Ya no cabe duda que lo que sucede en este estado ha sido tomado por los enemigos internos y externos de la Revolución, como la joya de la corona, como el objetivo clave en sus planes de, por cualquier medio distinto al electoral, reconquistar el poder y así complacer a sus amos del Norte.
Por ello han sucedido los hechos que sobre todo en este estado andino estamos padeciendo y que cada día se incrementa con acciones que ya rayan en terrorismo.
Este, como sabemos, es un territorio que por sus características, de frontera, pero no cualquier frontera, sino la que nos tocó con un país que no cabe duda responde a los intereses imperiales, con bases militares que con seguridad son fuentes de exportación de planes como los que están en pleno desarrollo, que tiene grupos paramilitares que son un insumo perfecto para que los apátridas de aquí los contraten como mercenarios, que tiene un líder fundamental como el ex presidente Uribe, quien no ha tenido empacho en declararle la guerra de manera pública y abierta a nuestro proceso, cuando en múltiples oportunidades se han denunciado y enfrentado planes para convertir el occidente de Venezuela en lo que se ha dado en llamar la “media luna” y cuando para nada han servido las estrategias de los cuerpos de seguridad para frenar los cada vez más numerosos hechos vandálicos que estamos padeciendo y que ya están causando mella en toda la población hasta el punto de que escasean los bienes y servicios de manera alarmante, la población que tiene su propio medio de transporte se ve limitada a usarlo por el temor de que los vándalos se lo destruyan, el transporte público no sale, aduciendo que no se le garantiza seguridad, y todo ello a medida que pasan los días se agrava y causa no sólo estragos materiales sino en la psiquis de la gente con desenlaces fatales, es absolutamente necesario, a mi entender, que las estrategias adoptadas, que nadie afirma han sido exitosas, sino todo lo contrario, tienen que ser modificadas con el fin de llevar sosiego a la familia tachirense.
Aquí hemos vivido épocas de crisis, por ejemplo cuando el paro petrolero, y todos recordamos cómo por ejemplo el problema del trasporte fue minimizado poniendo a circular unidades del ejército y vehículos oficiales que movilizaban a la población, la fuerza pública se veía en la calle y por lo menos infundía respeto.
Es verdad que el fenómeno de las guarimbas estaba aún incipiente, ahora este método perverso se ha convertido en el arma reina de una minoría que tiene en ascuas a una mayoría y, es la sensación tal, que el comentario generalizado es que las fuerza del estado están acorraladas, pues han limitado su actuación últimamente, a abrir un espacio para un vehículo, en cada barricada, dejando allí el material acumulado para que los facinerosos con mucha facilidad vuelvan a montarla, antes por lo menos se llevaban los materiales y le hacían más difícil a los alzados sus acciones obstructivas en las vías.
Es tal la impotencia y sensación de impunidad que se hacen manifiestas, que no es raro oír comentarios de que hay infiltrados en los mandos oficiales, que con el cuento de jugar al desgaste, de los guarimberos, desgaste que no se vislumbra para nada, pues cada día ellos se toman nuevos espacios y saquean y destruyen lo que les viene en gana, lo que en realidad están haciendo, “sin querer queriendo” es colaborarles indirectamente.
Ahora bien, en el día de hoy el gobernador en rueda de prensa anunció que había tomado la decisión de no sacar más fuerza pública a la calle, pues ya no iba a permitir más insultos vejámenes y agresiones contra sus integrantes, pero además que se les acusara de estar disparando a matar cuando todo el mundo sabe que nadie de los cuerpos de seguridad podía portar armas con balas.
Es una medida hasta cierto punto lógica pues partir de su implementación los revoltosos no tendrán contendores a quienes insultar y acusar y si quieren enfrentamiento tendrá que ser entre ellos, lo que sí no debería abandonar el primer mandatario es su estrategia de despejar las guarimbas por las noches para que amanezca el paso expedito para quienes deben salir a su trabajo y demás actividades, pero no simplemente abriendo un boquete en la barricada por donde pase un vehículo, sino recogiendo todo el material a fin de que les sea por lo menos más difícil reponerlo, así va a llegar el día en que se les agoten los insumos para seguir con su táctica obstruccionistas de las vías públicas.
Lo que aquí está sucediendo no se parece a lo que sucede en otros lugares del país, por las razones expuestas a lo que se suma que al frente de las acciones vandálicas está un terrorista de vieja data, con prontuario y ahora con poder político y económico, quien se la está jugando toda, porque sabe que para él lo que está realizando le va a dejar una buena ganancia en dólares y entonces lo que le anima es la conveniencia más no la convicción pues su causa, él lo sabe, no va a servir para la toma del poder, pero sí para convertirlo en un adinerado a costillas de la puesta en peligro de la vida de incautos e ingenuos adolescentes a quienes de paso les está destruyendo su futuro, porque encima de que les está secuestrando su pensamiento, en virtud de que está presumiblemente utilizando la droga como medio para mantenerlos incondicionales, lo que está formando para el futuro son drogadictos y un problema de suma gravedad para cada familia que de manera inconsciente permita que sus hijos e hijas participen en acciones desde todo punto de vista demenciales..