Un piano cien veces tocado por cien pianistas suena cien veces diferente aunque todos toquen la misma tocata; la cosa es distinguir la genialidad del ejecutante por parte de quien oye.
Como diría Jorge Luis Borges, que la cosa sea distinguir la frontera entre las tinieblas y las luces, y yo me permito parafrasearlo, que no estoy claro respecto a la frontera entre ruido y sonido pero me ha dado igual oír a tal pianista porque lo escuché con el corazón solamente.
Sus padres lo habían dejado acá la noche anterior a cargo de una señorita que es su abuela, porque ellos iban a un fandango navideño, pero me tocó asistirlo respecto a la limpieza en vez de darle el tetero, que es mejor.
Pero valió la pena ya que a la mañanita cuando creí que el mocoso dormía en el regazo de mi sobaco, no era así sino que estaba cual Beethoven en su mejor etapa, desplegando su genio creador sobre las desvencijadas teclas de un bicho que tal vez San Nicolás puso ahí.
Se me nublaron mis ojos porque ha sido un 28 de Diciembre.