Generalmente solía reírme de mis contrapartes del MEUP cuando, estudiando en el Pedagógico de Maturín, los oía utilizar frases tremendistas para manifestar sus posiciones políticas e ideológicas. Hoy en día, al ver todo este desastre causado por nuestros eternos enemigos de clase y por sus enfermos operadores, me doy cuenta de la vigencia de esa declaración de lucha, no obstante el aparente cambio de correlación de fuerzas que ha ocurrido luego de casi 40 años de esta historia.
Pero hoy, cuando veo que, no estando directamente en el poder, la burguesía ha acumulado semejante capacidad de hacerle daño a la sociedad, desempolvo del mapire de los meupecos y digo con ellos “definitivamente, aquí hay que Desechar las ilusiones y prepararse para la lucha”.
Para empezar, con toda la tradición que tenía la izquierda venezolana de dirigir los sindicatos más importantes de la industria del país, aquí nunca se vio un paro petrolero en el que sus ruines líderes fueran capaces de atentar física y económicamente contra la industria que le da de comer a todos los venezolanos; nunca en esta larga historia se vio la amenaza cierta de hacer volar toda una ciudad mediante la explosión de cinco buques que acumulaban en su vientre millones de litros de gasolina; nunca se vio cómo líderes del proceso de destrucción de la industria petrolera se solazaran informando tarde tras tarde la paralización de procesos continuos ultra sensibles, cuya re-operacionalización costaría a la Nación millones de millones de dólares. Sus caras denotaban una profunda alegría y una entera satisfacción por la originalidad de sus acciones. Por si fuera poco, sus acólitos en los medios y en la calle se ocupaban de sabotear cualquier acción que fuera en contra de la total paralización económica del país y pobre de aquel que retara el poder omnímodo de la aristocracia petrolera y sus operadores. Recuerdo que en esos días vinieron a la Universidad de Guayana unos periodistas de Globovisión a hablarnos de cómo había influído toda esa tensa situación en ellos y narraban plácidamente cómo en una oportunidad Alejandro Marcano tuvo que salir al aire con una camisa que no combinaba con su corbata “de los nervios que tenía”. Eso y otras cosas me llevaron a preguntarle al desabrido Tinedo Guía, ahorita en EEUU denunciando violaciones de DDHH en Venezuela, dónde se encontraba él cuando quemaron vivo a aquel hombre que salió de madrugada a buscar el sustento familiar, en qué cervecería se encontraba bailando el Mambo number Five, lo cual hacía en plena desgracia de las clases populares durante el paro petrolero!
Ahora bien, después de esos aciagos días quedó en mi mente la constante reflexión de hasta dónde sería capaz de llegar la oposición, en su maquiavélico propósito de acabar con el chavismo; aunque de pronto pensaba que eso había acabado con el paro petrolero; pero enseguida era persuadido por el saboteadorcito ese que uno carga encima que me decía que en adelante había que estar mosca en qué puestos de la administración y de la empresa pública se empleaban a aquellas personas que eran declaradamente opositores. A veces me decía que no debía pensar como ellos, para diferenciarnos de lo que nos hicieron durante cuarenta años de gobiernos del Pacto de Punto Fijo.
Pero el saboteadorcito tenía razón y en estos días cuando vemos todo cuanto ha sido capaz de hacer la oposición, tanto con sus acciones abiertamente terroristas, como con el silencio cómplice de sus más discretos líderes, no me queda otra que acordarme de mis ahora amigos del MEUP y de la Liga Socialista, quienes enarbolaban su grito de lucha con las palaras que sirven de título a esta reflexión. Por mi mente nunca pasó que estos desquiciados opositores fueran capaces de: talar más de 5 mil árboles en todo el país, colocar barricadas suicidas para los incautos y en efecto producir muertes, colocar alambradas de púas para degollar motorizados y en efecto degollarlos hasta causarles la muerte, utilizar en los edificios francotiradores para matar impunemente y en efecto han causado muertes, matar perros y gatos en señal de protesta contra el régimen, quemar abastos y supermercados que surten de alimentos a la población, quemar cavas con alimentos refrigerados para la población, quemar centros de salud, quemar bibliotecas, quemar universidades, lanzar objetos incendiarios a preescolares, asesinar impúdicamente guardias nacionales y civiles q apartan las barricadas, quemar ambulancias, impedir el paso a ambulancias con enfermos hasta provocar su muerte, amarrar en postes personas y someterlos a la tortura, torturar animales, bañar de aceite carreteras y autopistas para producir muertes y en efecto causar muertes, secuestrar conglomerados humanos con mujeres, niños y ancianos enfermos, sicariar (muerte por encargo) a dirigentes estudiantiles y sociales previamente seleccionados, destruir postes eléctricos y semáforos para hacer barricadas y crear el caos, contaminar con gasoil las aguas de un acueducto, echarle candela a subestaciones eléctricas y prenden cientos de hectáreas de vegetación en parques nacionales, etc.
Yo abrigaba la esperanza que ante tamaña evidencia, familiares y amigos conscientes y legítimamente opositores, podían acercar sus posiciones a las mías, por lo menos en este aspecto tan fuera de toda racionalidad; pero no, qué va, ha sucedido todo lo contrario, su oposicionismo ha ido in crescendo al punto de justificar lo ocurrido con, o bien echándole la culpa a los colectivos, a los tupamaros o hasta al mismo gobierno, o con la máxima de Nicolás Maquiavelo según la cual “el fin justifica los medios”.
Ante esta inexorable, cruda y ruda realidad no queda otra que asumir la Declaración de Mao Tse Tung en compañía de los compas del MEUP-Liga Socialista y “Desechar las ilusiones y prepararse para la lucha”, olvidándonos de la posibilidad de establecer un diálogo, conversación o acercamiento con el sector de la derecha; desechando la posibilidad de emplearlos en empresas públicas y del Estado con sensibles responsabilidades, procurar un control de todas las actividades que generan en sus trabajos, incluyendo a las maestras, maestros y profesores de nuestros hijos y nietos, ya que está demostrado que inoculan valores contrarios al sistema democrático y de libertades y crean discriminación, racismo y hacen culto a la violencia. En una palabra, hay que extinguirlos políticamente, en primera instancia; pero si la lucha continúa planteándose en el terreno de la sobrevivencia, pues no quedará otra que pensar en nuestra propia sobrevivencia.