Quién iba a pensar que la enfermedad de Chávez, inducida o no, lo conduciría tan joven a su cruel fallecimiento y mucho menos que el rumbo del chavismo, orientado por la socialdemocracia endógena, tomaría el camino hacia su extinción revolucionaria en el temprano devenir del tiempo. Aquel padecimiento biológico del Gigante Eterno era incurable y el saber científico no pudo hacer más nada por el histórico paciente, ahora la revolución social venezolana sucumbe por la falta de voluntad revolucionaria de los que gobiernan, por su ineficiencia, su debilidad ideológica y por su falta de compromiso. La revolución bolivariana está enferma de los vicios del capitalismo y ese malestar interno se propaga sigilosamente por los tejidos institucionales sin que sus dirigentes apliquen la cura eficaz de la transformación estructural la cual es considerada, por la derecha del chavismo dominante, extemporánea e inoportuna.
Lamentablemente se vuelve a reproducir el cáncer ahora instalado en el cuerpo social de la revolución bolivariana. Este mal se pretende ignorar. Hay un mar de fondo, que es una bomba de tiempo, en el músculo político del chavismo que se enmascara por una unidad artificial, bobalicona e inconsistente de los socialistas. Las discrepancias tácticas y estratégicas de la revolución no se pueden tapar con la resistencia al terrorismo de la ultraderecha ni con las amenazas cada vez más acechantes del imperialismo. Las mal llamadas guarimbas, la guerra de cuarta generación y el odio antichavista, con todas sus particularidades antinacionales, son arremetidas propias y previsibles de la contrarrevolución. La burguesía defiende a capa y espada sus intereses de clase y el gobierno responde con una política intermedia que debería avivar, poner sobre el tapete y estimular el debate ideológico en el seno de la izquierda para fortalecer la formación política de los revolucionarios. La perpetuación de una política oficial intermedia es el cáncer incurable de la revolución bolivariana que llevará irremisiblemente a la muerte política del chavismo.
El General Miguel Rodríguez Torres no miente cuando precisa los objetivos del imperialismo y sus secuaces para justificar el buscado derrocamiento del gobierno bolivariano son, según él, detener la influencia de la doctrina bolivariana en el “patio trasero de los EEUU” y además intentar asegurarle a Washington las reservas de petróleo más grandes del planeta localizados en la Faja Petrolera del Orinoco. No hace demagogia el Ministro inventando otros objetivos imperiales que no existen como impedir la sustitución del capitalismo por el socialismo, detener el poder popular, evitar el estado comunal y demás yerbas aromáticas. La realidad es que la vigencia del capitalismo en Venezuela, el libre mercado y la propiedad privada no están en peligro. El cambio histórico para el nacimiento una sociedad socialista ya fue cancelado en los planes del gobierno y el PSUV dejándolo reposar en el sueño utópico de la extrema izquierda.
Rodríguez Torres le está mandando además un mensaje muy claro a la FANB y a los trabajadores venezolanos aclarándoles que el vértice de la política del gobierno es el nacionalismo mientras que la lucha por la transformación del estado capitalista en socialista pasa a un período de hibernación. El gobierno da vuelta atrás en los predicamentos anticapitalistas del chavismo. La política de construcción objetiva del socialismo quedó para la retórica oportunista. Hay una posición oficial nacionalista y capitalista que solapa la original idea internacionalista y socialista de la izquierda chavista.
Los procesos revolucionarios universales triunfantes siempre han estado convulsionados por las diferencias ideológicas dentro de la misma izquierda hasta que se concreta al fin, con el predominio de una tendencia mayoritaria, el parto de la revolución. La más cercana y reciente, la revolución cubana, no fue la excepción. Sólo basta recordar las diferencias ideológicas entre la corriente marxista leninista y el movimiento “26 de Julio”. Aquí en Venezuela dentro del chavismo sus alas socialistas de izquierda y de la derecha no discuten entre sí la táctica y la estrategia de la revolución con el agravante del silencio cómplice de sus aliados socialistas. Sólo se oyen afortunadamente en el desierto de la batalla de las ideas en el campo de la revolución, algunas voces solitarias lúcidas y valientes de crítica revolucionaria.
Los intentos desestabilizadores de la derecha no han dado los frutos esperados por el imperialismo norteamericano, gracias a Dios dirían los teístas, pero la situación económica podría empeorar si las políticas neoliberales, anunciadas por el gobierno, como los aumentos de la gasolina, la luz, el teléfono, la comida y el Metro se acumulan con los estragos causados por la devaluación exacerbando la inflación, la ineficiencia, la escases y el desabastecimiento en un clima continuado de acoso terrorista, paramilitar y de agresión internacional. Hasta ahora el gobierno ha podido sortear la situación porque el descontento popular no ha tocado fondo y Maduro ha podido mantener el control de las instituciones. Ha contado, entre otros factores, con la autocontención de los sectores más humildes quienes no han salido a enfrentar con la violencia de las masas a sus enemigos de clase pero si el costo de la sobrevivencia se extralimita cualquier cosa podría suceder. Esa eventualidad es un escenario posible que no se puede descartar. Los revolucionarios tienen que estar preparados para cualquier situación que se pueda presentar y agudizar los reflejos ante la factible elevación de la lucha de clases a una etapa superior.
LA REVOLUCIÓN INTERMEDIA NO EXISTE!!!