Con Leopoldo cualquiera se engaña, uno lo ha visto sudado –de utilería- como un atleta, una franela sencilla y corriendo hacia nosotros –se nos viene encima- hasta saltar con estilo olímpico unas vallas, como diciéndonos que Leo, puede salvar cualquier escollo, porque está preparado para ello.
Pero con Leo, cualquiera se engaña, cuando uno le ve en la pantalla entrevistado sobre tal o cual tema y el carajo respondiéndolos con “tal naturalidad” como un especial, que no cualquiera, demócrata perfumado.
Leo, engaña, sencillamente, lo sabe hacer y lo hace con “tal naturalidad” que ya desde afuera se percibe como uno de los precursores de un futuro Consejo Nacional de Transición… por su disposición a Mammon.
Leo no parece ser buen lector, por lo menos no de la realidad venezolana, debe saber más de lo que se vive en ORLANDO, que lo que hacemos acá, en este intento de construir PATRIA y MATRIA, todos los días, y donde todos los días la “voluntad popular” que dirige Leo se encomienda al terror y sobre el se inspira su labor doctrinaria para que los jóvenes lo sigan en su credo genocida de jugar con ellos hasta la muerte –la de ellos, claro está, la de los jóvenes con los que pretende terminar la patria. Leo, si lee algo es la CARTA INTERAMERICANA, la que invoca cada vez que se le antoja desde su “malinchismo” para pedir la intervención que salve a la patria del castrocomunismo.
Leo es joven, no hay duda de su juventud de niño bien. Y de su postura guerrerista, con una máscara antigas en la mano y aquel rostro de odio importado, de ceño satánico y la bestia interna que lo hace degenerar en una especie de nerón tropical que equivocado llama a no equivocarse y dicta líneas: el enemigo es Maduro. Leo no es cualquier joven, utiliza si, a cualquier joven, y de una manera u otra les dice vístanse de formol y los utiliza para la muerte, para vengarse contra los que le reclamaron lo de “los reales de PDVSA”.
Hoy día de la juventud Leo, en su “esprín trainin” quiere ganarse la voluntad popular (de los gringos que mandan) para constituirse en el ungido. Al contrario de Ribas, el valiente patriota que con seminaristas y un pequeño ejército de jóvenes se le plantaron a un imperio que sin carta interamericana se vendió como el amo de las indias, Leo apuesta a la muerte –la de otros, claro está- para erigirse en un joven prospecto del fascismo “necesario” para nuestros pueblos. Es el anti – Ribas de estos tiempos y como tal entrena nuevamente para reeditar su Batalla de la Derrota.
A seguir el ejemplo de nuestros libertadores.