Es posible que el poeta Gustavo Pereira, quien todos sabemos es un intelectual de talla en esta nación que reverdece, haya carecido de información sobre lo ocurrido en materia de manteniento en Venezuela, hace varios años, como fue la desaparición de la Fiscalía de Mantenimiento por allá, entre la década del 70 y la del 80, en plena cuarta república.
En estos momentos no recordamos el nombre del Fiscal de Mantenimiento que estaba al frente de esa institución, pero uno recuerda que la gente decía que dicho funcionario se la pasaba de viaje en viaje, como turista rico, mientras tal Fiscalía al parecer funcionaba en el aire, sin interés alguno por la vigilancia, resguardo y vigilancia del patrimonio nacional.
Y es como una mancha que no ha podido ser borrada, eso del mantenimiento, porque todavía parecemos no entender el valor que tiene el hecho de cuidar nuestros bienes y lo de nuestros es porque es de todos los venezolanos.
Pero con certeza, el mantenimiento de todo los que nos rodea -asunto inexplicable- pareciera no interesar a ningún funcionario y no sabemos cuál es la razón. Y por ello es que el poeta Gustavo Pereira habla desde el fondo de su corazón de “...conceptos como conciencia, eficiencia, probidad y hasta sensibilidad, valores todos que una revolución verdadera privilegia”.
Y compartimos su idea de que nos encontramos frente a un problema de índole cultural y bastante profundo. Si queremos tener ejemplos, solo nos basta con colocar en estas letras que entregamos, expresiones que escuchamos en las callles, como esa que reza “El mayor chiquero de la ciudad se llama Centro Simón Bolívar”, y dicen que es así porque la planta de la Torre Norte parece la pensión de los de los miserables, quienes duermen en cajas de cartón, en medio de inmensa suciedad, sin contar que el pasillo tipo mezanina, hace recordar a Clementina la hediondez que conoció en su visita a la India, donde anduvo con un pañuelo mojado tapándole la cara.
¡¡Increible!!
Pero es que gran parte de la ciudad -fuera del centro- ha sido víctima de esa carencia de una política de mantenimiento. Y ello tiene que ver con todo si entendemos realmente que mantener es preservar, es cuidar, es limpiar, es proteger, es vigilar que las cosas estén bien cuidadas y funcionen de manera perfecta.
La moda no puede estar por encima del mantenimiento y esa es la gran mancha capitalista que se cierne sobre nuestras vidas, obligándo a nuestra gente a pensar que lo que tiene, lo que adquiere, no tiene valor de patrimonio y que debe olvidarse del bien que posee, tirarlo y adquirir otro nuevo. Y esa premisa pareciera acompañar a todo el sistema de servicios públicos, que parecieran deteriorarse en menos tiempo del que han sido concebidos.
No cuidamos parques, alcantarillas, servicios de transporte, calles, aceras, paredes, semáforos, paradas, vehículos y pare de contar, porque se nos ha sembrado de que todo bien debe durar poco y dar paso a uno nuevo que hay que adquirir y que es mejor que el que tenemos. Tenemos que hacer el esfuerzo de entender que la revolución es un hecho cultural, porque si no lo aceptamos estaríamos negando este proceso de transformación que sacude a Venezuela y parte de Latinoamérica y el Caribe.