiempo, no pasan de ser un borroso nombre perdido en la débil memoria de quienes hasta ayer eran seguidores de conciencia y admiradores de ocasión.
En Venezuela vivimos la crucial coyuntura que, dependiendo de cómo termine de gestarse, puede implicar un cambio sustancial para la sociedad –mayoría (proletarios y proletarias, asalariados intelectuales, explotados de siempre) y un continuo dolor de cabeza para la sociedad-minoría (burguesía y manipuladores de oficio, políticos con tarifas en dólares, explotadores orgánicos),de allí es urgente preguntarse ¿sobrevivirá el espíritu, las ideas, los sueños y las esperanzas que este hombre predicó durante trece años cargados de golpes y contragolpes?.
Resultad perentorio, pues, reflexionar con la certidumbre que, desde el 5-M en adelante, debemos abonar con el pensamiento luchador y afianzar las acciones que conduzcan a consolidar y materializar lo que se ha logrado y se sueña. En cualquier terreno de la realidad local, nacional e internacional se debe continuar con la bandera en alto, radicalizando el combate de las ideas, desarrollando el proyecto revolucionario, venciendo los miles de problemas que viven “bacterialmente” dentro de las entrañas del país, a veces provocados por nuestros errores y, en otras, por un enemigo que acecha y está parcialmente herido…
No hay tiempo para la duda, la desbandada menos para negociar con el adversario de clase. Es una obligación moral y revolucionaria seguir abriendo senderos diferentes, darle organicidad a las iniciativas individuales y colectivas, enfrentarse sin piedad contra la inercia y el burocratismo corrupto. Fuera o dentro del país deben darse señales irrebatibles de que si bien es cierto sufrimos una “baja”, por demás dolorosa, ahora se ha multiplicado el sentido de Patria, la conciencia antiimperialista y el “gen” revolucionario de nuestro proceso histórico se ha esparcido por los cuatro costados de la Venezuela del siglo XXI.
El mundo entero tiene que seguir escuchando nuestros cantos alegres y el palpitar sublime de nuestro corazón, enamorados por al futuro que estamos construyendo, de manera desigual y combinada. Que sea difícil avanzar sin el Líder no significa que llegó la hora de ceder espacios conquistados, algunos de ellos, con sangre, sudor y lágrimas. El pasado enseña la inmensa capacidad que tiene el pueblo de engendrar y descubrir hombres y mujeres capaces de entregar la vida, si fuera el caso, por el bienestar de los demás y la defensa de nuestra soberanía.
La Diplomacia, particularmente, es uno de los frentes que requiere una consistencia revolucionaria de acero, un concepto gerencial interno y una convicción solidaria hacia todos los pueblos del planeta sometidos a vejámenes, guerras y amenazas constantes. Donde exista una delegación diplomática venezolana debe estar el discurso que estreche, amplíe y profundice el relacionamiento enmarcado en una visión multipolar y la defensa irrenunciable al principio de la soberanía de los pueblos.
El Comandante Chávez colocó en el escenario mundial el pensamiento bolivariano sobre la integración. Exigió infinidad de veces la democratización de los organismos internacionales, los mismos que luego de recibir la orden de los gobiernos imperios autorizaron la invasión de Irak y Afganistán, la masacre en Libia y el financiamiento encubierto de mercenarios en otros países árabes.
Es vital que cada diplomático o diplomática venezolana sea voz prudente pero inflexible. Cauta pero pertinente. Dejar claro en cada momento que sea necesario o estimule , que nuestras ”… relaciones internacionales…responden a los fines del Estado en función del ejercicio de la soberanía y de los intereses del pueblo…” y que “…ellas se rigen por los principios de independencia, igualdad entre los pueblos, libre determinación y no intervención en los asuntos internos, solución pacífica de los conflictos internacionales, cooperación , respeto a los derechos humanos y solidaridad entre los pueblos en la lucha por su emancipación y el bienestar de la humanidad…” .
El desafío que está ante nuestras narices, adentro y allende los mares y montañas, tiene que ser proporcional a la certidumbre que el país-potencia no puede ser una frase temporal sino una realidad, visible a mediano plazo. Murió el Líder… Vivan sus Ideas….!!
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