Las elecciones municipales, a realizarse este domingo 8, serán escenario de una nueva derrota que las fuerzas revolucionarias le propinarán a los sectores que propugnan revertir el proceso de cambio que se ha venido construyendo en Venezuela en el transcurso de los últimos 14 años, liderado, en primer término, por el Comandante Chávez y, ahora, conducido por el Presidente Nicolás Maduro.
Como hemos sostenido en recientes notas no se requieren dotes especiales de videntes para hacer tal afirmación. Sencillamente es una afirmación presentiva que se puede formular a la luz de los datos que arroja la observación de la palmaria realidad emanante del fluido ambiente político que se desenvuelve en el país.
Oposición predecible
Esta oposición que tenemos en Venezuela se caracteriza por una conducta tan predecible en su quehacer y rendimiento político, tan falta de creatividad, que a un estratega de la talla de Hugo Chávez le resultaba relativamente fácil determinar con anticipación cuál podía ser el rumbo que optaría la oposición ante ciertas circunstancias. Y para un conductor como Nicolás Maduro y al equipo que lo rodea, formados en y desde las entrañas chavistas, mapearles el camino a las huestes opositoras es, también, una tarea que se desarrolla sin mayores exigencias o complicaciones. Los mayores problemas, obstáculos y dificultades se le presentan a este equipo desde el interior del propio chavismo, producto de los errores y contradicciones surgidas en su interior antes que a la efectividad y sapiencia de los dirigentes opositores.
Aunque parezca lo contrario, una de las debilidades más acentuadas de la presente oposición es el monitoreo al que están sometidos sus dirigentes desde el exterior, desde los círculos imperiales, que operan, internacionalmente, guiándose por un Manual de intervención y desestabilización, que aplican, indistintamente, en todos los países objetos de intervención, pues, al margen de las características o especificidades que revistan cada uno de ellos, las variaciones son muy pocas, de orden táctico o coyuntural, pero las líneas gruesas de acción o de carácter estratégico las mantienen de manera imperturbable; es la rigidez imperial fundada en la seguridad de la fuerza. Salirse de este cepo, a los dirigentes opositores que piensan con cabeza propia, que los hay, les resulta, prácticamente, imposible; en el seno opositor privan los que más se ciñen al guión imperial (léase: Capriles, López y Machado, que por su condición más lacayuna son los que disponen de ingentes recursos y de mayor exposición mediática empresarial).
El camino avieso
A raíz de las elecciones sobrevenidas de abril del presente año, a consecuencia del fallecimiento del Presidente Chávez, la oposición obtuvo un caudal de votos bien significativo pero, en vez de hacer de ello un uso racional, inteligente, que les permitiera continuar acumulando fuerzas para eventuales contiendas electorales, optaron, ciñéndose al Manual desestabilizador, por salir a la calle a drenar su arrechera, por un presunto fraude, produciendo el lamentable saldo que todos conocemos, cuando en realidad tal conducta aviesa obedecía al propósito burgués imperial de pretender derrocar al gobierno bolivariano por la vía insurreccional. Y dentro de ese propósito se han mantenido a lo largo de todo este año, en el que han desatado y profundizado un plan golpista con muchas aristas: acentuar la onda de desprestigio al Presidente Maduro y a las instituciones fundamentales del Estado; una guerra económica tendente a atosigar a la población con el aumento desmedido de los precios, la escasez y acaparamiento de productos básicos, estímulo al mercado negro del dólar paralelo, inflación inducida, contrabando, etc., (hacer “chillar” la economía); sabotaje a los servicios públicos, en especial el eléctrico; calentar la calle con protestas y manifestaciones, la mayoría de ellas, generadas artificialmente para crear un ambiente propicio para sus planes desestabilizadores que debían producir la sensación de caos generalizado, de colapso total del gobierno; todo ello apuntalado en la manipulación mediática más perversa. El golpe silente que debía tener su punto culminante en las elecciones que se van a escenificar en las próximas horas.
Patético papel opositor
Es decir, en vez de desarrollar una política de masas, constructiva, dirigida a ganarse la aceptación de la población con propuestas fiables a los problemas de las comunidades, como corresponde a una oposición seria, con un proyecto alterno de país, que se plantea reconquistar la hegemonía que han venido perdiendo en la sociedad, optaron, como siempre, por la vía golpista de la desestabilización. Toda una acción, por demás, predecible para la dirección político-militar de la revolución que ha sabido conducir magistralmente una ofensiva que ha desarticulado la pretensión desestabilizadora, que ha colocado contra las cuerdas a los especuladores y hambreadores del pueblo, que ha desnudado a la oposición y que la ha puesto en el patético papel de tener que salir a defender y justificar lo injustificable, el acaparamiento y la especulación. Esta derrota económica, política e ideológica, que se le ha propinado al imperio y a la burguesía parasitaria, de ello no debemos tener la menor duda, se va a expresar en los resultados electorales de este domingo.
La oposición quiso polarizar estas elecciones con el manido argumento de que lo que está en juego es la confrontación entre dictadura y democracia. Cuando realmente lo que está presente es la disyuntiva entre especulación y desestabilización burguesa –imperial y la democracia socialista bolivariana expresada en el legado de Chávez que nuestro pueblo sabrá honrar con su lealtad dándoles el más grande de los revolcones a quienes han evidenciado un alevoso sentimiento antipatriótico y antipueblo.