Ecología y crisis civilizatoria
Nota: este esquema comenzó a ser elaborado en enero 2012, teniendo como base varios escritos que mantengo guardados como buscando una mejor inspiración. Gustavo Salas de la Central de Cooperativas del Estado Lara, llamó una vez a esos escritos, el pre-libro de Julio Escalona.
He ido revisando este esquema y el 11 de junio de este año (2012), cuando el Presidente Chávez presentó la propuesta sobre el Plan 2013-19, lo he estado desarrollando como instrumento de reflexión que tiene en mentes el Objetivo Histórico V (defensa de la vida) de ese Plan 2013-19, pues creo que ese objetivo es el eje transversal de la propuesta programática. El piso de ella, pues sin vida no hay revolución posible.
Ahora bien, para completar y precisar el Objetivo V, la Defensa de la Vida, es necesario complementarlo diciendo: defensa de la vida y todas las formas de vida.
Todavía sigue siendo este trabajo un borrador en proceso, una compilación de ideas en las que vengo trabajando desde hace algún tiempo y todavía no encuentro la mejor manera de completarlas y expresarlas. En fin, un trabajo más amplio que todavía no logro alumbrar, pues no logro alcanzar la iluminación necesaria para terminarlo.
Ahora con motivo de la realización del congreso mencionado a realizarse en la Universidad Bolivariana, he decidido publicarlo.
I) Introducción
1) La crisis del capital es la culminación de una larga crisis civilizatoria fundada en valores materialistas, el individualismo, el egoísmo, la competencia por el éxito material, la violencia contra la humanidad y contra la naturaleza.
2) Esa civilización se ha basado en las concepciones desarrollistas, que expresan las estrategias de crecimiento económico del capital, fundadas en la idea de que la naturaleza y el planeta pueden ser explotados indefinidamente, en tanto que los seres humanos como los bienes terrenales, son convertidos en mercancía. (“¿Puede una tierra finita soportar un proyecto infinito? La tesis del capitalismo, el desarrollismo infinito es un modelo destructivo, aceptémoslo.” Presidente Hugo Chávez, discurso pronunciado en la Conferencia sobre Cambio Climático realizada en Copenhague, en diciembre de 2009).
3) Los procesos revolucionarios, por ser procesos inéditos, tratan de buscar referencias en el pasado. Luego, esa búsqueda generalmente se hace y se está haciendo, en condiciones de graves y críticos procesos de agresión y desestabilización promovidos por las fuerzas del capital, tratando de pervertir desde dentro del proceso mismo, los esfuerzos transformadores. Eso se facilita por cuanto los que intentamos los procesos de cambio nos hemos forjado en las entrañas de la sociedad capitalista, hemos sido modelados por ella en los valores materialistas, individualistas, de competencia como guerra de todos contra todos tras el éxito material.
Esos procesos de agresión y desestabilización van condicionando, incluso determinando, los procesos revolucionarios, lo que tiene que ver con las diversas experiencias fallidas que hemos ido viviendo a través de la historia.
El conjunto de las sociedades que emprenden el proceso de transformación, están dominadas por la fuerza de la tradición y la costumbre. Los imaginarios, las lógicas para la solución de problemas, los métodos de trabajo y de dirección, la manera de soñar, suelen enfrentarse al dilema de inventar o errar, como no los planteó el gran maestro Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar y maestro de toda América. Ante ese dilema la línea de menor resistencia es resolver de acuerdo con lo que tenemos en nuestra vieja caja de herramientas, es decir, la fuerza de la tradición y la costumbre.
Este tema también lo planteó Marx como la necesidad de educar al que educa, que también se puede leer como revolucionar al que revoluciona, que es el dilema, quizás más profundo, de los procesos de transformación revolucionaria.
Sabemos sobre las dificultades y derrotas que han resultado aplicando la estrategia fundada en la “toma del poder”; pero ha resultado más difícil tomar el camino de acompañar al pueblo en el proceso a través del cual el pueblo convierta en acto el poder potencial que contiene, es decir, materialice ese poder y lo ejerza. No solamente como poder político, sino como poder espiritual y cultural. Por eso podemos seguir diciendo que el poder no se toma, el poder se construye, sólo que no lo construye alguien desde fuera, una vanguardia, por ejemplo. Es el pueblo mismo expresando sus propias potencialidades, a través de un proceso de autoempoderamiento. El problema de los que se consideran vanguardias es saber orientar y acompañar al pueblo en ese proceso, que tiene un carácter cotidiano de significación estratégica.
Las trasformaciones económicas, sociales, políticas, culturales y espirituales, van conformando a una mayoría de la población en trabajadores, asalariados, en fin, en pueblo oprimido. Pero sólo en la lucha, sólo a través de diversos combates, victorias y derrotas, el pueblo oprimido se va constituyendo como tal, es decir, en un poder. Creo que esta idea la expresó Marx en “Miseria de la Filosofía” hablando de la “clase en sí” y la “clase para sí”. La clase en sí es el pueblo oprimido pleno de potencialidades. La clase para sí es el pueblo como torrente revolucionario que fluye libre derribando represas (interiores y exteriores), construyendo caminos propios, aprendiendo de la experiencia y de la reflexión sobre esa experiencia, construyendo la vida nueva, la cultura, los sueños que no se transforman en pesadilla, horizontes, en fin, otro mundo. (“Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para si. En la lucha, de la que no hemos señalado más que algunas fases, esta masa se une, se constituye como clase para si. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política.” Marx, Miseria de la Filosofía, Capítulo Segundo, p. 72. …”No digáis que el movimiento social excluye el movimiento político. No hay jamás movimiento político que, al mismo tiempo, no sea social”. P. 73) http://www.marxists.org/
Ese es un proceso en el que el pueblo se va construyendo y reconstruyendo como poder. Aquí quizás sea donde las luchas por la transformación revolucionaria se han estancado y han involucionado tomando el camino fácil de reproducir la eficacia y eficiencia de los métodos, valores, instituciones y relaciones sociales del capital, por la vía de revitalizar el mercado como un aspecto de la política económica, orientada a garantizar la producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de la población.
Pero el mercado y las políticas neoliberales no son solo una política y unos hechos económicos. Representan una visión de la vida, del ser humano, de las relaciones del ser humano con la naturaleza; sobre la cultura, las esencias espirituales, la libertad, el éxito, los valores. Entonces, cuando recurrimos al mercado capitalista no estamos restableciendo unas relaciones económicas, estamos restableciendo y multiplicando un centro vital de las relaciones de producción capitalistas, de los símbolos, los imaginarios y de eficacia del poder del capital. Presentarlas solamente como políticas económicas, como problemas técnicos, es una maniobra dirigida a desorientarnos, mientras ocultan las relaciones de dominación, ocultamiento que constituye una de las maneras de imponerlas.
Recordemos muy rápidamente que el mercado es anterior al capitalismo. Los mercados no capitalistas pueden ser una opción importante durante el período de transición. Este tema requiere atención en otro lugar y otro momento. Diremos ahora solamente, que: 1) una de las diferencias sustantivas es que los mercados no capitalistas no son anónimos, pues hay una relación interpersonal que está más allá de la relación entre las cosas; 2) los bienes no son simples objetos-mercancía colocados en la estantería de un mercado: una naranja es una naranja, un pez es un pez, no una cosa metida en una lata. Los bienes tienen personalidad; 3) en la formación de los precios no influye sólo la relación entre la oferta y la demanda, influyen, y a veces mucho, las relaciones interpersonales y las relaciones solidarias.
La satisfacción de las necesidades de la población ha sido un reto crucial para los procesos de transformación revolucionaria de la sociedad. Abordar ese problema exige aclarar qué son las necesidades y transformar radicalmente los patrones de consumo y producción. Este tema lo abordo más adelante en este esquema de trabajo.
4) Si se mantienen las políticas desarrollistas y los actuales patrones de consumo y producción, los ecosistemas terrestres serán devastados radicalmente y probablemente la humanidad, esta humanidad, perecerá. La vida sobrevivirá y seguramente surgirán nuevos rumbos y caminos, a través de siglos o milenios, para el renacimiento de la humanidad.
5) Me parece que tenemos planteadas varias preguntas. Intentaré formular algunas:
5.1) Una primera es sobre la naturaleza del poder del poder del pueblo como poder espiritual. Creo que hemos estado confundidos y yo en particular, sobre la naturaleza del poder del pueblo. Ciertamente, hay que crear una base material para sostener la vida. A las revoluciones se les ha ido la vida en este proceso. Resulta obvio que hay que crear una base productiva para satisfacer las necesidades materiales de la población.
¿De qué habló realmente Aquiles Nazoa cuando habló de los “poderes creadores del pueblo”? Creo que lo que ha impulsado las revoluciones y los procesos de cambio ha sido una fe profunda, una gran esperanza en la necesidad y la posibilidad de un mundo mejor. No ha sido la confianza en las armas que se posean o se puedan poseer u otras herramientas de poder. Ha habido pueblos que han realizado grandes transformaciones prácticamente desarmados. El espíritu de lucha, la convicción en que no se puede vivir la vida como se está viviendo ha sido el motor de la acción, muchas veces sin otras armas que la fe y la esperanza. Sin valores como la solidaridad y el amor altruista (dar sin esperar nada a cambio), probablemente no se hubiese avanzado, no habría habido cambios esenciales.
Por supuesto, hay que alimentar a la población, hay que producir bienes y servicios, pero no se puede olvidar que no sólo de pan vive el ser humano.
Cuando el pueblo venezolano derrotó el golpe en abril de 2002 y el paro petrolero de diciembre-2002 y enero 2003, lo hizo superando difíciles condiciones materiales y llegó a gritar “con hambre y desempleo yo con Chávez me resteo”. Si ese espíritu decae por más bienes materiales de que se disponga, el proceso bolivariano decaerá.
Por eso la política social fundada en la dádiva ha ido fracasado en lograr maduración de la conciencia popular. La gente recibe la dádiva y sigue colonizada mentalmente por los valores capitalistas. Seguirá prisionera de los patrones de producción y consumo propios del capital y del mercado capitalista, y progresivamente la ambición materialista irá matando la solidaridad y el amor altruista. De la misma manera la justicia social que se fue alcanzando irá siendo liquidada y la aspiración a un mundo mejor de justicia, amor, paz, igualdad, solidaridad y democracia, irá mutando en competencia por quien logra neveras, carros, casas, mejores sueldos, ascenso y movilidad social...
