Maduro perdió el control

    Cuando el pitcher pierde el control y envía un lanzamiento tan desviado que el receptor no lo puede atrapar se dice Wild Pitcher. En términos peloteros nuestro Presidente no encuentra la goma de la revolución. La celebración del 23 de enero fue escenario para uno de esos desaciertos  cuando se pusieron de acuerdo los dirigentes del PSUV en reivindicar el  tristemente célebre “Espíritu del 23 de enero”.  Maduro, Jorge Rodríguez y Darío Vivas, si ya habían nacido para los días de 1958, todavía estaban en edad de usar pantalones cortos. La versión del “espíritu del 23 de enero” que les vendieron a ellos no fue la autocrítica sino la de perseverar en los errores de la izquierda en aquellos tiempos.
 
   Lo cierto es que el empeño por justificar el presente errático de la política gubernamental  lleva, a los hijos putativos de Chávez,  a crear un enredo histórico de marca mayor  sacando  del  mismo sombrero, sin ninguna explicación a:  a) la Junta Patriótica  presidida por Fabricio Ojeda , b) el Pacto de Nueva York, antes del 23 de enero subordinado a las órdenes del Departamento de Estado c) el lamentable “espíritu del 23 de enero” después de la caída de Pérez Jiménez que significó la renuncia del pueblo al poder d)  el Pacto de Punto Fijo de octubre del 58  consumado con la luna de miel del  “espíritu del 23 de enero” y d) el bronce revolucionario de Fabricio Ojeda empuñando su fusil  de las FALN en las montañas de Venezuela en 1962 estupefacto, insurgente y arrecho ante la reivindicación, que intentan hacer ahora,  del “espíritu del 23 de enero” contra la cual el Comandante Roberto se reveló autocríticamente.  La línea política del PSUV busca producir una confusión   mayúscula, en las nuevas generaciones de revolucionarios, con esta manipulación deliberada por su derecha interna, la  cual falsea la historia para con ello intentar  justificar sus desviaciones derechistas en el 2014 presentándolas como si fueran  la continuación de las luchas revolucionarias del pueblo desde las décadas del 50 y el  60 hasta el presente.
 
   La Junta Patriótica, presidida por Fabricio Ojeda, fue un frente de lucha revolucionaria contra la dictadura cuya virtud más relevante fue el protagonismo de los comunistas con   la izquierda revolucionaria antibetancourista de AD y el sector más radical de URD. Su gran error político fue renunciar a la lucha emancipadora para abrirle paso “al espíritu del 23 de enero”. La esencia de esta línea política consistió en la aceptación de un pacto de clases entre los trabajadores y la burguesía para la estabilización de la democracia burguesa. La responsabilidad política de esta desviación  recae en la derecha interna del PCV encabezada por Pompeyo Márquez con el apoyo de la vieja Junta Directiva Nacional de la Juventud Comunista donde estaban Freddy Muñoz, Teodoro Petkoff, Germán Lairet, “Caraquita” Urbina y Antonio García Ponce entre otros.  
 
     Los errores políticos de los comunistas  en el 58 fueron inducidos por la misma derecha interna, dominante en su dirección que: a) repudió inicialmente a la revolución cubana y condenó al “loquito” de Fidel Castro por aventurero, b)  exigió,  sin conseguirlo, a las bases del PCV su  apoyo a la candidatura de Rómulo Betancourt sin importarle el pacto de aquél con el  imperialismo  norteamericano y c)  apoyó la expulsión diplomática del país, el 27 de abril de 1958, de Hugo Trejo   quien a la cabeza de la juventud militar conspiraba para cerrarle el paso a Rómulo Betancourt . La derecha interna dominante en el  BP del PCV impuso, después del 23 de enero, una política de unidad con las fuerzas “vivas de la nación” aboliendo la lucha de clases. Ese fue el  “espíritu del 23 de enero” concretado en aquellas vergonzosas mesas redondas donde se sentaban orgullosamente los comunistas con Eugenio Mendoza y con los firmantes del Pacto de Nueva York en un diálogo político que no podía conducir a otra cosa, como a la larga ocurrió,  que a la exclusión histórica de los revolucionarios del poder. El Pacto de Punto Fijo firmado en octubre de 1958 ratificó el de Nueva York que ya había sentenciado la exclusión de los comunistas a lo cual contribuyó la desmovilización de la lucha de clases decretada por el llamado “espíritu del 23 de enero” que apagó la efervescencia revolucionaria del año 58. Todo esto fue reconocido autocríticamente más tarde por los revolucionarios y por el propio Fabricio Ojeda.
 
   Recuerdo como si fuera hoy la indignación de Aquiles Nazoa cuando cuestionaba las “mesas redondas”  y  el “espíritu del 23 de enero” al sentenciar  que los verdaderos revolucionarios sólo debían asistir a esas mesas redondas para  ponerlas patas arriba.  No creía Aquiles en aquella izquierda traicionera que décadas después develó  su preferencia por el neoliberalismo. En el alma  angustiada del poeta se anidaba el Credo de Aquiles Nazoa, “creo en los poderes creadores del pueblo”.
 
   El “espíritu del 23 de enero” le dejó el camino libre a los planes imperialistas de Rómulo Betancourt y fue el preámbulo de los 40 años que oscurecieron después al país.


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Sergio Briceño García

Profesor Universitario de Filosofía de la Educación Jubilado de la UPEL. Autor del Poemario "Porque me da la gana" y de la obra educativa "Utopía Pedagógica del Tercer Milenio". Ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.

 sergiobricenog@yahoo.com

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