Si hacemos un recorrido exhaustivo por la obra de Carlos Marx referida a su crítica sobre la Economía Política de su tiempo, observaremos que ella versa fundamentalmente sobre el valor de las mercancías, sobre lo que hoy llamamos PIB o precio global de, por ejemplo, la producción de un período económico. Ese valor de producción aparece inductivamente expresado en valores de fábrica, en precios de producción o de equilibrio entre fabricantes, o en precios mercantiles de equilibrio entre fabricantes, comerciantes, banqueros y terratenientes.
La función de El Capital y la de Marx fue desmontar las falsedades esgrimidas por los clásicos sobre la fuente del valor, primero por parte de los fisiócratas y luego por quienes desde entonces relegan la fuente de la ganancia al mercado y no a los centros de producción de las mercancías. Los clásicos reconocieron el valor-trabajo, pero no descubrieron explotación del asalariado en las fábricas, o sea, consideraron que el salario pagaba su trabajo, y no su fuerza de trabajo.
En El Capital, el volumen o cantidad de los valores de uso ocupa muy pocas páginas, y sólo están referidas al número de unidades-valores de uso o mercancías-que entran en las transacciones comerciales como soportes del valor de cambio nacido en las fábricas y luego cambiado por precios ya sujetos a vaivenes de oferta-demanda. Se menciona en el Libro II a los efectos de describir la circulación del capital, por ejemlo: D-M-P... M'-D'.
De allí que el valor o valor de cambio aparezca primero como una relación cuantitativa entre bienes y no entre sus valores, no entre las dosis de trabajo contenidas en los bienes intercambiados. Marx admite que en el mercado el valor se trueca en precios, pero sin que estos se divorcien de aquel.
Los valores de uso son citados en El Capital cuando trata el tema de la productividad de la fuerza de trabajo; de esa manera, la mayor o menor energía creativa o rendimiento de la fuerza de trabajo (mejorable con la ayuda de los medios de producción a los cuales, técnicamente, la Economía vulgar les atribuye productividad y con ello se les acredita derechos a participar en las ganancias como capital) la mayor o menor productividad laboral, decimos, pone en evidencia las diferencias productivas de las fábricas entre sí. Como estas operan aisladamente, cada una fábrica valores de uso más o menos caros, más o menos baratos, según sus composiciones orgánicas de capital y según la calificación de sus trabajadores, de su organización, etc.
Son los marginalistas-técnicos de Economía-quienes dedican muchas páginas a los valores de uso. La “utilidad marginal” le sirve de base a los analistas de precios para ocultar los costes medios (valores medios) en la fábrica, además de ignorar la plusvalía. Ellos manejan la convicción de que la utilidad o productividad es decreciente[2] con el volumen de la producción debido a la rigidez del valor de algunos medios de producción que, si bien entra como capital[3], sólo una porción de él entra en los costes.
Nos hallamos, pues, ante una Contabilidad burguesa, con unos marginalistas o técnicos económicos y calculistas de precios-no Economistas-que les permite remarcar los valores medios con cada incremento de su oferta. La curva de oferta manejada por aquellos calculistas suele ser creciente de izquierda a derecha, mientras la curva de demanda es decreciente de izquierda a derecha, y el supuesto equilibrio de mercado quedaría logrado en los diferentes puntos de intersección de esas curvas al valor remarcado más elevado y correspondiente a cada intersección. El valor de fábrica es convertido en precio marginal de venta a los comerciantes, a partir de una curva llamada “utilidad marginal decreciente” u oferta de costo creciente.
El caradurismo de los analistas marginalistas es tal que, a sabiendas de sus remarcajes en fábrica de los valores que ellos manejan como decrecientes, siguen sosteniendo que el mercado es la fuente de las ganancias. Ocurre que los valores de la fábrica salen remarcados con unos precios inflados, aunque en los costes no incluyan el valor excedente impago a los asalariados, o sea, el plusvalor El costo de producción no es usado para conocer el valor medio y usarlo como valor y añadirle una ganancia estimada extraída del precio reinante en el mercado, sino que se usa el remarcaje en cuestión. Esto nos revela una teoría que miente ex profeso cuando afirma que la empresa sale a buscar ganancias en el mercado.
El resultado de ese manejo marginalista es acomodaticio, no es científico y sólo responde al deseo del empresario de obtener máxima ganancia con mínimos costes. Así, cuando fijan los valores de venta con los que lanzan su oferta, valores que luego recibirán precios de acuerdo al juego de la oferta-demanda, pretenden vender toda su producción con un valor de producción que sólo pertenece a la última unidad de valores de uso, de allí la denominación de “costo marginal”. Lo que hacen sencillamente, pues, es remarcar el valor medio real de la producción, y sin embargo, en paralelo afirman que la ganancia procede del mercado.
De allí comprendemos cómo desde el propio seno de los galpones fabriles burgueses se maneja técnicamente el remarcaje de los precios de los valores inferiores de fábrica que luego son ofrecidos en los mercados, como el precio de equilibrio que supuestamente nivela la oferta-demanda.[4] Según este precio la ganancia de la empresa quedaría reducida a los diferenciales de precios remarcados.
Ese procedimiento marginalista ha convertido la Teoría Económica burguesa en una alcahueta teórica de la falsedad de los valores manejados por los fabricantes, con el ánimo de cargar al mercado la fuente de la ganancia ya que lo viable sería vender al precio del valor medio de fabricación más la ganancia estimada y no al costo marginal, ya que sólo la última unidad de producto lleva un valor encarecido respecto a todas los demás.
Los remarcajes de precios que hacen los comerciantes intermediarios es sólo una extensión del remarcaje de los valores en fábrica. Conste que este procedimiento es exhibido y vendido como una artilugio digno de tanta admiración y respecto profesional que hasta Nobelados ha producido.
[1] Extracto de PRAXIS II en borradores.
[2] Cantidad de valores de uso-oferta-creciente, por causa de una utilidad o productividad marginal decreciente.
[3] El valor o coste de los medios de trabajo, más allá de su depreciación, entran como un todo con su valor de compra y por eso pesa sobre la tasa de ganancia a la cual van derrumbando mientras los otros costes de fabricación sigan aumentando. Sólo debería considerarse la depreciación, pero es costumbre burguesa cargar todo el valor de compra de los medios de trabajo como inversión a sobre la que se espera determinada tasa de ganancia.
[4] Véase Heinrich f. v. Stackelberg, Principios de Teoría Económica, Parte IV, cap. 1.3, fig. 26. Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1959.