El viernes 16 de febrero de 1962, me fugo espectacularmente de la DIGEPOL, mejor dicho del Hospital llamado Puesto de Socorro de Salas. Era un joven militante de la Juventud Comunista de Venezuela de 19 años. Caí preso durante el intento de insurrección que la dirección del PCV y el MIR impulsaron a partir de la huelga del transporte que se inicia en San Cristóbal, estado Táchira, contra el gobierno despótico de Rómulo Betancourt, y pronto se extiende a todo el país. Caracas se suma con fuerza a la huelga y al proceso insurreccional siendo más intensa en la parroquia 23 de Enero, Catia, Lídice, La Pastora, Altagracia, San José y San Agustín del Sur.
Caigo preso cerca de la iglesia de La Pastora, el día 23 de enero, después de combatir con las armas a las bandas armadas paramilitares de AD, la Sotopol, y la policía política llamada Digepol, quienes agredían al pueblo que apoyaba la insurrección. Por un error del Jefe de la Operación, Pío Gil Mendoza, fui cercado por la GN, me escondí en una bodega, cuando voy a retirarme soy delatado por un portugués dueño del abasto que me entrega a la GN, me rodean y apresan.
ORÍGENES REVOLUCIONARIOS
Cuando caí preso contaba con 19 años de edad. Era militante de la Juventud y el Partido Comunista de Venezuela y miembro de las FALN y me estrené en la lucha política en 1956 –apenas con 14 años– cuando ingreso a un grupo clandestino llamado Movimiento Obrero Socialista Indoamericano o MOSIAN, donde convergían jóvenes de pensamiento socialista unos, socialdemócratas, otros. Yo era el de menos edad del grupo. Desde mediados de 1956 hasta la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez participo en círculos políticos y de estudios, reuniones de células para planificar acciones contra la dictadura policial/militar en los que me estaba permitido: riegue de propaganda de la Junta Patriótica o del PCV, llevar mensajes, agitación en zonas fabriles, participar en prácticas de adiestramiento militar en las montañas de Miranda cercanas a la población de Guarenas.
Tuve una intensa participación en todo el proceso que deviene a partir del 1º de enero de 1958 cuando aviadores de Maracay sobrevuelan Caracas y lanzan bombas sobre el Palacio de Miraflores intentando derrocar al dictador o cuando el coronel Hugo Trejo avanza sobre Miraflores con una columna de tanques de guerra con el mismo objetivo. Fue la penúltima estocada contra el régimen.
1957 es uno de los años más intensos del período político anti dictadura. Desde la creación de la Junta Patriótica producto de las políticas unitarias del PCV, la huelga estudiantil universitaria y liceísta del 21 de noviembre, la lucha contra el plebiscito donde MPJ pretende perpetuarse en el poder. Participo en esas intensas jornadas que culminarán con las múltiples acciones de lucha de calle, barricadas, enfrentamientos a la policía y al Ejército en calles y barriadas caraqueñas hasta llegar a la huelga general del 21 de enero de 1958 que dará al traste con la dictadura entronizada en el poder exactamente desde el 24 de noviembre de 1948, cuando derrocaron al Presidente Rómulo Gallegos, hasta el derrumbe de la dictadura el 23 de enero de 1958, lo que significó un largo período dictatorial de 9 años y dos meses. A la sazón trabajaba como mensajero en la sede del Banco de la Construcción en la esquina de La Pelota, en la avenida Urdaneta.
CAÍDA EN PRISIÓN, TORTURAS EN LA DIGEPOL
En enero de 1962 estalla en San Cristóbal, capital del andino estado Táchira, una huelga de transporte que en pocos días se convierte en insurrección y se extiende por todo el país. La situación política es muy tensa y la dirección del Partido Comunista lanza la consigna de la insurrección general cuando aún no estaban dadas todas las condiciones objetivas para ello. Se movilizan todos los aparatos armados del partido: Destacamentos, Pelotones Células, UTC. Casi con devoción y pasión revolucionaria, prácticamente desarmados nos lanzamos a enfrentar al Ejército y nos derrotan.
