Un 4-F sin Chávez: simbolismo, ruptura y profundización ideológica

El 4-F de 1992, ha sido transformado en un hito simbólico en la historia inmediata de Venezuela. Mucho de ello se debe al propio Hugo Chávez y su arrolladora personalidad carismática, pero no puede – ni debe- dejarse encajonar en esa representación.

Hay una herencia histórica que debe ser reconocida y entendida en torno al 4-F. En primer lugar, la figura de Chávez encarna la representación simbólica-concreta de dos de los sujetos históricamente subalternizados – en el sentido de Gramsci- en la Historia de Nuestra América. Chávez es un Zambo, surgido de la unión entre indígena y afrodescendiente. Hablamos por lo tanto de sujetos que han sido explotados, sometidos y relegados del proceso social y político en la historia de este espacio. Chávez se transforma en un “sujeto peligroso”, cómo actor político, no sólo por el impacto de su discurso contra-hegemónico, sino por el hecho que ese discurso es emancipador. Eso es, un discurso que se resiste – en la praxis- a las formas de explotación inherentes a la lógica del sistema capitalista.

En segundo lugar, la plataforma política sostenida en el Libro Azul, que es un documento que abarca la etapa final de la conspiración cívico-militar (1990-1992) recoge la necesidad de dotar el accionar político que sería emprendido el 4-F de una base histórica característicamente venezolana, pero al mismo tiempo, identificada con la lucha contra las desigualdades heredadas después de la ruptura del vínculo colonial en los inicios del siglo XIX. En el Libro Azul, Chávez habla del Sistema EBS (Ezequiel Zamora, Simón Bolívar y Samuel Robinson). Esas raíces, están vinculadas a interpretaciones de la realidad del siglo XIX venezolano, pero subsumen la problemática de toda Nuestra América: la lucha por la igualdad social y política, la necesidad del cambio cultural y finalmente la férrea oposición al “orden” oligárquico resultante después de la expulsión – y derrota militar- de los españoles.

En tercer lugar, los acontecimientos del 4-F reflejan un debate histórico-historiográfico y una lucha entre actores y fuerzas políticas. Es un debate acerca de tres modelos de democracia, planteado en la 1era mitad del siglo XX venezolano. Una pugnacidad entre los que sostenían la necesidad de una democracia restringida y liberal, que ponía limitaciones al ejercicio del voto, bajo alegatos racistas y socio-céntricos; por otro lado los que impulsaban un modelo liberal-representativo con centralidad en el “hacer y decir” de las élites partidistas en una perspectiva socialdemócrata y finalmente, los que insistían en una democracia popular y participativa, que se realizará – o mejor se concretará- en un hacer colectivo y no individual.

Es así mismo un debate entre actores y fuerzas políticas. Por un lado, la burguesía articulada al gran capital de la economía-mundo a través del control coercitivo del Estado y las formas autoritarias o limitadas de ejercicio del poder, que defendían el primer modelo de democracia. Por otro lado, las élites urbanas y la clase media emergente que se articuló como actor principal de los partidos socialdemócratas(socialcristianos) surgidos a partir de las décadas de los años 40 y 50 del pasado siglo XX (AD-COPEI-URD). Finalmente, estaban los que se alinearon con las clases subalternizadas y pretendieron organizarlas en acciones de lucha y resistencia contra-hegemónica, proponiendo la conformación de un Bloque Histórico, tal como lo hizo el Partido Comunista en esa época.

En cuarto lugar, el 4-F se traduce en la sepultura simbólica – práctica- de la conciliación de clases sostenida a través del Pacto de Punto Fijo (1958). La visión corporativista, a través de la cual se pretendía mantener satisfechos a los sectores económicos, sociales e institucionales de la Venezuela de la 2da mitad del siglo XX, se vio contundentemente rechazada en la manifestación violenta y abrupta de un sector importante en la conciliación: las fuerzas armadas. Eso introdujo el debate acerca del papel de los militares en los procesos políticos y redirigió la discusión acerca de las relaciones entre poder civil y poder militar. Debate que se mantiene y profundiza por la acción de Chávez mismo, en su ejercicio de poder entre 1998-2013.

