Desde hace algún tiempo hemos querido abordar el tema sugerido en el título de las presentes Notas, en la convicción que el mismo encierra uno de los retos políticos más importantes de los que tiene planteado, ineludiblemente, el movimiento revolucionario en Miranda y, por extensión, en el país, en el esfuerzo mayúsculo por construir una nueva sociedad.
Es evidente que la llamada, a nuestro juicio, inadecuadamente, clase media ha sido poco permeable a los planteamientos de transformación social contenidos en el Proyecto de País liderado por el Comandante Chávez, puesto en ejecución desde hace 15 años cuando las fuerzas del bolivarianismo chavista asumieron el control del gobierno de la nación; señal indicativa de esta aseveración se refleja en los resultados arrojados en los distintos procesos electorales (alrededor de 17) en los que se hace ostensible la primacía del voto contrario a la revolución bolivariana en los centros de votación ubicados en las zonas densamente pobladas por esos sectores medios. (Particularmente esta situación se patentiza en las parroquias y municipios que conforman el Este de Caracas y, muy especialmente, en el Eje Metropolitano Mirandino conformado por los Municipios El Hatillo, Baruta, Chacao y Sucre, en cuyas urbanizaciones, la proporción, en promedio, de votos emitidos es de 8 a 2 a favor de la opción opositora o de la más rancia derecha conservadora)
El gobierno la ha atendido
Y todo ello viene aconteciendo de manera reiterada, a pesar del manifiesto empeño, como debe ser, del gobierno bolivariano de emprender políticas de distinta naturaleza destinadas a favorecer o proteger, directa o indirectamente, a estos sectores medios, como han sido: las decisiones gubernamentales eliminando la práctica neoliberal de los créditos indexados o los atosigantes créditos balón que afectaban sobremanera a esos sectores en la adquisición de vehículos y viviendas; las políticas crediticias y proteccionistas para la pequeña y mediana empresa; el reconocimiento y pago oportuno de las cuentas que instituciones financieras y bancarias le habían esquilmado a los ahorristas, sobretodo, pertenecientes a estos sectores; la inauguración de Centros de Diagnóstico Integral, (CDI) en urbanizaciones pudientes, para efectiva y gratuita atención de salud; el combate a la especulación, en el marco de la guerra económica, que la burguesía comercial e importadora ha venido impulsando, de manera grosera, en productos destinados al consumo de sectores de mayor poder adquisitivo; el combate a la creciente especulación generada por la burguesía inmobiliaria con el alquiler de locales en centros comerciales con la expresa finalidad de forzar el aumento desmedido de los precios de los bienes y servicios que se expenden en los mismos; la construcción de la Línea 5 del Metro que prestará eficiente servicio de transporte masivo, especialmente, para los habitantes de urbanizaciones del Este de Caracas, etc.; y como estas, muchas otras decisiones y políticas, concebidas para atender, a estos sectores, conformados, también, por ciudadanos venezolanos que como tales tienen todo el derecho a ser sujetos de la acción de un gobierno, que como el bolivariano, se plantea el bienestar y el logro progresivo de la mayor suma de felicidad posible para todos quienes habitamos en la patria venezolana. Sin menoscabar, naturalmente, la atención prioritaria que deben tener los sectores mayoritarios, históricamente, excluidos y más vulnerables de la sociedad.
El riesgo político
Pero la inquietud surge cuando se observa que, a pesar de todo ese sostenido esfuerzo gubernamental, la resistencia al proyecto bolivariano, por parte de estos sectores medios, no sólo se mantiene sino que tiende a acentuarse y ampliarse. Y siendo, que en una sociedad democrática, como la nuestra, las elecciones son el desiderátum a través del cual se decide la orientación o el cauce que ha de tener el proceso político; dándose el caso que, aún cuando, en el país, se está desarrollando un cambio inédito, revolucionario de la sociedad, se corre el riesgo político, en cada lance electoral, de que el proceso de cambio se trunque ante un eventual triunfo de las fuerzas opositoras, que, como se sabe, están influenciadas o monitoreadas, pronunciadamente, por el centro imperial; eventualidad que implicaría un profundo retroceso no sólo para Venezuela sino para las esperanzas de redención de todos los pueblos nuestroamericanos ; y ese riesgo, precisamente, se hace presente en la renuencia de los sectores medios, por lo menos, en una fracción significativa de ellos, a asumir al Proyecto Bolivariano como suyo.
Salvo en las elecciones presidenciales del 2006 en las que el Comandante Chávez fue reelecto con un holgado 62,84%, en el resto de los tantos lances comiciales la relación ha sido, en promedio, 55 a 45, a favor de las fuerzas revolucionarias, excepción hecha, claro está, del Referendo por la Reforma Constitucional (2007) ganadas por la oposición con un 51% y las presidenciales del 2013, en las que se impuso el Presidente Nicolás Maduro con un 50,61 % frente a un 49,29 % obtenido por el candidato opositor.
Es decir, luego de 15 años el Proyecto Bolivariano no logra consolidar una sólida mayoría que le permita acelerar y profundizar los cambios que están señalados en el Proyecto de País, legado de Chávez para la construcción de la nueva sociedad, fundamentada en los postulados y valores del socialismo bolivariano del siglo XXI. En otras palabras, no logra alcanzar, aún, la hegemonía en la sociedad venezolana. A nuestro entender, fundamentalmente, porque no se ha logrado descifrar a las capas medias de la sociedad venezolana, especialmente, a esa densa porción que se encuentra ubicada en el Eje Mirandino del Este de Caracas.
En próximas entregas continuaremos con el tema.