En el Día de la Maestra y del Maestro: Homenaje al Maestro Revolucionario Jorge Rodriguez

Jorge Rodríguez fue maestro de formación y merecedor del título de maestro en el sentido que lo expresó Simón Rodríguez, quien afirmó: «El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, (...). El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender». Jorge Rodríguez no solo fue maestro, es un maestro revolucionario. En este Día de la Maestra y el Maestro queremos rendirle homenaje a todas y todos los maestros revolucionarios, en especial a Jorge Rodríguez.

Jorge Rodríguez nació en Carora, estado Lara, el 16 de febrero de 1942. Rodríguez se graduó de maestro rural en la Normal Gervasio Rubio, antiguo Centro Interamericano de Educación Rural (CIER). En el acto de graduación le correspondió dar el discurso en nombre de los graduados, en palabras de Velásquez Morillo: «estaba radiante y ese verbo característico que tenía a flor de labios cuando a nombre de las y los graduandos le correspondió dirigirse a sus padres, representantes, familiares y demás invitados». Hay un registro fotográfico de Jorge como líder estudiantil a los 15 años en un mitin en sus tiempos de estudiante en Rubio. En 1959, en la plazoleta del Edificio Nacional, en Barquisimeto, lanza una campaña de alfabetización de campesinos. En ese acto queman un muñeco representando el analfabetismo. Su experiencia como alfabetizador en Quibor, estado Lara, resulta muy importante en su vida revolucionaria. Esta fue la primera campaña de alfabetización revolucionaria en el país. El 25 de julio de 1976, el maestro revolucionario Rodríguez fue asesinado en los sótanos de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip). Rodríguez fue víctima de la violencia burguesa, de la violencia capitalista.

Presento en este breve artículo unas primeras ideas en torno al pensamiento educativo de Jorge Rodríguez. Se trata solo de un esbozo, de un tratamiento inicial, de un vuelo rasante. Se requiere el estudio de sus escritos, de sus intervenciones en diversos actos políticos para extraer de ellos elementos que sirvan de base para la elaboración de una pedagogía revolucionaria.

Algunas ideas centrales en el pensamiento de Jorge Rodríguez, fundamentales para una pedagogía revolucionaria, son las siguientes:

1) el estudio riguroso y disciplinado,

2) reconocimiento de la importancia del contenido y de la teoría,

3) adopción de un compromiso de clase,

4) reconocimiento de la escuela (el aula) como lugar de la lucha de clases,

5) oposición al espontaneismo y el empirismo,

6) adopción del marxismo-leninismo como teoría y guía para la práctica revolucionaria,

7) reforzamiento del estilo de trabajo revolucionario, de los valores revolucionarios, y

8) reconocimiento de las limitaciones de las luchas estudiantiles y del papel de la escuela en la transformación de la sociedad

No elaboraré en detalle cada una de esas ideas. En principio elaboraremos solamente tres de ellos. Estos son: la importancia del estudio riguroso y disciplinado, la escuela (el aula) como lugar de la lucha de clases y reconocimiento de las limitaciones de las luchas estudiantiles y del papel de la escuela en la transformación de la sociedad. Sobre el primero de estos punto, podemos decir que el propio Rodríguez servía de ejemplo sobre el valor del estudio rigurosos y disciplinado para la lucha revolucionaria. En especial demostró sus habilidades como estudiante durante el debate en torno a la nacionalización burguesa del petróleo en tiempos del primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez. En su Informe a la I Asamblea Nacional de la Liga Socialista, presentado el 1 de julio de 1975, Rodríguez nos muestra su capacidad de análisis, el resultado de su dedicación al estudio en la práctica revolucionaria.