Este primer aniversario con la ausencia física de Chávez, debe servir para discutir sobre la naturaleza de su acción política y su praxis discursiva. En términos de su acción política, debe ser entendida no en forma lineal, sino como una consecuencia de los momentos vividos. Creemos que en el desarrollo de lo que denominamos el Proyecto Bolivariano (usamos esa expresión en vez de hablar del fenómeno Chávez o del Chavismo) hay un conjunto de etapas que van más allá de lo sostenido por el propio presidente Nicolás Maduro.

Entre 1992-1998, se asiste a la etapa de movilización y popularización del Proyecto Bolivariano. Está etapa está marcada por el debate acerca de dos tesis: la tesis conspirativa-insurreccional y la tesis institucional-movilizadora. La tesis conspirativa-insurreccional sostenía que en las circunstancias del sistema político venezolano era imposible alcanzar el poder en forma pacífica y había que insistir en la concreción de una acción de insurgencia. El propio Chávez impulsaba está lectura, sobre un análisis de las dificultades y resistencias que los organismos de represión del Estado venezolana desarrollaban contra los miembros del MBR-200. La tesis institucional-movilizadora, fue sostenida por el actual Gobernador del Estado Zulia, en la frontera con Colombia, Francisco Arias Cárdenas. Planteaba la necesidad de penetrar la estructura de poder, bajo las reglas de la democracia representativa y avanzar progresivamente cómo una opción política en términos de un proyecto alternativo, pero sin profundizar las transformaciones. Esta última tesis, demostró su efectividad cuando Arias Cárdenas se impone – sobre un apoyo y movilización popular inmensa- en las elecciones de Gobernador en el año 1995.

Luego de ese triunfo, Chávez comprende la necesidad de renunciar a esa tesis radical-insurgente y adopta parte del planteamiento de la tesis institucional-movilizadora. Decimos parte, pues no renuncia a la idea de una superación de la “denominada situación de origen” (crisis) planteada en el Libro Azul, aspecto éste que lo distancia de los supuestos sostenidos por Arias Cárdenas y que sirven para explicar la ruptura que se generará entre los dos, en el año 2000.

Una etapa de amplio apoyo popular se prolonga entre 1998-2000, caracterizado por la incorporación de sectores muy diversos (socialdemócratas, comunistas, socialistas, movimientos populares, tránsfugas, empresarios, etc) al denominado Movimiento Quinta República (MVR). Ello genera contradicciones entre los sectores civiles y militares más identificados con el Proyecto Bolivariano y quienes lo ven como una oportunidad de disfrutar de las mieles del poder. Eso nos permite entender y explicar a personajes como Luís Miquelena, Alejandro Armas, Jorge Olavarría, entre otros.

Entre el 2001 hasta 2004, se produce una etapa de reorganización de las resistencias al Proyecto Bolivariano y a una alianza obrero-patronal corporativa contra Chávez. La necesidad de concretar el Proyecto Bolivariano, luego de la relegitimación de poderes del año 2000, que lo enfrentó con Arias Cárdenas, llevó a un choque de intereses, en términos geoeconómicos, sociales y geoestratégicos. Geoeconómicos, pues Chávez emprendió un proceso de retoma del control del Estado, ante el progresivo desmontaje que había sido objeto a través de la denominada Agenda Venezuela desarrollada por el Gobierno de Rafael Caldera y contando con la dirección del excomunista Teodoro Petkoff.

La conspiración – o articulación- de las resistencias internas, oponiéndose al avance en defensa de la soberanía y los intereses del Estado ante esa burguesía articulada al capital trasnacional se concretó a partir de diciembre de 2001, cuando FEDECAMARAS llamó a una paralización que contó con el apoyo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), controlada por sindicalistas ligados a Acción democrática (AD). En el primer trimestre del año 2002, se agregarían sectores civiles, la iglesia, las fuerzas armadas y los medios de comunicación, con el soporte técnico y financiero de la USAID.