La protesta social será principalmente por mejores bienes y servicios para alimentar el estómago, por supuesto, pero también las vanidades y “necesidades” sembradas por el mercado capitalista. Los sueños se convertirán en pesadillas y los “poderes creadores del pueblo”, quedarán transitando hundidos en los subterráneos de la libertad y prisioneros en las cárceles destinadas a sepultar sueños y esperanzas. Probablemente no sólo prisioneros sino también enfrentados al paredón de las ilusiones rotas y mancilladas.
El poder material se habrá impuesto sobre el poder espiritual y estaremos mucho más atrás de donde habríamos logrado llegar. Sólo si el poder espiritual del pueblo triunfa sobre los valores materiales y materialistas, habrá revolución.
5.2) Problemas de la transición y la necesidad de satisfacer las necesidades materiales de la población. Hasta ahora el capital y el mercado se ha presentado como el sistema que ha logrado la mayor productividad material. Las propuestas socialistas han venido fracasando, precisamente, en la necesidad de crear una base productiva que supere las miserias e injusticias del capitalismo. Entonces, se ha planteado retomar el camino capitalista para resolver los problemas inmediatos de las necesidades materiales, entendiendo que esta es una transición necesaria. Esto ha sido prácticamente una fatalidad, pues la urgencia de resolver los problemas del consumo, la vivienda, la escasez, etc. ha conllevado a dejar de lado la importancia de los poderes creadores del pueblo que son eminentemente de carácter espiritual.
Generalmente en esta fase de transición es donde las revoluciones se han estancado y han involucionado, reconstruyendo el capitalismo y fortaleciendo las fuerzas del capital. Entonces, ¿Cómo romper esa fatalidad? Una de las primeras cuestiones que debemos reflexionar es sobre la posibilidad de un socialismo de mercado como fase de transición.
El capital y el mercado generan un conjunto de prácticas y valores espirituales que impregnan e impregnarán el proceso de transición hasta anular el carácter de transición hacia el socialismo y convirtiendo, en los hechos, la transición en un proceso de perpetuación o restauración del capital (como anulación de los procesos donde se logró avanzar por caminos diferentes a los del capital).
5.3) ¿Cuáles son algunos puntos cruciales de la transición? Creo que hoy se impone al proceso bolivariano, como una como una cuestión vital, no sólo un diálogo sobre el tema del socialismo en general, sino sobre los problemas de la transición. Considero, entre otras, las siguientes cuestiones como primerísima importancia:
5.3.1) La relación con la naturaleza. En las sociedades no capitalistas la naturaleza, como tendencia general es fuente de la vida y la vida misma. El capital transforma a la naturaleza en una mercancía, en un recurso económico, un recurso natural. Esta es la raíz de los problemas ambientales que vivimos hoy tales como el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica, los procesos de desertificación y en general de destrucción de la humanidad y del planeta.
5.3.2) Los seres humanos dejan de ser una unidad de espíritu, mente y cuerpo absolutamente interrelacionados y pasan a ser un recurso humano, una mercancía. Es el tránsito del ser humano hacia el individuo como sujeto del mercado, un sujeto racional con capacidad de tomar decisiones racionales en función de sus intereses egoístas.
5.3.3) Los patrones de consumo y producción, que se fundan en una determinada relación con la naturaleza (la señalada arriba), la relación salarial, la expropiación de los medios de producción, por tanto, en la desigual distribución de la riqueza y de los ingresos, lo que determina que el patrón de consumo de las clases dominantes se concrete también como ideología que domina, frustra y oprime a los explotados, quienes viven de la ilusión de alcanzar el consumo dispendioso, elitista, antiecológico de quienes monopolizan los ingresos.
Sobre los patrones de consumo y producción y los “modos de vida imperiales” he tratado con cierta amplitud en mi trabajo La Petrolia del Táchira y el Modelo Petrolero Impuesto por el Capital..., publicado por Aporrea y por la página de la Red PatriaUrgente.
5.3.4) El desarrollismo, del que comentaré luego, que es un camino que conduce a la superexplotación de los seres humanos y la naturaleza y al empobrecimiento de ambos, de tal manera que el hambre de la humanidad es una consecuencia del empobrecimiento de la tierra.
5.3.5) Finalmente, la desestimación del poder espiritual, de los poderes creadores del pueblo, viene conduciendo a una carrera por el desarrollo económico medido sobre a base del Producto Interno Bruto (PIB), que está concebido para medir desarrollo capitalista. Es decir, en lugar de hacer peso para transformar la sociedad actual, que es el reino del materialismo productivista, nos enrolamos en una carrera para fortalecer las relaciones de producción capitalistas en la medida que estimulamos el consumismo, que a su vez refuerza los modos de producción del capital. Creo que el llamado socialismo de mercado va en esta dirección.
II) El proyecto bolivariano y el desarrollismo
1) El Presidente Chávez tiene, entre otros méritos, el de haber rescatado el pensamiento de Bolívar como fuente y fundamento para la elaboración, en pleno siglo XXI, de una política liberadora continental y mundial. Ese marco referencial dirigió mi búsqueda de claves en el pensamiento bolivariano para la elaboración de una política orientada a liberar a la naturaleza en la medida que simultáneamente se va liberando al pueblo, a la humanidad.
2) Para desatar todo el potencial humanista y ecológico del pensamiento bolivariano, es necesario una ruptura radical con el desarrollismo. El pensamiento ambientalista de Bolívar fue expresado, entre otros escritos, en los decretos de Chuquisaca y Guayaquil. En dichos decretos Bolívar legisló sobre la minería y las minas, reservando la propiedad de ellas para el Estado; sobre el cuidado de los bosques y el desarrollo de radicales políticas de reforestación; sobre el cuidado de las aguas, la protección de las cabeceras de los ríos y la construcción de canales y el aprovechamiento de las aguas para riego; sobre el cuidado de la ganadería y los efectos de la depredación provocada por la caza excesiva de animales; sobre la protección y recuperación de la agricultura. En fin, sobre un conjunto de aspectos que definen una política de conservación y protección del ambiente, que mantienen una gran contemporaneidad y vigencia.
3) Ese pilar bolivariano es importante para la formulación de un proyecto revolucionario liberador tanto de la humanidad como del planeta. El ecologismo bolivariano es una pata esencial de la mesa bolivariana, que se viene construyendo en un proceso político que entre otros rumbos va hacia las elecciones del 7-O. Esa pata se ha ido formulando, entre otros discursos, con el que pronunció el Presidente Chávez en la Conferencia sobre Cambio Climático realizada en Copenhague en diciembre de 2009 y ahora con el objetivo histórico V, incluido en el plan 2013-2019. Según mi criterio, este objetivo es el eje, el denominador común de todo el plan, pues si continuamos destruyendo a la naturaleza y a la humanidad, sólo estaremos minando el camino de la revolución mundial y demoliendo las bases de la existencia de la vida, la vida humana, pues nosotros no podemos vivir sin la naturaleza. (“Este planeta tiene miles de millones de años, y vivió este planeta miles de millones de años sin nosotros la especie humana, es decir, no le hacemos falta nosotros para que él exista.” Presidente Hugo Chávez, op. cit.).
4) Me parece que es necesario reivindicar un campo conceptual que nos separe del desarrollismo, ahondando en nuestras raíces bolivarianas, robinsonianas, aborígenes, afrodescendientes y zamoranas.
III) El pensamiento y la práctica de las civilizaciones originarias
Estas civilizaciones consideran a la naturaleza como fuente de la vida y la vida misma. La naturaleza no es una mercancía o un reservorio de recursos económicos para ser explotados sin límite. La naturaleza existe para el uso, no para la explotación y la comercialización de sus productos.
La naturaleza, los ríos, las montañas, las flores, el viento, los animales, tienen carácter sagrado y como seres sagrados deben ser respetados. No son objetos, son sujetos plenos de vida e interconexiones, interdependencias, complementariedades y solidaridad con la vida humana y de la vida humana con la naturaleza, lo que necesariamente debe ser complementado por los sentimientos de gratitud y retribución de la humanidad hacia la naturaleza.
Una de las versiones que más se ha difundido sobre la visión de las comunicades originarias, es la Oración del Cacique Seattle. De las referencias que existen sobre la Oración del Cacique Seattle he tomado la siguiente que ilustra en torno a la visión de una tribu de Pieles Rojas de América del Norte:
“Hasta las rocas que parecen yacer como idiotas mientras se achicharran bajo el sol a lo largo de las costas del mar con solemne grandeza, se estremecen con recuerdos de eventos pasados conectados con el destino de mi pueblo, y el mismísimo polvo bajo vuestros pies responde más amorosamente a nuestras pisadas que a las vuestras, porque son las cenizas de nuestros antepasados, y nuestros pies descalzos están conscientes del roce benévolo, pues el suelo está enriquecido con la vida de nuestros parientes.” (Dr. Henry A. Smith. Crónica publicada en el Seattle Sunday Star, el 29 de octubre de 1887. Disponible: en http://www.ecovisiones.cl/
La naturaleza, pues, no es un objeto, una cosa. Es un sujeto vivo con cualidades propias, con el que se puede y se debe interactuar como una forma de la existencia universal, como una materialización de lo sagrado. La idea sobre objetos que son consumidos, degradados y convertidos en basura, no es común a estas civilizaciones.
La relación con la naturaleza es directa, sin mediaciones diferentes a las visiones religiosas o cosmogónicas, que no se construyan desde fuera del mundo natural, sino inspiradas directamente en él para preservarlo, y como una celebración de la vida. Cuando esas cosmogonías no son un proceso de ideologización manipuladora de la gente para fomentar la dominación.
