Mirando la revolución en la agricultura con una lupa y los ojos cerrados

Ni en la prensa opositora se desnuda la revolución bolivariana como se hace desde Aporrea. Este es un espacio necesario, que elimina cualquiera pretensión de acallar las dudas o de mermar la crítica. En algunos casos se siente que algo más mueve el espíritu de algunos escritores que se exceden sin fundamentos en sus comentarios, pero en general es muy satisfactorio como en estos momentos cruciales para la revolución, los temas sensibles de la inflación, de la conspiración económica, la corrupción, la baja producción nacional de alimentos y la impunidad dan nuevas luces, nuevas salidas, nuevas perspectivas y nuevas visiones prospectivas.

La crítica ejercida con propiedad nos quita ese fanatismo ciego que hace de toda la obra de gobierno una evaluación de mejor a excelente, que la obra del gobierno huela a flores en tanto que las acciones políticas opositoras huelen a excremento y sería indigno revisarlas, cuando sabemos y está más que demostrado que la derecha se cuela entre nuestros errores y omisiones, además de montar sus ollas podridas que son parte de su estilo opositor. Aquellos que enceguecidos no defienden a la revolución sino sus gestiones como burócratas quieren tapar los errores del gobierno nacional, y de los gobiernos estadales y municipales, como si fuesen infalibles e intachables.

En el caso de la agricultura, hubo mucha aceptación del discurso en el campo de la gestión de gobierno del Comandante Eterno. Su locuaz forma de exponer la teoría política de una revolución en la agricultura hacía pasar por aceptable unas gestiones ministeriales realmente deplorables en términos de transformación estructural del sistema agroalimentario nacional. Chávez iba por un lado y la agricultura por otro, una especie de fuga melódica, por una parte el comandante inspiraba la generación de gestos reales de soberanía alimentaria y por la otra se desarrollaba y profundizaba la misma política de puertos abiertos de la otrora cuarta república. Logramos hacer del pequeño territorio del Puerto Cabello el espacio donde se obtienen los mejores rendimientos agrícolas del universo. Maduro, por otra parte, detectó tempranamente la farsa del oportunismo importador, y creo, aunque las cifras aun no están del todo disponibles, que este año, si no fue del todo bueno para la agricultura nacional, fue mejor que el anterior.

Retomando el análisis sobre el valor de la crítica constructiva y creativa, extraigo de dos artículos, uno de Miguel Ángel Núñez, que evidencia la posibilidad de incorporar con carácter de urgencia la revisión de la planificación territorial de la agricultura en base a las potencialidades que se ratifican ahora desde el espacio con el uso del satélite Simón Bolívar, pero que es tema sabido desde hace muchos años. No se puede gobernar los ecosistemas de sabanas inundables con las mismas políticas que los altos llanos occidentales, ni los ecosistemas semiáridos de Falcón o Lara. Tenemos que evidenciar si científicamente, el desplazamiento progresivo que hará de Guárico el gran granero de Venezuela es correcto desde la base ecológica en que se sustenta. Teníamos tiempo que ese tema territorial no se trataba con tanta sapiencia.

El otro artículo es de un joven cuadro de la revolución, Francisco Ojeda, no sé si está formado en temas de organización comunal o en la agricultura integralmente. El caso es que las comunas, constituidas aunque no consolidadas, en los territorios rurales representan una cifra que se aproxima al 50 % del total de las censadas en el país. ¡Cosa más grande! En esos territorios habitan apenas 350 mil familias, unos 2,5 millones de personas; los otro 28 millones le tienen miedo a la organización comunal o hay desperdicios en la gestión política que impiden impulsarlas. No esperaba otras cifras, los campesinos son auténticos revolucionarios, son los engañados de siempre, aquellos en cuyo nombre se hizo la revolución mexicana y hoy son los mismos explotados y mancillados. Pero los campesinos son también la gente con mayor sentido de su propia y desventajosas realidad. En su nombre debe hacerse la revolución en la agricultura de nuestra Patria. Estas cifras son el mejor argumento para arreciar en las transformaciones estructurales de la organización social campesina.

Nuestros burócratas no pueden seguir mirando la revolución en la agricultura con una lupa y los ojos cerrados. Hemos llegado al fin de las incongruencias. Hay suficientes bases para montarse en una teoría política de la agricultura venezolana en estos tiempos de revolución.


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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