No existe educación neutra, la clase dominante maneja el sistema educativo para ponerlo a su servicio. Para Rodríguez, en la década de loa años de 1970, «(...) en esta etapa de reacomodamiento del capitalismo, éste necesita de mano de obra calificada y ésta no la constituyen los obreros de las tabaqueras, sino Uds compañeros [estudiantes de la UDO]. La empresa capitalista se ha planteado la adecuación del aparato educativo a sus planes de desarrollo capitalista. Este interés de la burguesía se orienta también a lograr el sometimiento político de las universidades y particularmente del movimiento estudiantil y profesoral democrático y revolucionario. (...)» (p. 34). Señalaba Rodríguez claramente que: «Los planes de control de la educación y de los estudiantes tienen igualmente implicaciones policiales. Se sabe que la mayoría de las autoridades de las instituciones educacionales del país, colaboran no sólo con los cuerpos policiales internos, sino también con la CIA. Este hecho tiene efecto represivo en el plano político y en el plano económico. (...)» (p. 34). Enfatiza Rodríguez, en otra intervención, que: «Es evidente que en los reajustes que se provocan en el sistema capitalista está contemplada también la reorganización y reorientación del sistema educativo. Este hecho tiene una profunda significación para el señalamiento de una política estudiantil. Así como los reajustes del sistema productivo capitalista entrañan una política de sobre-explotación de la clase obrera, la reorganización burguesa del sistema educativo contempla una mayor sujeción en la formación del estudiante, a quien se trata de condicionar plenamente a las necesidades del sistema para convertir al estudiantado, a través de carreras cortas y «compartimentadas» celosamente desde el punto de vista «técnico», en mano de obra calificada en capacidad de servir a los planes neocapitalista de organización de la economía venezolana. (...)» (p. 178). Para Rodríguez no es posible construir una universidad nueva, popular y realmente democrática en el marco del sistema capitalista. Por eso las luchas revolucionarias no pueden limitarse a la transformación de la educación, de la universidad, «(...) es necesario trabajar denodadamente por la transformación de un sistema que se refleja en la propia universidad» (Rodríguez, 1979, p. 106).

Rodríguez tenía bien claro que los estudiantes no constituyen una clase social. Sobre lo cual era enfático: «(...) puede negarse la tesis de que los estudiantes por sí solos constituyen una clase y una fuerza determinante» (p. 105). Igualmente reconoce que: «(...) en América Latina (...) la juventud estudiantil ha cumplido, cumple y seguirá cumpliendo un papel de avanzada combativa y estimulante de las luchas liberadoras. (...), la práctica de la Revolución Latinoamericana ha contado con heroicos jóvenes comprometidos en las luchas más difíciles, pero tampoco será posible hacerla sin ellos, y es más, a ellos corresponde elevar su papel de avanzada, ligarse a las clases históricamente destinadas a dirigir la Revolución, aprendiendo de ellas, la juventud será una fuerza invencible. (...)» (p. 104). Los estudiantes, los empleados, los obreros y los profesores deben comprometerse con las luchas de los trabajadores. «(...) tenemos que ligar su esfuerzo, al esfuerzo de los obreros. Los profesores que tienen conocimientos teóricos, deben vincularse a las obreras de las tabaqueras, a las obreras de las pesqueras, a los obreros de la Mercedes Benz, etc. Los que se gradúen de abogados en vez de ponerse a robar y saquear, con juicios amañados, deben ayudar realmente a la defensa de los obreros, de los explotados. Los técnicos deben negarse a ser instrumentos dóciles de este sistema de explotación (...)» (pp. 34-35).

También reconoce Rodríguez que el movimiento estudiantil se desenvuelve contradictoriamente entre entre la tendencia proletaria y la tendencia pequeño-burguesa. Apunta que: «Este comportamiento tiene una raíz de clase muy definida, obedece al patrón de comportamiento pequeño-burgués» (p. 181). En esa contradicción, las organizaciones revolucionarias habrían, por sus errores, facilitado el triunfo de la tendencia pequeño-burguesa. El antídoto sería someter al movimiento estudiantil «a la dirección absoluta del proletariado» (p. 181).

Como hemos visto en estas líneas hay sobradas razones y afectos para dedicarle este Día de la Maestra y del Maestro a un maestro de la talla revolucionaria de Jorge Rodríguez. En este momento, nada mejor que sus propias palabras:

«El mejor homenaje que le podemos tributar a todas las y los combatientes caídas y caídos, es perseverar con firmeza revolucionaria para lograr hacer realidad los principios por lo cual estos lucharon, combatieron y cayeron con dignidad frente al enemigo. Ellas y ellos jamás morirán porque vivirán en el corazón del pueblo y en el mundo que transformaremos para hacerlo más hermoso y más digno de ser vivido. Ese mismo pueblo, hoy o mañana, le rendirá el homenaje a que son acreedores los hombres y mujeres que dan su vida por las ideas más hermosas: aquellas orientadas a transformar el mundo.»

Referencias

Rodríguez, Jorge (1979). El pensamiento de Jorge Rodríguez. Caracas: Ateneo de Caracas.

Velásquez Morillo, Gaspar (22 de julio de 2011). Yo vi al maestro Jorge Rodríguez. http://www.aporrea.org/ddhh/a127139.html



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Julio Mosquera


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