Yo soy apresado en La Pastora aquel 23 de enero de 1962. Primero me llevan a la Jefatura Civil de la parroquia, de allí me sacan a empellones, me llevan a rastras e introducen a golpes en una patrulla de la policía política; dentro del vehículo los policías me golpean, meten en mi boca el cañón de un revolver amenazándome con matarme si no delato a mis camaradas de lucha. Me llevan al cuartel de la Digepol en las Brisas, Los Chaguaramos, hoy parroquia San Pedro, en Caracas, y allí soy sometido a terribles maltratos y torturas por los esbirros de AD durante casi una semana para que delatara a los compañeros y los planes insurreccionales que presumen los policías tengo; claro que poseía mucha información política y estratégica pero tengo claro que preferible era morir a delatar. De mí no consiguen nada.
Me dieron golpes por la columna y las piernas con una rolo macizo, grueso, de color oscuro, que los policías le decían “el democrático”. Me daban de puñetazos por el abdomen y la espalda estando esposado. Me pusieron electricidad en los genitales con dos cables pelados en las puntas que conectaban a una batería o algo parecido que me producía dolores terribles. Me daban golpes en las piernas y los pies con una porra o black jack de acero. Me obligaron a permanecer de pie, desnudo, esposado con las manos en la espalda, frente al canto de una columna sin permitir moverme y si me movía me daban planazos con un machete. Me echaron baldes de agua estando dormido, desnudo y esposado. Me decían denuestos, groserías, agravios, insultos de todos los calibres caían en tropel sobre el magullado cuerpo. Al final de casi una semana de maltratos y torturas me dejan tranquilo y aíslan en una celda muy pequeña que llaman irónicamente “tigrito”. Recuerdo uno de los torturadores, creo que se llamaba Santos Gómez, que les decía a los otros: “Ese carajito es valiente no le pudimos sacar nada y mira que le dimos de coñazos”.
En el periódico clandestino del MIR, Rojo y Negro, sale el nombre de Humberto Gómez entre los cientos torturados por los cuerpos de la policía política del sátrapa Rómulo Betancourt. Estaban presos en la ergástula de la policía política, entre otros, los dirigentes del MIR Américo Martín y Moisés Moleiro quienes vieron el estado físico en el que me encontraba junto a otros presos políticos y sacaron la información de la prisión y el periódico mirista hizo la denuncia.
PLANIFICACIÓN DE LA FUGA Y LA HUELGA DE HAMBRE
Estando preso comienzo a planificar la fuga junto al camarada Gonzalo González Navas. Con la coyuntura de una huelga de hambre, en acuerdo con Douglas Bravo y otros dirigentes nacionales del PCV que estaban presos en la sede de la policía política planifico la fuga. “Yo no soy para estar preso, recuerdo le dije a Douglas, yo me voy de esta vaina”. Muy débil por la falta de ingerir alimentos durante varios días me desmayo por lo que soy sacado en una patrulla. Me llevan al Hospital de Coche y no me aceptan, hay un ruleteo por varios hospitales, donde igualmente soy rechazado, éste termina, afortunadamente, en el Puesto de Socorro ubicado en la esquina de Salas, en Altagracia donde quedo hospitalizado gracias a la diligencia del Dr. Otto Graterol Payares, también militante del Partido Comunista y quién ya está al tanto de la situación de la intenciones de fuga, pero que no me encuentra bien de salud: debilidad por inanición, asma, hematomas en todo el cuerpo, un principio de bronquitis formaban parte del cuadro clínico.
Del Puesto de Socorro me fugó espectacularmente, cargando unos cadáveres, producto de una operación preparada previamente. En efecto ya hospitalizado recibí tres visitas: la de una querida prima que me lleva ropa, la de mi amada madre, Carmen Margarita García y la de una camarada de la célula en los Aparatos Especiales del PCV, Carmen Aida Paredes (hermana del mártir de la Revolución Venezolana Alí Paredes Yéspica, asesinado vilmente por una comisión de la Digepol en su casa en 1963), que trabajaba en la administración del Puesto de Socorro. Cada quién tuvo una función. La prima llevó la ropa, mi madre me llevó dinero para movilizarme una vez en la calle, más su inestimable apoyo moral y el de los camaradas que estaban afuera. Aída, la compañera que laboraba en el hospital me dio el plan de fuga, la bata de médico y el estetoscopio, unos lentes y un plano de la edificación; todo burlando la vigilancia del policía que me custodiaba. Por su parte del Dr. Graterol Payares, además de tratarme, ponerme suero y administrarme antibióticos y otros medicamentos, porque mi estado de salud se había afectado con los días de huelga de hambre y las torturas, logró convencer a la policía política de que debía permanecer hospitalizado dado mi estado de salud producto de los golpes y la huelga de hambre de casi una semana. Eso le costaría la cárcel al recordado amigo y camarada Graterol Payares pero por poco tiempo, ya falleció este magnífico luchador y al que, aprovecho este escrito, para enviarle un tierno y revolucionario recuerdo a su memoria de luchador.