No existe una relación enajenada o de extrañamiento como la que se presenta entre los trabajadores y la naturaleza en el mundo del capital, una vez que ella y los trabajadores son convertidas en mercancía. En esas circunstancias, los seres humanos se enfrentan a la naturaleza como un objeto extraño, que los domina o como un objeto que debe ser explotado, torturado tal como decía Francis Bacon: “En su opinión, la naturaleza tenía que ser «acosada en sus vagabundeos», «sometida y obligada a servir», «esclavizada»; había que «reprimirla por la fuerza» y la meta de un científico era «torturarla hasta arrancarle sus secretos».” (Citado por Fritjoj Capra en el Punto Crucial, 1992, Ed. Troquel, Argentina).
En las sociedades dominadas por el capital, la relación entre los seres humanos y la naturaleza se da a través del mercado y de la tecnología. Los árboles, las plantas, los animales, las flores, las montañas, van perdiendo nombre propio. Son genéricamente árboles, flores, pájaros o simplemente animales, vegetación, piedras, sin distinciones que capten la diversidad y a la vez la unidad de la vida. Son objetos que sólo existen para ser consumidos y finalmente, convertidos en basura. Son cosas colocadas en los anaqueles de los mercados sin que captemos su vibración vital.
Necesitamos desandar los caminos, representaciones y los imaginarios formados por el capital y buscar en nuestras raíces culturales para aprender de ellas, recrearlas, construir los nuevos horizontes para iluminar los nuevos tiempos, las formas de existencia de una nueva civilización que no puede estar determinada por los valores materialistas, egoístas, antropocéntricos, machistas y mercantiles.
No estoy idealizando a las civilizaciones originarias. Sabemos que hubo violencia, formas de discriminación, injusticias; pero hoy podemos reconstruir un substrato cultural importante para la construcción de un mundo nuevo. Pero no como una visión dualista sobre lo bueno y lo malo. El mal y el bien probablemente andan más juntos e interconectados que lo que creemos.
IV) Una construcción conceptual para la revolución bolivariana ambientalista, humanista, internacionalista y socialista, no desarrollista
1) ¿Qué es el territorio?
Un árbol representa un ecosistema, una comunidad. Cuando destruimos un bosque, destruimos una comunidad. Por supuesto, es mejor reforestar que no hacerlo; pero lo que la reforestación no podrá restablecer es la comunidad destruida. Entonces, el territorio es un conjunto de ecosistemas (micro y macrosistemas) interrelacionados, interdependientes, solidarios y complementarios, que constituyen una totalidad. No se puede afectar una parte sin afectar al todo. La intervención de los ecosistemas, que los seres humanos vienen realizando simultáneamente con la aparición de la agricultura, sólo puede realizarse respetando la capacidad de los ecosistemas para recuperarse, la destrucción de un bosque puede ocasionar daños irreversibles. En general, algunos pueden ser corregidos, otros no. Cuando la destrucción se hace sistemática, como ocurre bajo la dominación del capital y el empuje de las políticas desarrollistas, progresivamente se va destruyendo la vida. En última instancia, el capital va destruyendo las bases de su existencia. Su posibilidad de perpetuación es bajo la forma de un infierno en la tierra. A la larga se hundirá, implosionará. Si no detenemos esto ahora, con la implosión del capital podemos desaparecer todos los seres humanos, en la medida que la intervención de los ecosistemas va anulando la capacidad de estos para recuperarse.
Lo que viene ocurriendo desde la revolución industrial es que la intervención en los ecosistemas viene bloqueando progresivamente la capacidad de recuperación de ellos. Un ejemplo clásico es el del efecto invernadero, que ha existido siempre y ha sido una garantía para la estabilidad del clima a través del planeta. Pero desde la revolución industrial la atmósfera ha venido siendo invadida por gases de efecto invernadero llegando a sobrepasar la capacidad de la atmósfera para absorberlos. Aquí está una de las raíces del Cambio Climático.
El territorio es auto regenerable, siempre y cuando sus equilibrios/desequilibrios no sean intervenidos más allá de sus capacidades vitales, es decir, de los límites dentro de los cuales se puedan restablecer. Lo que distingue al territorio es que es un sistema vivo integrado por plantas, animales, minerales, seres humanos, micro y macroorganismos, que no pueden estar amenazados por el genocidio, el biocidio, el ecocidio o el geocidio. Es un conjunto de formas de existencia de la vida, que incluye a la vida humana, en el cual reina la interdependencia, la interrelación, la solidaridad y la complementariedad. El territorio, pues no es un simple depósito de materiales a la disposición del “hombre” para ser explotados hasta convertirlos en basura.
¿Pueden ser intervenidos los ecosistemas? Es lo que el ser humano ha hecho desde su aparición, lo que alcanza un primer hito con la aparición de la agricultura, cuando el hombre comenzó a preparar el terreno para la siembra y le dio, por ejemplo, prioridades a los cereales sobre otras especies. Es sólo cuando se sobrepasa la capacidad de recuperación de los ecosistemas cuando se los va destruyendo de manera irreversible.
En consecuencia, el crecimiento económico ilimitado cuando se va materializando va destruyendo ecosistemas y amenaza, finalmente, con destruir la existencia humana. No se puede seguir realizando una evaluación cuantitativa del Producto Interno Bruto (PIB). Hay que avanzar hacia una evaluación cualitativa de la producción. Cuestión que expondré en párrafos posteriores.
En fin, el territorio es el planeta tierra, el sostén de la vida y la tierra no es como afirma la economía, un simple factor de producción que si se combina eficientemente con los factores trabajo y capital, proporciona una producción óptima.
El territorio que expresa interdependencias, interrelaciones, solidaridad y complementariedad, nos habla de un conjunto de procesos culturales y políticos, a través de los cuales se pueden desarrollar relaciones de dominación, utilitarias y de explotación, Es decir, relaciones antiecológicas, o relaciones convivenciales o ecológicas.
Estoy dejando de lado deliberadamente otras conceptualizaciones y visiones sobre el territorio de carácter geopolítico, cultural, geográfico, etc. Son sumamente importantes. Ahora mi propósito inmediato es destacar al territorio como la vida y el sostén de la vida.
2) ¿Qué es la producción?
Es un gran proceso milenario de generación de la vida y todas las formas de vida, de múltiple creación en los distintos planos de la existencia: espiritual, mental y físico. Proceso que se genera en nuestro planeta, pero pleno de interconexiones cósmicas. En este sentido las palabras producción y creación son sinónimas. Producir es entonces, la producción planetaria de ríos, océanos, montañas, ácidos nucleicos, proteínas, atmósferas, árboles, animales y por supuesto, los seres humanos, hombres y mujeres.
Con la aparición de los seres humanos la producción adquiere otras connotaciones tales como producir pensamiento, saberes, arte, literatura, ciencia, contactos con lo divino, afectos, tejido social, solidaridad; bienestar, felicidad, esperanza, valores espirituales y éticos; producir el futuro hoy, producir cultura. Por supuesto, también es producir bienes y servicios, tal como lo señala la economía, pero no como simples mercancías. Esta producción económica sin el contexto productivo ya señalado, puede dejar de ser producción para la vida convirtiéndose en producción para la muerte, tanto del planeta como de los seres que lo habitamos, como ocurre con la producción bélica, los productos transgénicos y toda la producción que contiene elementos contaminantes.
La producción, pues, es producción de la vida y para la vida, no simple producción de bienes y servicios orientados al mercado, con el propósito fundamental de obtener una ganancia, no la satisfacción de necesidades.
4) ¿Son las necesidades ilimitadas? La “teoría” del goteo y la restricción de la demanda
No es cierto que las necesidades sean ilimitadas. Es una creencia. Dicha creencia y la práctica cotidiana fundada en ella, es una creación del capital y la economía de mercado, relacionada con la visión antropocéntrica (el “hombre”, como centro del universo, no el ser humano, que incluye a la mujer) y la concepción del planeta y la naturaleza como un reservorio ilimitado de mercancías que pueden ser explotadas ilimitadamente al servicio de ese “hombre”, todopoderoso, que no es otro que el individuo (no el ser humano), como sujeto económico racional capaz de tomar decisiones en función de sus intereses egoístas, cuyos resultados, se supone, se convierten en “beneficiosos” para la sociedad.
Es la representación del empresario capitalista, como emprendedor que al maximizar ganancias, se considera que también maximiza la producción, lo que debe conducir a una sociedad opulenta, opulencia que se derrama sobre toda la sociedad. Es la “teoría” del derrame o goteo (trickle down, como le gusta decir a los neoliberales), cuya versión original, que los neoliberales han vulgarizado, es de Adam Smith.
La han vulgarizado por cuanto los neoliberales no parten sólo de la formulación smithiana, sino de la versión neoclásica, no sólo sobre la economía, sino sobre la sociedad. No se debe olvidar que el pensamiento neoclásico va madurando, principalmente, después de la Comuna de París, en 1871. Entonces, mientras que Smith reconoce la existencia de clases sociales y los conflictos que se puedan presentar entre ellas, los neoclásicos renuncian a considerar la existencia de clases sociales. En Smith, el capital aparece asociado a los capitalistas y el trabajo a los trabajadores. En los neoclásicos el capital y el trabajo son factores técnicos de la producción, desvinculados de cualquier sujeto social y por tanto, de movimientos sociales.
Smith considera la existencia de las clases sociales y los conflictos entre ellas; pero Smith es un utopista que supone que mediante la división del trabajo y el consiguiente incremento en la productividad, se llegará a una sociedad opulenta, a una abundancia tal, que se derrama sobre todas las clases de la sociedad. Por tanto, para él, las diferencias en la distribución del producto, en una sociedad opulenta, no conduce a un conflicto irreconciliable, pues todo el mundo recibirá lo necesario para vivir bien. En consecuencia, que unos reciban más que otros, no conducirá a un conflicto irresoluble, a un conflicto entre el capital y el trabajo. El mercado es capaz de distribuir con justicia a partir de la opulencia. Pero la opulencia llegó enriqueciendo a una minoría de la población y empobreciendo, espiritual y materialmente, a la mayoría de la población.
Entonces, el mercado no distribuye a partir de la opulencia. Desde esa opulencia Smith supuso que la producción se distribuía (“se derrama”) entre todas las clases sociales. El mercado distribuye hoy desde la más injusta concentración de la riqueza. Es decir, el punto de partida de la justicia distributiva del mercado, es la injusticia provocada por la expropiación realizada por el capital hacia la mayoría de la población, la población asalariada. Smith admite esa expropiación. La economía neoclásica, para no comprometerse, ni siquiera la menciona.
