Maduro: Producimos o nos jodemos

El 5 de noviembre se cumplieron 36 años de la muerte de Alexi Stajanov (1905-1977), un obrero de la minería soviética que preocupado por el pésimo desempeño laboral de la mayor parte de la masa trabajadora en diferentes industrias, hizo un gran esfuerzo humano y de organización para el trabajo y logró incrementar la productividad socialmente deseable en 14 veces, en las minas donde laboraba. Otros que le emularon, le superaron abiertamente. Producir o perder la revolución (Производство или потерять революции). Dicho en criollo Stajanov, estaba arrechísimo porque no veía que la revolución daba frutos y por el camino que andaba, nos soportaría ni guerras, ni escases de bienes básicos, lo cual podía hacer reversible, en el corto plazo, el comunismo.

Stalin, gobernante fuerte y con nada de pendejo, asumió el reto de Stajanov y desarrolló el stajanovismo, una forma de abordar la producción, que para algunos fue un incremento muy alto del esfuerzo exigido a la gran masa laboral rusa, pero en realidad, visto desde la resignificación de la terminología actual, fue una reingeniería de procesos profunda, donde el trabajo socialmente necesario, aliado de la tecnología disponible y en mejora continua, lograron soportar las exigencias de los tiempos de la guerra y de toda amenaza política, militar o económica. Aquel producimos o nos jodemos de Stajanov salvó su patria (digamos que difirió la derrota) y es para nosotros los venezolanos una alerta temprana frente a la amenaza importadora de todo tipo de baratija.

Es posible que el stajanovismo tenga críticas merecidas por las condiciones laborales rusas de entonces, pero repensarlo sobre la base de la situación actual de la revolución bolivariana, puede ser de provecho para innovar en formas y modos de desarrollar una economía social con mejores frutos y de mayor eficiencia.

En estos tiempos de revolución, queremos echarle la culpa de todos los males a ese monstruo que se llama el imperio, y hay bastante de cierto para hacerlo, siempre y cuando aflore la pregunta: ¿Cómo hacemos menos vulnerable esta Patria bolivariana y chavista a esa agresión permanente? Si las respuestas que damos son simplemente de tipo cambiario, de controlar y regular mejor la importación, de buscar salidas fáciles en el mercado externo y en alianzas geopolíticas que nos ven como compradores compulsivos antes que aliados políticos, se cumplirá la máxima de Stajanov: ¡Nos jodimos!

Veamos si podemos estar contentos o menos preocupados, con algunos de estos indicadores, que por falta de confirmación de la numérica oficial, no se pueden ocultar. Las industrias aguas debajo de la petroquímica nacional, plásticos y otros derivados, trabajan a menos del 30% de su capacidad instalada; las industrias de Guayana dan pena ajena, han bajado la producción y la productividad del trabajo, son un desagüe de real parejo; hemos inventado cientos de industrias que no reportan nada, que no se sabe si siguen en los contenedores o en las cajas de embalaje. Maderas del Orinoco tiene en sus patios una gran planta procesadora de madera del pino Caribe, pudriéndose al sol y la lluvia, sin instalar.

Fruto Vivas, una vez llegó a decir que los pinos del sur de Monagas tienen el potencial para salvar la Gran Misión Vivienda Venezuela, y en respuesta, este quien escribe dice que primero hay que salvar a Maderas del Orinoco. El stajanovismo necesario para la agricultura será, un día de estos, tema aparte.

¿Cuál es la estrategia nacional de incremento de la producción y de la productividad socialmente necesaria? Vaya pregunta más antigua dentro de estos años de revolución. Cuando afloró la propuesta de los cinco motores, Chávez olvidó el motor de la producción nacional, o simplemente los burócratas bellacos le omitieron información. Hoy, no hay estrategia visible, todo lo que significa productividad suena a capitalismo aborrecible, cuando es posible pensar en abordar la producción y la productividad desde la perspectiva de una sociedad sustentable, socialista. Dormir en bueno cuando es la hora de ir a la cama, pero ese no es el papel de los gobiernos, en esta materia tan peligrosa.

Estamos en el mejor momento para hablar de trabajo, de formación para el trabajo, de esfuerzo productivo con visión territorial, con métodos modernos de control de gestión, incluida la contraloría social, que rebase el mero chisme y la evaluación compulsiva. La revolución ha entrado en la fase de la planificación necesaria para invertir adecuadamente y sin espasmos (el mejor sinónimo de un operativo), analizando, pensando bien y ejecutando mejor. Retos, planes y metas. Sin ambages creo que un estímulo más allá de lo monetario, nacido de la conciencia, podrá sacarnos de esta parálisis productiva, de este estado de amenaza latente y crónica de la guerra económica.

Estamos en un buen momento para que Maduro diga como Stajanovich: producimos o nos jodemos. El discurso recurrente sobre las importaciones masivas de cada uno de sus ministros de la economía es desalentador en materia de retos productivos. Enmendar la plana a sabiendas que está en juego la coyuntura electoral, pero acostumbrados estamos a esas lides, que siempre son el pretexto para no tomar decisiones realmente transformadoras. No podemos darnos el lujo de decir que somos mejores importadores que la gente de la cuarta república. Importar se está convirtiendo en una aberración de la revolución.

Si se difiere el discurso y la acción productiva diremos a coro: por no producir, ¡nos jodimos…!

mmora170@yahoo.com


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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