Tenía 78 años de edad, tuvo dos operaciones bypass del corazón, pasó por cuatro marcapasos con desfibrilador, y tuvo por lo menos 50 ACVs chicos, y más de 20 ataques del corazón, 3 grandes y un montón pequeños.
Mi padre era un capitalista, uno de esos duros recalcitrantes.
Desde una joven edad me di cuenta que si quería tener una buena relación con mi padre, tenía que decirle las cosas de frente, sin temer nada, ni su rabia, ni sus ideas y filosofías, porque por lo menos de esa manera nunca me encontraría en una situación de remordimiento el día que muriera – y así se cumplió.
Hoy murió.
Él me enseño muchas cosas, trabajamos durante más de 20 años en equipo, como investigadores corporativos, siempre como contratistas, y nunca como empleados de nadie, éramos socios. Jugábamos el rol del policía malo, y el bueno, tomando turnos dependiendo de cada situación, y creando los escenarios necesarios para resolver los casos. Nuestras vidas estaban en riesgo a veces, especialmente cuando no encontramos en pleno centro de una batalla armada entre los Protestantes y los Católicos en Belfast en los años 1980, o cuando teníamos que negociar con las mafias Judías de inmuebles en el South Bronx, o, cuando teníamos que negociar con la mafia Siciliana en Montreal, Canadá, en los años 1990 y 2000.
Yo, siendo por naturaleza un comunalista de sangre Indígena del lado de mi madre, nunca pude adaptarme “correctamente” o “exitosamente” al capitalismo “blanco” salvaje, pero pasé esos 20 años con mi padre, 1) para compartir con él, y 2) para conocer al enemigo, a ese capitalismo salvaje, desde sus entrañas.
Y así fue.
Pero hay una cosa muy importante que aprendí de mi padre, entre otras cosas, y eso se lo apliqué a él también, siempre, y aun en los últimos años de sus enfermedades --- el concepto es de siempre enfrentar la realidad, de no ser un cobarde, de no inventar para tratar de tapar la verdad, y de nunca tratar de justificar sus acciones, buenas o malas, con superficialidades, absurdidades, o manipulaciones. De esta manera, no importe las creencias de uno, la persona siempre será honorable.
Un oponente honorable vale más que mil oponentes hipócritas, digo yo.
Eso es lo que los líderes de la oposición venezolana, y la gran mayoría de sus seguidores no entienden, o no quieren entender, o no les importa, porque son unos hipócritas. Para justificar sus acciones violentas, utilizan la mentira, SIEMPRE, son personas sin honor, mienten, y no enfrentan la realidad de frente.
Son unos cobardes.
Cuando pienso en la muerte de mi padre, hoy, y en el futuro, pensaré en la cobardía de los opositores venezolanos.
Hoy murió mi padre.