En términos sociales, esa movilización en contra del Proyecto Bolivariano representaba el “miedo a la revolución” que encarnaba ese Zambo, que transformó en sujetos históricos y protagonistas a los sujetos subalternizados. Chávez representaba la visibilización del fracaso de la tesis sobre la inexistencia de violencia histórica y simbólica en la sociedad democrática-liberal venezolana. El discurso de Chávez asumió la representación y el protagonismo anhelado por esos sujetos subalternizados (mujeres, mestizos, indígenas, afrodescendientes, zambos, mulatos, migrantes, etc) desde la finalización de la Guerra de Independencia después de 1824. Eso era muy peligroso, tanto en términos políticos como en términos representativos para los grupos de poder y las elites propietarias en Venezuela y en el sistema-mundo.

En términos geoestratégicos, Chávez comprendió que un proceso de superación de las contradicciones derivadas de la lógica del capital no podían ser superadas exclusivamente por Venezuela. Era necesario articular esfuerzos y avanzar en la idea troskista de una “revolución permanente”, para evitar el aislamiento del proceso venezolano. Eso significó la utilización del petróleo como arma estratégica. SE definió a partir de la convocatoria de la Cumbre de Caracas o de países OPEP en el año 2000, que permitió el reflotamiento de ese instrumento y propició el hecho de comenzar a contar con recursos económicos provenientes de un mayor control soberano sobre el negocio petrolero.

Entre el 2005 hasta el 2010, se produce la repolitización ideológica del proyecto bolivariano. La oportunidad política que significó el retiro electoral de la oposición en las elecciones legislativas de 2005, la derrota del candidato único de la oposición (Manuel Rosales de Un Nuevo Tiempo, partido escindido de AD) en 2006, impulsó a Chávez a radicalizar el proceso y declarar el carácter socialista del Proyecto Bolivariano. Sin embargo, la derrota de la Enmienda Constitucional solicitada en 2007, mostró que el “miedo a la revolución” también estaba presente en lo interno de las organizaciones políticas que lo apoyaban.

Ante ello, inició una etapa de organización política concretada en la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que inicialmente pretendió constituirse en partido único del Proyecto, pero después comprobó – y entendió- la imposibilidad de ello. La reactivación del Polo Patriótico mostró la imposibilidad por sí sólo del PSUV de imponerse electoralmente. Entre 2008-2012, la concreción del Proyecto Simón Bolívar, del que ya hablaba en el Libro Azul se llevó a cabo. La perspectiva de análisis ahí contenida, brinda una línea de acción programática en términos anti-capitalistas que es interesante, pero que ha sido torpedeada y boicoteada por la denominada “derecha endógena”, que se resiste a una verdadera acción o praxis liberadora.

Este 4-F sin Chávez, representa una prueba para la profundización o no del Proyecto Bolivariano. El Presidente Nicolás Maduro, debe enfrentarse decididamente y en forma concreta con los actores que se re-articulan ante la “caída anímica” que significó la muerte del líder bolivariano en marzo de 2013. La concreción en Ley del denominado Programa de la Patria, transformado en Plan de la Patria abre un debate acerca de la urgencia de la profundización del proceso de ampliación democrática iniciada y representada en los múltiples consejos comunales, comités de tierra, agua, energía y las otras formas de organización del llamado “poder popular”.

Surgen inquietudes e interrogantes necesarias: ¿Se impondrá una visión ortodoxa y dogmática del pensamiento de Chávez, que conduzca a una “sacralización” del mismo, perdiendo su esencia insurgente?¿ prepondera la matriz de organización y movilización popular que conduzca a la disolución de las formas de mediación y control personal-organizativo que existen en toda estructura partidista? ¿Se podrán concretar las acciones tendientes a la superación de las lógicas de dominación y control del capital, mediante la profundización del papel real y simbólico de la revolución bolivariana en el contexto de Nuestra América? ¿Podrá Maduro controlar el impulso de la “derecha endógena” que quiere secuestrar el protagonismo popular y encasillarlo en una perspectiva obediente y sumisa a sus intereses reformistas? Estas respuestas sólo las podrá responder la propia dinámica de acción y la posibilidad que la denominada democracia revolucionaria, que ha sido sembrada adquiera mayor impulso.


Historiador/politólogo
Juane1208@gmail.com


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Juan Eduardo Romero

Dr. Mgs. DEA. Historiador e Investigador. Universidad del Zulia

 juane1208@gmail.com

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