En la economía de Adam Smith y de David Ricardo hay una estrecha relación entre los beneficios y lo salarios, entre el trabajo contenido en el producto. Incluso, a Ricardo le debemos la observación de que el capital es trabajo acumulado, trabajo muerto. Está demás decir que los neoclásicos se desvinculan de esta tradición. Quien la retoma es Marx, que la reelabora dándole contenido y significado revolucionarios.
Después de la Comuna de París, en 1871, que representó la primera insurrección victoriosa de la clase obrera europea y la instauración por primera vez de un gobierno de los trabajadores, la historia se encargó de demostrar lo irreconciliable del conflicto entre trabajadores y naturaleza, por un lado, y capitalistas por el otro. Esta irreconciliabilidad fue refrendada por la sangre de los trabajadores de Paris, derramada en las colinas de Montmartre, por la furia vengadora de los ejércitos del capital, que derrotaron la insurrección. Luego, se celebró la victoria y a la vez se cumplió una cierta forma de expiación de la culpa, construyendo la Basílica del Sacré Coeur (Sagrado Corazón), pero la historia registra que en sus bases está la sangre de miles de trabajadores asesinados.
Los neoclásicos ayer y hoy los neoliberales, se retiraron de la visión sobre las clases sociales subyacente en el pensamiento de Smith. Los neoliberales tienen clara conciencia de la división de clases y del antagonismo. La “teoría” del goteo supone una clara diferenciación clasista. Unos, los dueños del capital, impulsan la productividad del trabajo y por tanto, se apropian de sus resultados. Ellos conducen el proceso hacia la opulencia y son los propietarios de ella. Desde esta posición de poder, permiten que esa opulencia gotee hacia los explotados, preservando siempre la propiedad del capital y reservando el derecho del capital a cerrar o abrir la llave que permite el goteo.
De aquí se deriva el dogma neoliberal de que primero hay que crecer económicamente para luego distribuir lo producido. Más que distribuir, dejar que la producción “gotee” dentro de los límites, que una permanente y acelerada acumulación de capital, pueda permitir.
Como bien sabemos, logramos la opulencia, pero esta se distribuye de manera absolutamente desigual. Bajo la hegemonía del capital financiero, el goteo se hace más restrictivo y se multiplica cada vez más la pobreza. Entre otras razones, por la división del trabajo capitalista (particularmente por la división entre trabajo manual y trabajo intelectual), la relación salarial y la permanente expropiación de la plusvalía, la institucionalización de la dominación y la expropiación a través del Estado capitalista, y la apropiación privada de la naturaleza y la conversión de esta de fuente de la vida en reservorio de mercancías.
Además, en estos tiempos de hegemonía del capital financiero, desaparecen las condiciones geopolíticas y la relación de fuerzas, que hicieron posible el Estado del Bienestar, es decir, la negociación interclasista mediada por el Estado, para regular la distribución de la producción social.
Arribamos, pues, a la sociedad opulenta y a la generación de una capacidad productiva capaz de satisfacer las necesidades de todos. Sin embargo, hay hambre en una época en la que puede haber pan para todos, pero la desigual distribución de la producción social, la destrucción de la naturaleza y el goteo cada vez más restringido, lo impiden.
Esto conduce al crecimiento de la pobreza y a una severa limitación de la demanda (capacidad de consumo) de los explotados y a una multiplicada ampliación de la demanda (capacidad de consumo) de los que monopolizan los ingresos. En consecuencia, el patrón de consumo y producción quedan condicionados por esta circunstancia. Ello crea un conflicto entre una capacidad de producción sin límites y una demanda reducida principalmente a las necesidades y caprichos de los ricos, las que deben ser ilimitadas para tratar de compensar una capacidad de producción que se multiplica constantemente como efecto de los avances científicos y tecnológicos.
Así, se profundiza la importancia de fortalecer la creencia en “las necesidades como ilimitadas” basándose cada vez más en la satisfacción de los caprichos de los ricos para multiplicar la acumulación de capital fundada en la superexplotación de los trabajadores y la destrucción de la naturaleza.
Los pobres pierden importancia económica como participantes en la demanda efectiva y esto va estableciendo una condición recesiva de carácter estructural que afecta el crecimiento de la oferta, pues se dificulta la colocación de ella, lo que la hace depender cada vez más, de la satisfacción de las necesidades y caprichos de los ricos, situación que determina los patrones de consumo y producción y crea la ficción de unas necesidades ilimitadas y unos recursos escasos.
Esta condición recesiva de carácter estructural es una de las raíces de la expansión de la economía financiera y de por qué ella se desliga de la economía real, de la creación de empleo y beneficios sociales, generando mil millonarias ganancias sin producir una aguja. Está también en la raíz del cambio en las actividades de los bancos. Ellos dejan de ser intermediarios entre el ahorro y la inversión dirigida a ofrecer bienes y servicios, pues apelando a trucos y manipulaciones financieras, pueden generar extraordinarios beneficios.
Entonces, como resultado de la dominación ideológica transformada en “respetables” conocimientos académicos (¡dignos de varios premios Nobel!), la idea sobre las necesidades ilimitadas, se va imponiendo a todos los sectores sociales y casi todos terminamos refrendando la creencia en que las necesidades son, pues, ilimitadas. Incluso, parece que los planificadores bolivarianos siguen creyendo que los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas.
Repito, es mentira que las necesidades “humanas” sean ilimitadas. Esa idea es una creación del capital, una tendencia que arranca desde la conformación del sistema capitalista mundial y se va consolidando como la creencia en que es algo propio de la “naturaleza humana”. Es decir, que por “su naturaleza”, el ser humano nunca se satisface, siempre desea más y más. Esa creencia se agudiza en los tiempos actuales de hegemonía del capital financiero cuando, precisamente, la desigualdad en la distribución del producto social y la destrucción de la naturaleza son mayores.
En verdad, los ideólogos neoliberales no están hablando del ser humano, pues este es una unidad de espíritu, mente, cuerpo y naturaleza. Para el mercado capitalista el ser humano no existe. Sólo existe el individuo como sujeto racional capaz de tomar decisiones racionales como consumidor y/o productor de mercancías.
La desigualdad es inherente al mundo del capital y a la economía de mercado. La expropiación de los medios de producción y la apropiación del trabajo y de la naturaleza, que conducen a la desigualdad, también sirven de fundamento a la escasez.
5) ¿Son las necesidades ilimitadas y los recursos escasos? Su relación con la libertad, la democracia y los derechos humanos
Una vez que se ha establecido la creencia en que las necesidades son ilimitadas y no el resultado de una determinada formación social y de una cultura, es lógico que las disponibilidades para satisfacerlas sean escasas.
Entonces, seguimos atrapados por la idea de que hay que administrar recursos escasos frente a necesidades ilimitadas. Esto sólo es cierto en correspondencia con los patrones de consumo y producción de una sociedad dominada por el capital y las llamadas leyes del mercado.
La economía de mercado no puede existir sin la escasez, pues un sistema de precios sólo puede existir en esas condiciones. Si hay abundancia, en el límite, no hace falta un sistema de precios y tampoco, por supuesto, mercado capitalista.
En el mundo del capital, cuando hay abundancia que pone en peligro la ganancia esperada, las cosechas son quemadas, la leche es derramada en los ríos, los productos son acaparados… en función de crear escasez.
El capital y el mercado capitalista son absolutamente contradictorios con la abundancia. Sólo pueden coexistir con la escasez, con la restricción. En el límite, como está ocurriendo ahora, ello se extiende a la restricción de la libertad y al monopolio de la “felicidad” concebida como la ilimitada posesión de bienes materiales.
Una de las características de la naturaleza es la abundancia, la prodigalidad. La restricción sólo puede ser impuesta a la naturaleza y la humanidad mediante la agresión y la violencia. El mundo del capital se mueve entre la restricción y el derroche. Una ruptura con esos dos extremos es imprescindible para generar otra conciencia, otros valores.
Las tendencias restrictivas, que se transforman en recesivas, tienen que ver con las restricciones a la libertad, a la democracia y los derechos humanos, y simultáneamente se extienden hacia la naturaleza. Por eso, el capital no puede concebir que la naturaleza tenga derechos.
Se está imponiendo una dictadura sobre la humanidad y la naturaleza, que es una dictadura de la escasez. No sólo escasez de bienes materiales, sino escasez de afectos, de amor, de solidaridad, de comunicación, en los tiempos de una “ilimitada” “comunicación” mediática.
Una dictadura que prefiere destruir a los campesinos y los cultivos tradicionales, fieles productores de alimentos para la gente, mientras especula en los mercados a futuro con el precio de los alimentos para, precisamente, crear escasez y por tanto, hambre, miseria y muerte. La negación de la libertad, los derechos humanos y la imposición de la guerra y la violencia, es el resultado hacia donde nos ha conducido la cúpula militar financiera que hoy gobierna al mundo, precisamente, entre otras circunstancias, debido a la creencia en la escasez y las necesidades ilimitadas.
Reducida la felicidad a la posesión de bienes materiales y restringida dicha posesión por las condiciones estructurales de desigualdad en la distribución de la riqueza, estamos enfrentados a la destrucción espiritual, moral y material de los seres humanos y del planeta.
Otra sociedad no sólo debe liberarnos de la idea sobre la escasez y las necesidades ilimitadas, sino también debe fundar otra concepción y otra manera de vivir la felicidad y la relación con la naturaleza. La felicidad no es la ilimitada aspiración a poseer bienes materiales, y la naturaleza es fuente de la vida, no reservorio de materias primas.
En consecuencia, la idea de las necesidades ilimitadas y de la escasez debe ser desterrada de los fundamentos de un proyecto liberador de los seres humanos y de la naturaleza, es decir, de la totalidad de la vida. Esto implica denunciar y renunciar a los patrones de producción y consumo del mundo del capital y revolucionar los patrones de distribución de la producción social, y romper con los procesos de destrucción de la naturaleza, que precisamente dan vida a los patrones de consumo y producción destructores de los seres humanos y de la naturaleza. Es decir, los patrones de consumo y producción y los patrones de distribución del producto social y de destrucción de la naturaleza, se retroalimentan permanentemente. Por tanto, hay que revolucionar el mundo del capital y construir sociedades ecológicamente sustentables.
