Por un lado el gobierno nacional realiza esfuerzos supremos por construir puentes hacia el diálogo y la convivencia, reconoce los problemas de delincuencia que nos aquejan y fija políticas concretas para solventarlos, avanza con paso firme en la ofensiva contra la guerra económica y aprueba leyes que protegen al Pueblo de los zarpazos criminales de quienes con groseros márgenes de ganancia nos han robado históricamente. Por otro, alguna oposición se sienta a dialogar y aunque sigue culpando de todo al gobierno y huyendo a sus responsabilidades, ha dado un salto cuántico al aceptar la legitimidad y autoridad del Estado nacional. Y al margen estás opciones y de la ley, pocos pero escandalosos disociados que dejando caer sus caretas y revelando su real rostro, añoran rutas violentas e inconstitucionales.
Esta semana, dos de esos escandalosos que ni vale la pena nombrar, lanzaron al aire sus alaridos y convocaron a que el Pueblo (¿sabrán lo que es el Pueblo?) tomara masivamente las calles exigiendo quién sabe cuál de esas consignas que suelen lanzar a los cuatro vientos, logrando una “movilización” que dejó claro el liderazgo político de este par: ninguno.
Franelas y pancartas diseñadas y repartidas con antelación con el deseo de hacerlos pasar como espontáneos sumados al llamado, “movilizaciones” donde se contaba a sus valientes participantes con los dedos de una mano (si, esos tres o cuatro debían ser muy valientes para no temer al ridículo de llamar a una causa perdida a las decenas de miles que les veían con curiosidad), convocados a realizar apagones que entre la final del beisbol y las novelas de la noche nadie recordó... fracaso tras fracaso, sigue demostrándose que quienes apuestan por atajos seguirán cada vez más condenados a seguir saliendo con las tablas en la cabeza.
Si bien hoy son pocos los extremistas, no debemos olvidar que hasta hace muy poco algunos de quienes se muestran dialogantes hicieron llamados similares a la calle y la protesta, con saldos fatales que siguen pendientes ante la ley y que algunos parecen querer reeditar.
Entrada al carril legal para beneficio de todas y todos; salidas desesperadas e ilegales para saciar las ansias belicosas de una cada vez más ínfima minoría. Paz versus caos: he allí las dos opciones que se ofrecen al país. Para la gente cuerda es sin ninguna duda, una decisión muy fácil de tomar.