La geopolítica alimentaria y el olvido de los niños explotados en la agricultura

Los diferentes bloques que se han constituido en América para tratar los asuntos económicos de la integración, han subestimado algunos problemas sociales y políticos que son una aberración para estos cambios de época. El esclavismo ha tomado nuevas figuras, y especial los agricultores empobrecidos, sus familias completas están sometidos a regímenes laborales expoliadores que van contra la dignidad y la vida misma. Frente al tema del trabajo infantil en la agricultura, los Estados y los políticos se hacen de oídos sordos y ojos ciegos. Veamos con ejemplos, algunas causas, cifras y consecuencias.

Los pobres del mundo y el hambre caminan agarrados de las manos débiles que provoca la miseria; lejos de disminuir, este fenómeno ronda por el 20 % de la población mundial, se reconoce que existen unos 1200 millones de personas en situación de pobreza. Toda una calamidad de la cual es responsable el sistema capitalista mundial, cuyas oligarquías familiares y financieras que lo representan y son menos del 1 % del total mundial, se han apoderado del 47 % de la riqueza del planeta y el 20 % de la población mundial domina el 80 % de esa riqueza. Esta apropiación de la tierra y el capital ha generado la depauperación de grandes masas de campesinos, indígenas y habitantes comunes del medio urbano. Por lo general son presionados a ocupar áreas marginales, ecosistemas frágiles que no logran satisfacer la subsistencia y determinan la estrategia de sobrevivencia más antigua: la venta de la fuerza de trabajo y sus colaterales, servilismo, prostitución. Así, las cifras nos dicen que hay unos 500 millones de agricultores en condiciones de pobreza que venden su fuerza de trabajo para subsistir, y de estos el 50 % (250 millones) tienen entre 6 y 14 años; y de estos, unos 80 millones de niños y niñas están en situación de esclavismo, un miserable estado que ha debido defenestrarse desde hace mucho tiempo de este mundo.

Los datos son consistentes, y pueden encontrase en documentos del PNUD, UNESCO, OIT, UNICEF. En Asia, el trabajo agrícola del total de los niños incorporados tempranamente a la explotación representa entre el 55 y 61, %; en África entre el 25 y el 32 %; en América Latina entre el 7 y 10 %. Los países desarrollados tienen cifras inferiores, aunque en estos la doble moral trabaja para esconder sus aberraciones.

En el bloque NAFTA, por ejemplo, en los Estados Unidos casi un millón de niños trabajan en la agricultura y de estos, 70 % son de origen latinoamericano, la mayor parte tiene ascendencia mestiza, indígena y afrodescendientes. En México la situación es más grave. Los desposeídos tienen dos estrategias de sobrevivencia, una como jornaleros locales próximos a su lugar de habitación, o viviendo en la unidades de producción agrícola bajo sistemas patronales de alta explotación; otros, se han convertido en migrantes nacionales que deambulan por 23 estados, buscando oportunidades de ingresos económicos, y para tal efecto, todo los que tienen más de 6 años trabajan en las explotaciones por jornales de casi doce horas por día. 58 % del total de los niños migrantes trabajan la agricultura de otros. Así el ciclo vital de las familias migrantes ocurre en variantes contextos demográficos y socio-económicos, regresando de cuando en cuando a su lugar de origen, cargados de pobreza y dificultades de salud. Es un ciclo perverso de reproducción de la pobreza, en tanto que en paralelo se reproduce un ciclo de acumulación del capital.

En la Alianza del Pacífico de la cual forma parte México, Colombia también aparece con severos problemas de trabajo infantil en la agricultura: 2 millones de niños y niñas trabajan en diferentes actividades y unos 400 mil son utilizados en la agricultura como mano de obra complementaria. En Chile, menos del 4% de los niños que trabajan lo hacen en la agricultura.

En MERCOSUR el tema es catastrófico. El caso de Argentina implica varias regiones donde le trabajo infantil en la agricultura es un tema delicado. Se trata de Mendoza, Chaco, Misiones, Tucumán y hasta la provincia de Buenos Aires. Del total del trabajo infantil, 80 % es menor de 14 años, y un 20 % se corresponde a la adolescencia (14 a 17 años). Los datos revelan que 10 % de los niños que hacen trabajos en la agricultura como jornaleros han abandonado sus estudios, pero al final de la niñez e inicio de la adolescencia el 67% ha dejado de estudiar. Por otra parte, Brasil, ese coloso de la producción agrícola ha sido acusado de utilizar casi 3 millones de niños en la agricultura y muchos de estos en una relación esclavista. Allí, además hay un fenómeno de segregación racial. Los negros y mulatos aportan el 60 % del trabajo infantil en la agricultura.

En el caso de ALBA, Cuba está exenta de trabajo expoliador infantil, Venezuela tiene muy bajas cifras de niños trabajadores. Se calculan menos de 100 mil, y con un 20 % de estos en situación de trabajo agrícola. Para la UNICEF, el problema venezolano es lograr que estos niños no salgan del sistema escolar donde se estima existen una cantidad igual de niños y niñas desertores de la educación formal. Sin embargo hay que revisar el trabajo infantil indígena que ocurre en poblaciones migrantes, donde son utilizados para cosecha de algodón en los márgenes del Orinoco y en explotaciones agrícolas y pecuarias como servidumbre. De este bloque ALBA, preocupa Nicaragua que se comporta como un típico país centroamericano, con cifras altas de trabajo infantil y abandono de la educación formal.

En general el ciclo de la pobreza del los jornaleros agrícolas conlleva una concentración familiar, luego una dispersión y una nueva reconcentración. En varios ciclos se ven los efectos sobre todo en la población infantil trabajadora. Abandono de la educación, presencia de enfermedades gastrointestinales y respiratorias, aparición de enfermedades por contaminación química, y en muchos casos, en la edad adulta temprana aparecen casos de cáncer derivados de cuerpos contaminados y la mala vida general. Es así como se reproduce esta aberración mundial y Latinoamericana.

Los foros políticos deben abordar este tema y los países, dedicar mayor esfuerzo a su estudio y a la formulación de políticas públicas para superar estos retos. No es tiempo de dobles discursos. Incluso, la ciencia emergente agroecológica debe revisar el trabajo infantil como parte de la reproducción de una cultura agrícola para la vida digna, debe revisar sus métodos de transmisión de generación a generación de los conocimientos, sin llegar al extremo de forzar en el trabajo a la infancia que debe dedicarse con prioridad a estudiar y a lo lúdico.

Todavía hay esclavos en este mundo, y lo que más duele es que muchos sean niños y niñas.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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