6) La dictadura de la escasez y el “capitalismo del desastre”
Generar escasez y violencia, es una de las estrategias fundamentales de la cúpula financiera que gobierna al mundo. En consecuencia, lucrar con las epidemias, las guerras, los desastres naturales (cada vez menos naturales), la inestabilidad política, las revueltas inorgánicas, los enfrentamientos étnicos, religiosos o de cualquier naturaleza, en fin, es el comercio con el dolor humano y el estimulo a los crímenes horrendos y a la ruindad humana (la creación de pandillas, tráfico de personas, es decir, esclavitud sexual, esclavitud en las relaciones de trabajo, tráfico de armas, de drogas, asociaciones de sicarios, de paramilitares, ejércitos privados que no obedecen a ningún Estado…), es profundamente consustancial con el vigente proceso de acumulación de capital. Es el fin de todo humanismo, de todo sentimiento noble, de solidaridad, de amor… pues todo está dominado por el frío cálculo de la ganancia.
Este es capitalismo del desastre hegemonizado por el capital financiero, cuyo modo de existir es la guerra, la inestabilidad política y de todo género, el miedo, el terror, la violencia, la discriminación…
Destruye ciudades y pueblos donde vive la gente, como en la ex-Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Siria, para reconstruirlas con edificios de oficinas y apartamentos para los negocios y los apartamentos de los funcionarios representantes del capital financiero, del Pentágono, la Otan… Para desplegar más bases militares, puertos y aeropuertos. Este es el extremo, que tras la cobertura de elaboradas teorías sobre el desarrollo, nos conduce el desarrollismo… Este no es un debate teórico ni académico. Es un debate sobre la guerra y la paz que adquiere formas geopolíticas, geoestratégicas, pero en fin de cuentas, un debate sobre ecología, una lucha por la defensa de la vida y todas las formas de vida (Objetivo V, de El Programa de la Patria).
7) Escasez, agotamiento y finitud
a) Complementando lo dicho sobre la escasez, diré que existe un patrón de consumo, determinado por la publicidad y los valores capitalistas, que se extiende tanto a los ricos como a los pobres. La publicidad trabaja sobre el inconsciente para generar cada vez más y mayores necesidades, especialmente, en la población que concentra los ingresos, pero también entre los pobres, quienes adoptan el patrón de consumo que el mercado impone y viven en un estado de frustración perpetua, que los oprime, les dificulta organizarse como fuerza autónoma, lo que va generando violencia, que tiene su raíz en la violencia del mercado, que excluye, frustra y corrompe; genera miseria, hambre, depresión y tristeza, y provoca una violencia inorgánica de la población, que se expresa a través de los robos, el asesinato, el suicidio, la violencia del tráfico vehicular en las ciudades, la agresión cotidiana… Lo dicho señala que si la revolución no es una revolución de la vida cotidiana, no es revolución. De eso he hablado y hablaré en otra parte.
Es un hecho que la pobreza reduce la demanda efectiva de la población pobre. En consecuencia, es necesario que el capital a través del mercado y los diversos aparatos de dominación, refuerce la visión sobre unas necesidades ilimitadas, para que el sector social que concentra los ingresos no pare de consumir y los pobres, como ya dijimos, al valorarse personalmente por el patrón de consumo ideológicamente impuesto, se desvaloricen como seres humanos y vuelquen sus esperanzas hacia valores de orden material, valores mercantilistas. Eso los aleja de la revolución transformadora y los acerca hacia el falso “altruismo” de los gobiernos e instituciones privadas ocupadas de promover un capitalismo con “rostro humano”. (Llegando a este punto es conveniente revisar hasta qué punto políticas sociales bolivarianas podrían estar siendo y reforzando en los hechos, el desarrollo de un socialismo que podría ser una versión de capitalismo con “rostro humano”. Eso será en otro lugar).
Por aquí se cuela la tesis de convertir a los pobres de “sujetos premodernos”, a “sujetos de la modernidad”, por tanto, sujetos económicos, compradores y vendedores, como camino para conquistar la prosperidad perdida. La pobreza pues es el resultado de que los pobres no se han constituido en sujetos económicos del capital, para que a través de la competencia, la ambición y la productividad económica, puedan alcanzar el bienestar. A esta tesis son afines, digámoslo sin diplomacia, algunos investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de Venezuela.
Con la globalización del consumo, se ha ido construyendo un mercado de consumidores de más o menos tres mil millones de habitantes, que es, más o menos, la población mundial que concentra los ingresos. Los pobres entonces se han convertido en consumidores marginales, sin mayor importancia como sujetos económicos. Son importantes por su capacidad para promover revueltas, “desórdenes”, disturbios, que generan inestabilidad política, con repercusiones en la economía. Esa es la razón por la que la solución va caminando por la vía de las estrategias militares y represivas, que la cúpula militar-financiera que gobierna al mundo viene planteando a través de políticas neomaltusianas dirigidas hacia la destrucción física y espiritual de los pobres.
La implementación de políticas sociales orientadas a incrementar el empleo, los ingresos y las condiciones de vida, fundadas en un pacto social entre empresarios y trabajadores con la mediación del Estado (al estilo Estado del Bienestar), quedó atrás al desaparecer las condiciones geopolíticas y el modelo de acumulación y dominación que las hizo posible (la división del mundo en dos bloques -Este y Oeste-, la guerra fría, el ascenso de los movimientos por la independencia y la liberación nacional en África, Asia y América Latina, la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en EEUU, las luchas por la paz y contra las armas nucleares en Europa, la crisis del modelo de acumulación Ford-taylorista, la superación del patrón tecnológico fundado en la revolución industrial de fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la emergencia de nuevos materiales, la aceleración del desarrollo de la informática y la telemática, el fin de la época del petróleo barato, etc. Sobre todo, el predominio de la economía financiera sobre la economía real).
Por el contrario, la pobreza se ha convertido en un hecho crónico, inherente al actual modelo de dominación fundado en la hegemonía del capital financiero, cuyo modo de existir es la violencia, la guerra, la violación de los derechos humanos y de la madre tierra, la tendencia a convertir el trabajo asalariado en trabajo esclavo, la negación de la contratación colectiva, la destrucción de la naturaleza... En consecuencia, no hay soluciones reales para la pobreza de la gente y de la naturaleza, pese a que es un problema que está en la agenda de los organismos internacionales. En especial de las Naciones Unidas.
Finalmente, la escasez opera como ideología que fundamenta la vida, tanto personal como social, centrada en la lucha por obtener cada vez más bienes materiales, buena parte de ellos innecesarios, lo que se convierte en un derroche de fuerzas productivas tanto humanas como naturales. Esto estimula el egoísmo y la competencia por bienes materiales como guerra de todos contra todos.
b) El agotamiento expresa la destrucción del planeta como consecuencia directa de la “racionalidad” capitalista, por tanto, la destrucción de mares, ríos, lagos, bosques, sabanas, glaciares, los casquetes polares, especies animales y vegetales… Este agotamiento se expresa por supuesto en escasez, pero no porque las necesidades humanas sean ilimitadas, sino porque el planeta ha entrado en una fase de rendimientos decrecientes, por el deterioro, incluso abatimiento y destrucción de los ecosistemas terrestres.
Este agotamiento como destrucción de los ecosistemas se da en todos los países del mundo, lo que incluye a Venezuela.
c) La finitud tiene que ver con que al sistema solar, por tanto a nuestro planeta le quedan más o menos 4.500 millones de años de existencia, que para nosotros significa una dimensión no sólo ilimitada, sino casi infinita. Es decir, nuestro planeta tendrá un final, pero en verdad es ilimitado y lo mismo debería ocurrir con todos los dones que posee. Entonces, mares, lagos, ríos, sabanas, bosques, el aire limpio, el agua potable, si no fuese por la muy “racional” intervención del Sistema Capitalista Mundial, tendrían una existencia ilimitada.
Esto es diferente de la idea desarrollista que supone la existencia de una naturaleza ilimitada que puede ser sometida a una explotación también ilimitada.
Estamos suponiendo que los ecosistemas no se autodestruyen. Se transforman, pero nada se pierde. Por lo tanto, se irán transmutando a través de procesos (algunos de ellos probablemente inéditos), pero la tendencia de la vida es a perpetuarse y ella debe permanecer en el planeta tierra, con las crisis vitales correspondientes, por lo menos, durante más o menos cuatro mil quinientos millones de años. El ser humano puede interrumpir y está interrumpiendo los procesos vitales de la naturaleza. Es esto lo que puede conducir al agotamiento como consecuencia del ecocidio, el genocidio, el biocidio y el geocidio. Pero la vida permanecerá.
8) Escasez y crecimiento de la población
Algunos autores suponen que el crecimiento de la población conduce inevitablemente al agotamiento del planeta tierra. Ciertamente, si se mantienen los actuales patrones de consumo y producción, agotaríamos no sólo el planeta tierra, sino la luna y todos aquellos planetas con los que entremos en contacto y los sometamos a explotación.
Unos patrones de consumo y producción ecológicamente sustentables, sin duda prolongarían la vida de los ecosistemas y muy especialmente del gran ecosistema planetario, que es también un ecosistema cósmico.
En esencia son las relaciones de producción engendradas por el capital, los valores y las estrategias de desarrollo fundadas en el mercado capitalista, las que están destruyendo a la humanidad y al planeta. En consecuencia, un crecimiento de la población en correspondencia con esas relaciones de producción y con los patrones de consumo y producción engendrados por ellas, conduce a la destrucción de la humanidad y simultáneamente del planeta.
El capital ha generado soluciones a la medida de la profundización de la explotación tanto de los trabajadores como de la naturaleza. El neomaltusianismo a través de las guerras, las epidemias, las enfermedades, los desastres naturales (que cada día son menos naturales), el hambre, la restricción del “espacio vital” y todas las formas de envilecimiento de la existencia humana (la esclavitud, la trata de personas, el narcotráfico, etc.) representan una “salida” al crecimiento de la población y la contemporánea “solución final” a través de la liquidación física y/o espiritual de los pobres.