LA FUGA DEL HOSPITAL O PUESTO DE SOCORRO DE LA ESQUINA DE SALAS
El proceso de la fuga propiamente dicha se da cerca del tercer o cuarto día de hospitalización. Ya preparado el plan de fuga, en la mañana del 16 de febrero de 1962, confiado como está el agente de la digepol que me custodia y al que me he ganado, un joven alto, muy corpulento, de piel negra, oriundo de Barlovento según me contó, le solicité que comprara el desayuno para ambos, el hombre accede, le di el dinero y, pasados unos minutos, voy al baño, me pongo la ropa de civil, encima me pongo una bata blanca de médico, me coloqué el estetocopio en el bolsillo de la bata y después en el cuello cuando salgo al enorme pasillo del segundo piso del hospital. Di apresuradamente la vuelta, volteé para aquí y para allá vigilando no fuese que viniera el policía y para reconocer el sitio. Recuerdo que una persona enferma, una mujer mayor, me salió al paso al veme vestido de médico para consultarme algo, me preguntó si era médico o estudiante de medicina porque me veía muy joven. La tranquilicé y le promete ir a su cama luego, seguí caminando. Llegué a una puertecita –como indicaba el plano– que daba a unas escaleras, la abrí, entré, cerré de nuevo la puerta y bajé las escaleras que me condujeron a la morgue del hospital. Estaba casi en penumbra. Con gran nerviosismo me quité la bata, casi me la arranco de lo nervioso que está y no atinaba a desabrocharla, el estetoscopio cae al suelo y hace ruido. Meto la bata y el estetoscopio en una gaveta que estaba abierta y la cierro. Estando ya con la ropa que me llevó la prima y buscando la puerta para salir, entra inesperadamente una persona, ambos nos sorprendimos. El que acaba de llegar me pregunta qué hago allí a lo que le respondo que me mandaron de la Dirección a ayudar a cargar unos cadáveres. “Bueno, dijo el hombre, ayúdame a meter estos cadáveres en la furgoneta”.
El tiempo apremia, ya deben haber detectado que no está en la habitación –pienso–. Sube mi nerviosismo y la adrenalina. Son dos los cadáveres envueltos en sábanas y huelen mal; en un santiamén los cargamos y los metemos en la furgoneta. El hombre que viene de la Morgue de Medicina Legal es quien maneja la furgoneta. Se despide y parte con su carga mortuoria. Me quedo en la calle esperando que la furgoneta desaparezca y con paso apresurado, a grandes zancadas más bien, casi corriendo llego a la esquina de Caja de Agua, curiosamente la calle está casi sola a esa hora de la mañana, casi no circulan carros, en ese momento pasa un taxi y lo paro, me monto en el auto y la digo al chofer que se dirija a Las Palmas. Me quedo en la esquina de la Avenida Andrés Bello y caminando llego a la casa del arquitecto Heriberto González, un ex preso político bajo el régimen gomecista cuyo hijo, Heriberto González Méndez era militante revolucionario junto conmigo en la misma célula del Pelotón Victoria del Destacamento Verde Olivo de las FALN.
LA PRENSA RESEÑA LA FUGA DE HGG
Esa tarde, en la edición del periódico vespertino El Mundo, en la contraportada, a 8 columnas aparecerá un gran titular: “Se fugó de la Digepol el Castro-Comunista Humberto Gómez”.
El domingo otro periódico, de la amarillista Cadena Capriles, Últimas Noticias”, reseñó la noticia con gran despliegue sensacionalista. En la información de la página 2 tituló: Antetítulo: “HOSPITALIZADO POR HABER TOMADO PARTE EN HUELGA DE HAMBRE”. Título “Preso por terrorismo escapó de manera espectacular del Hospital de Salas”.