La cuestión planteada es la necesidad de impulsar una política poblacional alejada del desarrollismo, por tanto, del crecimiento económico ilimitado, de los patrones de consumo y producción actuales, de las necesidades ilimitadas, del neomaltusianismo, de la explotación de los seres humanos y de la naturaleza.
Lo dicho no significa que esté abogando por un crecimiento ilimitado de la población. Estoy abogando por un cambio de perspectiva.
9) ¿Quiénes son los sujetos productivos?
Obsérvese que la pregunta no es quiénes son los sujetos económicos. La economía nos habla de sujetos económicos y los reduce a productores y consumidores, vendedores y compradores, organizados por el capital sobre la base del mercado, considerándolos siempre como sujetos individuales cuyo nexo es el Capital.
Estamos hablando de sujetos productivos en correspondencia con la definición que acabamos de dar sobre producción.
De acuerdo con eso, los sujetos productivos son las organizaciones y sociedades de plantas, animales, seres humanos (lo que hace trascender la producción hacia la esfera mental, espiritual, ética, estética) y las más diversas formas de la materia (partículas atómicas, átomos, moléculas, células, compuestos orgánicos e inorgánicos, en forma gaseosa, líquida o sólida, visible o invisible).
El mercado capitalista como eje de transacciones de objetos materiales (es decir, de cosas) mediante un sistema de precios, no debe ser el espacio para los intercambios de procesos espirituales, éticos, estéticos y mentales. Incluso, el mercado creado por el capital, debe ir desapareciendo en la medida que vayan surgiendo formas alternativas de organización de la producción, del consumo y de los intercambios humanos, que sea cuál sea el apellido que se les ponga (intercambios económicos, mercantiles, de ideas, etc.), nunca dejan de ser intercambios humanos y de los seres humanos con la naturaleza.
10) ¿Cuáles son las fuerzas productivas?
No es cierto que las fuerzas productivas sean solamente los medios de producción (acervo científico-tecnológico, maquinarias, recursos naturales) y los trabajadores. En la producción como producción de la vida, intervienen otras fuerzas más allá de las fuerzas materiales tradicionalmente consideradas. Intervienen también fuerzas espirituales.
La producción como producción de la vida es la conjunción de fuerzas productivas espirituales, mentales, psicológicas, corporales, naturales, planetarias, cósmicas, que hacen posible el milagro cotidiano de la vida en sus más diversas manifestaciones.
Por ejemplo:
Un grano de maíz no es la simple combinación óptima de factores productivos tales como tierra, trabajo y capital. Un grano de maíz es en verdad un milagro de la naturaleza, es la combinación de la fertilidad de la tierra, con la energía solar, los vientos, la cuantía y oportunidad de las lluvias, las temperaturas, el vuelo de los pájaros, la conexión creadora entre la vida vegetal, animal y humana, el talento y los sentimientos humanos tanto hacia la tierra como hacia toda la naturaleza y la humanidad.
Deseo formular la siguiente pregunta: ¿todos estos factores se reúnen, coinciden en un determinado lugar, en un determinado momento, por pura casualidad? Las lluvias son necesarias en un determinado momento, en un determinado lugar y con una determinada intensidad; lo mismo ocurre con la luz solar; los vientos son necesarios para muchos procesos de polinización, pero si son muy fuertes destruyen la producción; los insectos benefactores son muy necesarios, pero si se rompen los equilibrios ecosistémicos, se pueden generar plagas devoradoras y destructivas de las cosechas; lo mismo ocurre con las aves. El sentimiento de los seres humanos que realizan la siembra es determinante en los procesos de fertilidad y altos rendimientos. Es lo que en la agricultura tradicional venezolana, se llama “tener buena mano”, donde están incluidos los efectos que dichos sentimientos manifiestan sobre la belleza y productividad de las plantas que se cultivan y también sobre la fertilidad de la tierra.
Por eso sostenemos que la producción de la vida y para la vida es un verdadero milagro, pues depende de la concurrencia de tantos y tan diversos factores. Un milagro que prueba que hay una “voluntad en el universo”, que Dios no juega a los dados con el Universo, como lo sostuvo Einstein. Verificar en: http://books.google.com/books?
11) El carácter cósmico de la producción
¿Existe una producción nacional? Por supuesto. Dentro de ciertos parámetros existe una producción nacional. En tiempos en los que avanza la globalización neoliberal y la hegemonía de una cúpula militar-financiera está destruyendo al planeta, es esencial defender la soberanía nacional y por tanto, la producción nacional, el desarrollo desde dentro, como desarrollo ecológicamente sustentable. Como he dicho en otros trabajos, una soberanía nacional internacionalista, solidaria, que se afirma en la interrelación, la interdependencia, la solidaridad y la complementariedad con otras naciones soberanas, que constituye la base del comercio justo y la cooperación nacional-mundial solidaria.
Sobre esta base se puede ir construyendo una nueva economía planetaria sin dominadores ni dominados. Sin dominación y explotación de la naturaleza como condición para la liberación de los seres humanos.
En las circunstancias de hoy, sin duda, hay una economía mundial. A pesar de que el comercio internacional, tal como lo conocemos tradicionalmente, tiende a desaparecer. Es decir, un comercio en el que en un extremo existe un comprador y en el otro extremo un vendedor con intereses opuestos.
En la medida que el mercado mundial está dominado por grandes corporaciones internacionales que centralizan y coordinan la producción y el consumo a través de filiales, el comprador y el vendedor suelen pertenecer a filiales que representan a la misma corporación, por tanto, no tienen intereses opuestos, sino distintas funciones en el proceso de maximización de las ganancias. En consecuencia, lo que para un país es una importación o una exportación, para la gran corporación mundial son transferencias entre distintas filiales. No hay competencia por los precios, sino arreglos en función de las ganancias no simplemente de una filial, sino de la corporación en su conjunto.
Ahora bien, en correspondencia con lo que he dicho sobre las fuerzas productivas, la producción no sólo es nacional y mundial. En un sentido ecosistémico diremos que la producción es planetaria, no desde un punto de vista geográfico, sino en cuanto a que es creada por el conjunto de las fuerzas vitales y profundas del planeta tierra, incluso del universo. Podemos decir, por tanto, que toda producción, no sólo la gran producción, sino también la producción local, comunal, familiar, no sólo es planetaria, sino cósmica. La producción está determinada por fuerzas cósmicas, materiales y espirituales.
El Producto Interno Bruto (PIB) no puede medir la producción fundada en valores de uso, en la solidaridad y en la abundancia.
Esto tiene diversas consecuencias. Nos está indicando el serio error de seguir midiendo la prosperidad de las naciones y de la humanidad a través del cálculo del Producto Interno Bruto (PIB). La medición de la prosperidad a través del PIB, sólo conviene a los que explotan permanentemente tanto a la naturaleza como a los seres humanos, pues esos niveles de explotación no los refleja el PIB. Lo que sí refleja el PIB es la cantidad física y el valor monetario de la producción económica. También refleja la acumulación de capital, que por supuesto, es creciente.
Suele ocurrir que la producción económica genere directa o indirectamente desastres humanitarios y ecológicos y el crecimiento del PIB puede estar ocurriendo como consecuencia de dichos desastres. Es decir, mientras a la economía y a las ganancias del capital les va bien, a la humanidad y al planeta les puede ir yendo muy mal. En párrafos posteriores ampliaré estas ideas.
12) Las relaciones ecológicas de producción
Ellas incluyen y trascienden a las relaciones sociales de producción, las incluyen. Pero aquellas relaciones sociales de producción, que están fundadas en la dominación y la explotación, no son ecológicas. En la naturaleza las cosas no se resuelven sobre la base de que una especie domine a otra y la ponga a su servicio. La naturaleza no opera contra la vida sino buscando la manera de preservarla y en especial, que el ciclo de la vida continúe reproduciéndola permanentemente. Incluso en los períodos de radicales transformaciones del planeta como el tiempo de la desaparición de los dinosaurios, las glaciaciones, los diluvios, la tendencia de la vida es a mantenerse, a reaparecer.
La naturaleza no es esa permanente guerra de las especies que describen canales de televisión como National Geographic, Animal Planet o Discovery Chanel, que no hacen más que extender la visión del mercado capitalista hacia la naturaleza. Visión que van aprendiendo los niños del mundo.
En la naturaleza, incluida la naturaleza humana, no existe la muerte. Ya Lavoisier dijo que nada se pierde, todo se transforma. El temor a la muerte proviene principalmente de algunas tradiciones religiosas. En la generalidad de las creencias religiosas o espiritualistas, la muerte es una especie de tránsito, lo que se observa claramente en el carácter inmortal de la naturaleza donde, como ya señalamos, nada se pierde, todo se transforma y lo mismo ocurre con los procesos humanos, lo que pasa es que la educación unilateralmente racional que predomina en el sistema educativo, nos impide percibirlo y aceptarlo.
En tradiciones diferentes a las que predominan en occidente, a la persona muerta se le puede despedir con una fiesta, haciendo libaciones, ofreciéndole comida para que tenga como abastecerse durante el viaje que implica el tránsito de la dimensión física a la dimensión espiritual. Es decir, el tránsito de una dimensión a otra se convierte en una celebración, en una despedida con alegría.
En consecuencia, las relaciones ecológicas de producción son aquellas que se orientan a preservar, producir, reproducir y multiplicar la vida, proceso que no puede estar sometido a las leyes del mercado ni a relaciones de dominación, las que por su propia naturaleza son antiecológicas.
Las relaciones ecológicas de producción por tanto, van generando procesos de intercambio fundados en un principio básico: la retribución o compensación recíproca, tanto material como espiritual; el equilibrio de los sentimientos humanos y de la naturaleza, como intercambio amoroso y afectivo. Cuando los seres humanos provocan la ruptura de ese equilibrio, ello suele conducir a desastres.
En la medida que va apareciendo la dominación y explotación, de unos seres humanos por otros, progresivamente dicha dominación y explotación se va extendiendo hacia la naturaleza y van surgiendo así los desequilibrios ecológicos originados por la destrucción de los ecosistemas.
Con la aparición de la propiedad privada las relaciones seres humanos-naturaleza, cambian significativamente y ya no podemos hablar de relaciones ecológicas de producción, pues las relaciones de producción van implicando relaciones de dominación, expropiación y explotación. No sólo para los seres humanos, sino para la naturaleza y todas las formas de vida. La depredación, el uso violento e irracional de las dádivas que nos ofrece el planeta, se convierten en la regla. La naturaleza deja de ser fuente de la vida y la vida misma, y es transformada en fuente de recursos naturales o materias primas y simultáneamente las personas son transformadas progresivamente en recursos humanos.
13) Qué es y qué no es la naturaleza
Si queremos transitar otro camino distinto al del capital, es necesario e imprescindible establecer claramente lo siguiente:
- La naturaleza es la fuente de la vida y la vida misma.
- No es una reserva de recursos naturales o materias primas.
- No es un simple factor de producción.
- El ser humano es una unidad de espíritu, mente, cuerpo y naturaleza, en interdependencia con todo lo existente, de tal manera que si provocamos la muerte de la vida natural, en esa misma medida se va limitando y destruyendo la vida humana.
- El ser humano no es un recurso humano, un simple factor de producción que se mide por la capacidad productiva de la fuerza humana de trabajo.
- En resumen, no podemos relacionarnos con la naturaleza y el ser humano como si fuesen mercancías.
14) Productividad capitalista, productividad ecológicamente sustentable y concepción del tiempo
En las sociedades no capitalistas la productividad como concepto vinculado con el tiempo, no existe. Entre otras razones, porque hay otra concepción del tiempo. Es el tiempo a la manera como está planteado en la Biblia y en diversas cosmogonías de los pueblos originarios. Según esta visión hay tiempo para sembrar, para cosechar, para descansar, para amar… La producción es producción de la vida y para ello son vitales los dones de la naturaleza, que, como tendencia general, son utilizados, conservados, pero no explotados ni apropiados en forma privada.
En la sociedad del capital, en la desenfrenada carrera por el éxito material, el tiempo es oro. El desarrollo es desarrollo material, desarrollo económico, explotando a los seres humanos y la naturaleza. En dicha sociedad el ser humano no sólo es expropiado de los medios de producción, sino del tiempo y del espacio, pues ambas categorías adquieren valor de cambio y se crea la apariencia de que son “producidas” por el capital, es decir, no le pertenecen a los hombres y mujeres que trabajan, pues el tiempo y el espacio son “gerenciados” por los administradores capitalistas.
En las sociedades dominadas por el capital, cuando hablamos de productividad y crecimiento económicos estamos hablando de la productividad por hora/”hombre” en un determinado establecimiento, rama productiva, país, etc. dado un determinado nivel tecnológico y unas circunstancias históricas específicas. Es bueno tomar en cuenta que en la generalidad de los trabajos sobre el tema de la productividad, no se habla de seres humanos, sino de “hombres”/individuos. En verdad, en el contexto de la producción organizada y dirigida por el capital, los trabajadores no son seres humanos. Marx señaló claramente en sus trabajos sobre la alienación de los trabajadores con respecto al trabajo y los productos del trabajo, que ellos dejan de existir como “hombres” y sólo existen como obreros productores de plusvalía.
Desde el punto de vista ecológico, la producción ecológicamente sustentable debe concordar con la expansión del gran ecosistema terrestre en correspondencia con equilibrios ecosistémicos básicos que son los que garantizan la máxima productividad del planeta tierra y de todas las especies que lo habitan, incluida la especie humana. En consecuencia una de las revoluciones urgentes, es por la conservación de los equilibrios ecosistémicos que el crecimiento de la productividad económica abate constantemente. Hay pues un grave conflicto entre crecimiento económico y la existencia misma de la vida en el planeta, por tanto, todo el rumbo estratégico de la humanidad, la visión del mundo, las metas, la base conceptual, la relación con Dios, la relación entre materia y espíritu, deben ser replanteados, desandar caminos y retomar el rumbo de la conservación de los equilibrios ecosistémicos, pues el ser humano sólo puede existir y perpetuarse mediante la amorosa armonía con la naturaleza, reivindicando, precisamente, su condición de ser natural, de ser ecológico y ser espiritual.
En concordancia con lo dicho, la productividad que más nos importa no es la productividad de una empresa, de una rama productiva, de una nación, medida en términos de acumulación de capital. La productividad económica en la medida que crece, lo hace a costa de la productividad del planeta. Por eso, el capital acumulado representa vida humana y vida natural destruidas. La productividad no puede ser otra cosa, que la máxima conservación de los equilibrios/desequilibrios ecosistémicos, que son los que permiten que cada especie (incluida la especie humana) viva y trabaje con la máxima productividad en ese proceso de interdependencia de todas las especies, que se interrelacionan para producir la vida, todas las formas de vida. Es decir, que el planeta alcance la máxima productividad en la generación de oxigeno, agua, bosques, sociedades vegetales, animales y humanas…
15) El planeta ha entrado en un proceso de rendimientos decrecientes:
El Sistema Capitalista Mundial ha logrado saltarse los rendimientos decrecientes de la producción económica, a costa de provocar que el planeta entre en una grave fase de rendimientos decrecientes, que si no se detiene, puede provocar el colapso de todo lo existente. El actual desastre ecológico está indicando entre otras cosas cómo el planeta va perdiendo capacidad para producir y reproducir la vida. La producción de aire limpio, agua potable, selvas, ríos, tierra fértil, se va limitando y con ello la existencia plena de todas las formas de vida.
Por tanto, la revolución también es conservación, la máxima conservación de los equilibrios/desequilibrios que mantienen la vida en el planeta. Podemos hablar así de una revolución conservacionista, en el sentido señalado, como una condición para la vida de toda la creación.
No hablamos de conservación estática. El movimiento constante y los desequilibrios son propios de la existencia humana y natural. Sabemos bien que los equilibrios y desequilibrios ecosistémicos son un todo que engloba procesos vitales. Sin embargo, hay una diferencia entre los desequilibrios generados por los dinamismos propios de la naturaleza, y aquellos generados por el ser humano, frente a los cuales el planeta ha ido perdiendo capacidad de adaptación, lo que va implicando destrucción, muerte, desolación y una tendencia a la precariedad de la existencia humana.
Conservar a la naturaleza es respetar sus leyes y reglas de vida y no interferirlas por las conveniencias humanas. Cuando el ser humano descubrió la agricultura, incrementó su capacidad para modificar e intervenir el ambiente. Bien sabemos que la naturaleza tiene dinamismos propios para recuperarse y restablecer la vida con las mutaciones que se vayan dando. Hay un límite, sin embargo, para la intervención humana. Respetar esos límites es lo que significa conservar los equilibrios propios de la naturaleza, que suponen el desequilibrio. (Escalona, Julio, Geopolítica Mundial y Crisis Global, Aporrea, 06-06-10).
La economía capitalista se ha hecho más productiva, en la medida que agota la productividad del planeta. Es decir, la capacidad de este para producir oxígeno, agua, tierras fértiles, un ambiente sano, en fin, su capacidad para crear vida. En consecuencia, conservar la naturaleza es también proteger los procesos naturales de renovación, destrucción, regeneración, autorregulación y creación. Esto es lo que significa garantizar la productividad planetaria.
En consecuencia, es imprescindible una reformulación conceptual que tenga como eje, la recuperación de los equilibrios ecosistémicos perdidos, el freno a la destrucción del planeta y de la vida humana, que la actual civilización multiplica, planteándonos el real peligro de la desaparición de la vida humana y una situación de precariedad de la vida en general. (…el 60 por ciento de los ecosistemas del planeta están dañados, el 20 por ciento de la corteza terrestre está degradada; hemos sido testigos impasibles de la deforestación, la conversión de tierras, la desertificación, las alteraciones de los sistemas de agua dulce, la sobreexplotación de los recursos marinos, la contaminación y la pérdida de la diversidad biológica. Presidente Hugo Chávez, op. cit.).
Esta reformulación conceptual debe conducir a una ruptura con el desarrollismo, para detener la estrategia de tierra arrasada, que los distintos gobiernos y empresas están impulsando a través del mundo.
Volveremos a tener entonces, un territorio como espacio para la vida y la producción y reproducción de ella. Por lo tanto, un tiempo de vida y esperanza, pues el espacio y el tiempo se unen en la esperanza y la reproducción de la vida.
16) Producto Interno Bruto (PIB) y Producto Interno Bruto Ecológicamente Sustentable (PIBES)
Estoy planteando este asunto como un problema conceptual. No como un problema sobre los métodos a través de los cuáles se mide el PIB. Centrar la reflexión en las mediciones, conduce a centrar el asunto en un sistema de precios y por lo tanto, en la generalización de la asignación de precios, lo que incluiría a la naturaleza y por supuesto, directa o indirectamente, a los seres humanos.
En el mundo dominado por el capital, las estadísticas y las diversas formas de medición, están determinadas por los patrones y metodologías que el gran capital establece, en correspondencia con el interés de acelerar la acumulación y multiplicar las ganancias, independientemente de lo que ocurra con la humanidad y la naturaleza. El PIB es una expresión concentrada de esos intereses.
Dentro de los procesos de la dominación, nos movemos con las estadísticas, patrones de medición y cálculo establecidos por ellos. Obviamente, para compararnos mundialmente, el mundo nos ve a través de esos parámetros de medición y ahí dentro, nos expresamos, le hablamos al mundo a través de dichos sistemas de medición y cálculo. Por ahora esto es necesario, siempre y cuando reconozcamos las limitaciones de lo que se está midiendo.
Debemos saber que, de muchas maneras, nos estamos expresando en el lenguaje de la dominación. Consecuentemente, hay que revolucionar los sistemas y métodos de medición y cálculo. Cuando decimos esto, alguna gente ha dicho, a manera de descalificación, que queremos establecer unas matemáticas socialistas. No es ese el asunto. Por ahora mi interés es el PIB y el cálculo económico del PIB.
El comentario anterior no implica un cuestionamiento específico a métodos determinados de medición. El problema es que generalmente las mediciones económicas tienen como punto de partida, como ya lo anoté, el sistema de precios, los que en la sociedad transnacionalizada se forman en el mercado transnacional dominado por el capital financiero. Como sabemos los precios no miden la producción centrada en valores de uso, guiada por la solidaridad con tendencia a la abundancia.