Bastante bien documentado el periodista la nota tiene, sin embargo algunas imprecisiones y mentiras. Por ejemplo se dice que me acompañaban dos agentes de la Digepol, sólo era uno y los rotaban diariamente, es decir, uno cada día. En segundo lugar no participaba en acciones terroristas sino acciones de defensa del movimiento popular agredido por el gobierno autoritario de Betancourt, esa era una acusación vil del gobierno tirano para justificar la represión al pueblo y las torturas y violación de los derechos humanos de los revolucionarios presos, cuando no la muerte, el asesinato de activistas políticos de la izquierda. Se señala que en todos esos años murieron más de 3 mil revolucionarios. En tercer lugar, especula el periodista y el periódico que yo, después de la fuga, me asilé en una embajada. Por no ser una información cierta no dicen en qué embajada supuestamente pedí asilo, pero se infiere que está insinuando malintencionadamente que podía ser en la Embajada de Cuba o la de México. En cuarto lugar la huelga no fue en la Cárcel Modelo sino en la Digepol. Hay que señalar que tanto Últimas Noticias como El Mundo y otros medios de la Cadena Capriles estaba muy vinculada a los organismos de seguridad del Estado y a los grupos terroristas batisteros cubanos exiliados en Venezuela, de hecho los terroristas que pusieron la bomba en el Avión de Cubana de Aviación en 1976 por órdenes del criminal Posada Carriles eran fotógrafos de la Cadena Capriles.
En la referida noticia de prensa que publicó Últimas Noticias se lee:
“Humberto Gómez, detenido por cuestiones políticas bajo la acusación de tomar parte en actos de terrorismo, escapó espectacularmente del Hospital de Salas, burlando la vigilancia de dos detectives de la Dirección General de Policía.
Gómez estaba recluido en la cama Nº 33, señalándose que pudo huir probablemente vestido o disfrazado de médico. Por esta causa fue detenido preventivamente el Dr. Otto Graterol Payares y una empleada de la administración que al parecer colaboró con el prófugo.
De acuerdo con los informes obtenidos por nuestros reporteros, Gómez fue llevado al puesto asistencial con el fin de ser sometido a tratamiento médico luego de una huelga de hambre que inició junto con otros presos de la Cárcel Modelo.
Los médicos le habían aplicado el tratamiento correspondiente, pero los detectives de la custodia se descuidaron y Gómez, luego de planear durante algunos días su fuga, logró desaparecer.
Varias comisiones se encargan de buscarlo en los sitios donde se presume pueda estar oculto. No obstante en horas de la noche alguien llamó a Últimas Noticias para decir que se había asilado en una embajada.
La detención de Gómez fue ordenada como consecuencia de estar presuntamente envuelto en actividades terroristas junto con otros elementos”. (Últimas Noticias, domingo 18 de febrero de 1962, página 2).
El terror betancourista se cebó sobre mi familia después de la fuga. Mi casa en la avenida Urdaneta en Caracas fue allanada violentamente. Allí funcionaba un kindergarten que dirigía mi tía Emma Gómez Bernal, como a las 10 de la mañana se presentó una comisión de energúmenos policías violentos y groseros. Había en ese momento cerca de 20 niños, algunos padres cuando tumban a patadas la puerta de la calle y aquellos sicarios, armados hasta los dientes, irrumpen en tropel en aquel hogar y en aquella escuela de niños de 3 y 4 años. Gritos, llantos, “¿Dónde está el terrorista Humberto Gómez?” pregunta un mal encarado policía blandiendo una ametralladora Thompson mientras más de 10 de aquellos se introducían a la casa. Mi tía Emma, mi abuela Margoth Bernal y mi padre Efraín Gómez Bernal se enfrentan a aquellos bárbaros y los conminan a abandonar la casa porque estaban aterrorizando a los niños y a los presentes. Hay un cruce fuerte de palabras y al final se llevan detenido a mi padre. Antes se habían introducido a los cuartos buscándome porque suponían que yo podía estar escondido en la casa. Varios entran al corral y dos son mordidos por los perros que había en la casa asustados por aquellos bárbaros.
Dos o tres días estuvo mi padre detenido en la Digepol.
Quiero destacar la actitud digna y valiente de mi familia al enfrentar a los represores adecos, y la defensa que de mi hizo papá ante los policías que pretendieron descalificarme y ponerme como un terrorista. Me cuenta papá años después que le dijo a los policías: “Mi hijo es un patriota y un revolucionario y sólo defiende sus ideas que ustedes persiguen”. Mi padre, llanero, nativo de El Amaparo, fue hijo de un revolucionario y guerrillero, Humberto Gómez Becerra, compadre de Pedro Pérez Delgado, Maisanta, que el 1º de enero de 1917 tomó, armas en mano, a la población de Arauca.