La medición a través del PIB generalmente es válida para las economías de mercado. Para trascenderla y crear sociedades donde prosperen la humanidad y la naturaleza, debemos medir la producción social, la producción ecológicamente sustentable a través de otros caminos.
Podemos colocar el ejemplo de la explotación minera. Las minas pueden ser cada vez más productivas, pero generalmente a cambio de destruir la naturaleza y minar la salud de los trabajadores. Desde el punto de vista planetario, esto implicaría un atentado contra la prosperidad de la naturaleza y de la humanidad. La producción como producción planetaria resultaría negativa.
Ahora en las Naciones Unidas se va aceptando que el PIB no es una medida adecuada del crecimiento económico. Eso tiene que ver con la oficialización y generalización de la Economía Verde, que los países desarrollados, finalmente, lograron en Río+20, que implica una generalización de la asignación de precios a todo, no sólo a la naturaleza y sus muy variadas manifestaciones, sino también a la diversidad de la vida humana, incluidas las emociones e ilusiones, que es una vieja aspiración neoliberal, que supone que cuando todo, absolutamente todo tenga un precio, el mercado podrá funcionar perfectamente, “premiando” y “castigando” con “justicia”, según los méritos y habilidades competitivas de cada quien en función de la “habilidad” que despliegue para aprovechar las oportunidades que el mercado ofrece para garantizarse el éxito. (Un profesor de la Escuela de Economía de la Universidad Central de Venezuela, UCV, pasó varios semestres tratando de demostrar que el amor se origina en el mercado).
Con la oficialización de la Economía Verde, que se consumó en Río+20, la batalla por la universalización de la mercancía como relación planetaria fundamental, se intensificará más. Ahora es cuando el desbalance de fuerzas mundiales se expresará en una guerra, que apelando, entre otros instrumentos, a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y a las condicionalidades que las instituciones financieras internacionales imponen para el otorgamiento de créditos o formas de cooperación financiera, repito, aprovechando esas circunstancias, se irá estableciendo precios prácticamente a todo lo existente tanto en el cuerpo y el alma de los seres humanos, como en el subsuelo y sobre la faz de la tierra, incluidos los espacios marinos y atmosféricos. Todavía no se capta claramente la profundidad y las consecuencias de lo que el capital logró en Río+20.
Eso incluye la relación con Dios, con quien se viene estableciendo una generalizada relación mercantil: Dios, si tú me permites ganarme la lotería, yo te doy tanto para terminar de construir una iglesia. Eso es lo que hace la generalidad de los capitalistas: obtienen cuantiosas ganancias destruyendo a los seres humanos y a la naturaleza y luego compran indulgencias ofreciendo dádivas a diversas iglesias. Estas los compensan presentándolos ante el mundo como grandes “barones” benefactores de la fe.
En otros trabajos he alegado por la necesidad de garantizar liquidez para las naciones soberanas, como condición para que estas puedan lograr autonomía financiera, monetaria y fiscal, precisamente para que puedan realizar políticas soberanas e independientes en relación con el capital transnacional, con la posibilidad de saltarse las condicionalidades de las Instituciones Financieras Internacionales. Simultáneamente es necesario desarrollar la soberanía internacionalista, la integración de los pueblos, la cooperación solidaria y la protección de la naturaleza como fuente de la vida, lo que exige el rechazo hacia su generalizada conversión en mercancía.
De lo contrario, se impondrán diversos chantajes (sobre todo el chantaje financiero y comercial) a través de los cuales se puede ir imponiendo la privatización generalizada, el establecimiento de precios a todo lo existente, la condena y destrucción de lo público, la erradicación de las formas de organización social que expresen poder del pueblo, en fin, la liquidación de todos los procesos caracterizados por la soberanía internacionalista y la transformación de las relaciones de producción capitalistas. Seguramente, esto implicará diversas formas de violencia, incluida la violencia física y la guerra.
La valoración del PIB debe ser de eminentemente cualitativa. Si la producción es producción de la vida y para la vida, entonces, el Producto Interno Bruto, que lo que mide es crecimiento económico fundado en los precios establecidos por el mercado, es un concepto cuyo importancia debe ser relativizada y tenida como una referencia mercantil. Sobre todo porque el crecimiento económico constante está en la raíz de buena parte de los males que nos aquejan.
En primer lugar, los resultados del crecimiento económico están en algunos casos determinados y en otros condicionados, por la globalización neoliberal. El “capitalismo del desastre” ha entronizado el aprovechamiento de las guerras, los llamados desastres naturales, las epidemias, las explosiones sociales, como fuentes determinantes para la inversión y la acumulación de capital. La independencia y la soberanía internacionalista, requieren, no sólo un crecimiento de la producción, sino que dicho crecimiento tenga un carácter cualitativo que discrimine los “bienes” y los “males”.
En segundo lugar, el crecimiento económico es frecuentemente destructor de ecosistemas y de lo que se trata, entre otras cosas, es lograr no solamente la sostenibilidad, sino la sustentabilidad de las actividades económicas, pues la sostenibilidad se basa en un frágil equilibrio entre tres dimensiones: económico, social y ambiental, los que, en general, dentro de esta visión, tienen aparentemente el mismo peso relativo, aun cuando en los hechos, el eje transversal es el crecimiento económico. Pero además, esas tres dimensiones son restrictivas y omiten aspectos tan esenciales como la política, la cultura y muy especialmente, el carácter de las relaciones con la naturaleza.
Proceden como lo hace generalmente la derecha. Encubren sus verdaderas intenciones con discursos altisonantes plenos de “buenas” intenciones y objetivos “nobles.” Van destruyendo la libertad, la democracia y los derechos humanos a través del mundo, precisamente en nombre de la libertad, la democracia y los derechos humanos. Lo que pretenden, como bien sabemos y lo saben ellos mejor que nadie, es generalizar el sistema de precios a todo lo existente, hasta el aire que respiramos. Ellos lo van imponiendo y lo van a imponer mediante el chantaje y el uso de la fuerza, incluida la fuerza militar. Pero el proceso hacia allá está pleno de generalizaciones y supuestos motivos “altruistas”. Es lo mismo que está haciendo Capriles, el candidato de la derecha que está compitiendo con Chávez para la Presidencia de la República en las próximas elecciones que se realizarán el 7-O. En mi opinión, está llegando el tiempo de que forcemos a los representantes de la cúpula-militar financiera que gobierna al mundo, a definir la economía verde.
La sustentabilidad ecológica de las actividades económicas, exige entre otros requisitos, dos imprescindibles: uno, el reconocimiento de que la economía es una disciplina absolutamente subordinada a la ecología; dos, que la ecología es el fundamento de las diversas actividades humanas económicas, políticas, científicas, deportivas... Es decir, la ecología no debe equilibrarse con otras actividades, pues es ella la que les da contenido y sentido en la medida que todas ellas deben darle sustentabilidad a la vida y a todas las formas de vida. Son interdependientes, interrelacionadas, solidarias y complementarias en función del sostenimiento y multiplicación de la vida. La ecología tiene un carácter transversal en relación a los aspectos culturales, económicos, sociales y ambientales.
El PIB es antiecológico pues no discrimina entre “bienes” y “males”. Por “bienes”, entendemos aquella producción para la vida y por “males”, aquella producción para la muerte.
Con algunos ejemplos podemos explicitar esta cuestión. Los alimentos, las viviendas, el vestido, la recreación, etc., en principio, son producción para la vida. Depende de que en su producción no se utilicen semillas transgénicas, otros elementos contaminantes y destructores del ambiente o sean monopolizadas para emplearlos especulativamente en los mercados financieros.
En cambio, las armas (nucleares, biológicas, químicas, cibernéticas, etc.), las sustancias contaminantes y todas las producciones contrarias a la naturaleza y a la humanidad, son, sin duda, producción para la muerte.
Debe crearse un sistema internacional, que premie las producciones para la vida y castigue las producciones para la muerte. Esto es vital si queremos perpetuar a la humanidad y al planeta como el generoso hogar donde vivimos. Para ello es necesario que la naturaleza regule a la producción y no, como hasta ahora, que la producción domina y regula a la naturaleza.
Si no establecemos esta distinción cualitativa en la producción (entre “bienes” y “males”), las loas al crecimiento del PIB serían loas a la destrucción del planeta y de la humanidad. La naturaleza puede vivir sin nosotros. Nosotros no podemos vivir sin ella, lo ha reiterado Evo Morales. Es probable que la naturaleza, sin nosotros, logre recuperarse y volver a florecer y podría ocurrir, a través de siglos o milenios, que nuevos ciclos de vida, incluso, de vida humana, vuelvan a manifestarse.
Seguramente aparecerán diversas ideas acerca de cómo cuantificar lo cualitativo y por ese camino regresar el tema del sistema de precios.
La metodología cualitativa ha avanzado lo suficiente como para no dejarse atrapar por esa trampa. Ahora ese no es el tema del debate. Sin embargo, haré dos observaciones:
En primer lugar, es posible establecer cualitativamente las producciones que favorecen la vida y las que favorecen la muerte. Existen suficientes hechos empíricos como para establecer claras distinciones.
En segundo lugar, hay una referencia cuantitativa-cualitativa que es posible establecer como por ejemplo: cuántas unidades de energía se utilizan para producir un determinado bien y cuantas unidades de energía son creadas en ese proceso de producción.
Este es un tema o más bien un camino para continuar y profundizar la reflexión.
Esta civilización fundada en valores materialistas, dominada por el poder del dinero y del mercado, está llegando a su fin. Si los seres humanos no reaccionamos, asumiendo la responsabilidad ante todos los seres vivos, el fin de esa civilización puede arrastrar a toda la humanidad.
Una vez más está planteado el dilema que en 1814, durante nuestra guerra de independencia, José Félix Ribas, uno de nuestros libertadores, planteó en la batalla de La Victoria (ciudad del Estado Aragua, en el centro de Venezuela): en este difícil momento que vive la patria, no podemos escoger entre vencer o morir. Necesario es vencer. Vencer a las fuerzas imperiales, lo que representará la salvación de la humanidad y el planeta.