SUBIDA A LAS MONTAÑAS DE FALCÓN. SALIDA AL EXTERIOR
A partir de la fuga pasé a la clandestinidad y la organización me envía a participar en la fundación del Frente Guerrillero “José Leonardo Chirinos” en el Estado Falcón, al que subí una madrugada con Douglas Bravo, Teodoro Petkoff y el campesino Arcadio Pérez y permanecí un tiempo en la montaña con grandes y queridos camaradas: Genaro Guaitero, Baltazar Ojeda, El Peche, Diógenes Carrillo, el Chema José Manuel Saher, Domingo Urbina, Gonzalo González Navas entre otros muchos.
Meses después fui llamado por la Dirección del PCV (la orden vino de Argelia Laya) para una misión política en el exterior a impulsar tareas internacionalistas del proceso revolucionario venezolano desde Cuba, país al que llego procedente de la Guayana Inglesa, el 1° de octubre de 1962. Permaneceré en la Isla 4 años trabajando en la solidaridad con la lucha revolucionaria en Venezuela, allí trabajo con Martín J. Ramírez, Germán Lairet, Héctor Marcano Coello y otros. De igual manera participo en jornadas permanentes de solidaridad con Cuba y la Revolución. Regresó clandestinamente a Venezuela en octubre de 1966, precisamente llegué de Maracaibo cuando se estaba desarrollando un intento de golpe de Estado contra el gobierno asesino de Raúl Leoni por parte del Mayor Pérez Hernández, Director de Ramo Verde en Los Teques. Resulta que mi padre, Efraín Gómez, fallecido hace algunos años, guardó en la casa de la familia en la avenida Urdaneta de Caracas, parte del armamento del alzamiento del Mayor del que era compadre.
DE LA FUNDACIÓN DEL MPDIN A LA MILITANCIA EN EL MVR Y LA AMISTAD CON CHÁVEZ
A mi regreso de Cuba, después de un largo periplo por Europa (Checoeslovaquia, Alemania, Holanda, Colombia, etc.) me reintegré a la lucha revolucionaria ininterrumpidamente hasta hoy. En 1969 participé en la fundación del MPDIN junto a queridos camaradas como Otto Vander Velde y Luis Beltrán Rivas, para enfrentar los desgobiernos de la Cuarta República con la novedosa tesis del socialismo bolivariano, del nacionalismo popular y antimperialista y de la salida nacional a la crisis política puntofijista durante 30 ininterrumpidos años con significativos saldos organizativos y políticos. Como miembro de la dirección MPDIN participo en apoyo al alzamiento de la juventud militar el 4 de Febrero de 1992. El año 1995 conozco al Comandante Chávez y hacemos una amistad revolucionaria; junto a él y otros camaradas participo el año 1996 en la fundación del Congreso Anfictiónico Bolivariano, para el impulso del pensamiento del Libertador Simón Bolívar en toda América, antesala social de la Celac y celebramos el año 1997, en la UCV, el II Congreso Anfictiónico Bolivariano. En el año 2000 me uno al MVR y desde las trincheras de la revolución bolivariana, desde la Red Social No Hay Marcha Atrás, apoyando el proceso con mi pluma de periodista y escritor, desde la organización popular, desde las escuelas de formación revolucionaria que impulso con fuerza, desde la prensa alternativa y mi revista Caracola, desde los organismos internacionalistas, con la elaboración de libros de Historia, de Política como el que escribí y publiqué de la gesta del Comandante en el proceso electoral de 1998 (Hugo Chávez Frías: del 4 de Febrero a la V República), apoyando inequívocamente al Presidente Chávez y al proceso revolucionario.
Quise dejar constancia de estas vivencias para las nuevas generaciones porque a pesar de haber transcurridos 52 años de aquellos hechos, de los dolores y sufrimientos que me causaron los adecos, la vida me aceró, me endureció para la lucha pero mi sensibilidad se incrementó, mi humanismo y mis ideales revolucionarios se profundizaron. A mis 72 años no me siento, ni cansado ni inútil, ni viejo, sigo batallando en múltiples escenarios: sociales, comunitarios, prensa alternativa, intelectual, educativa y formativa. Mi corazón no alberga odio, pero tengo perfectamente claro quiénes son los enemigos del pueblo y los combatiré hasta el último suspiro de mi existencia.