La realidad social que vivimos en Venezuela, es el reflejo de los pensamientos que embargan a los venezolanos. Juzgamos lo que nos conviene juzgar, negamos lo que nos conviene negar y callamos lo que nos conviene callar. La costumbre de perder la razón con gran alevosía, permite que los demonios contra-revolucionarios ataquen bajo el sol de la madrugada, con un arsenal de mentiras que jamás reconoce la charlatanería adentrada en las calles, en los curules y en los pupitres del tricolor patrio.
La oposición a un sistema político democráticamente establecido, se refuerza mediante el complot de la guerra civil mediática, de la punzante desinformación y de las ratas de laboratorio que fabrican el sistemático golpe de estado que enluta el corazón y la mente del pueblo criollo. Las verdades absolutas son cuentos chinos en una Venezuela, donde la relatividad es el pan de jengibre que todos desean hallar, comprar y degustar. Detrás del conflicto armado, de la rebeldía estudiantil y de la paila caliente que arde en el discernir de los venezolanos, lo que realmente existe es la eterna co-dependencia de vivir presos en el conformismo, en la irracionalidad y en el macabro juego de suplicar que alguien o algo nos diga qué decisión tomar a futuro, con quién casarnos el sábado por la noche y cuál será nuestro próximo lecho de muerte.
Se nos hace muy fácil gritar, insultar y criticar al prójimo. Pasamos la vida lanzando el carbón de fuego que recogimos aquella soleada tarde de abril, después de recibir ese sagrado carbón de fuego que nos quemó por dentro. Aunque todos vieron y aplaudieron cuando caímos en el asfalto, nadie nos brindó una mano amiga para estar nuevamente de pie, y empezar a caminar otra vez lo que un día supimos caminar. Por eso, la agobiante confusión que se apodera de todos los venezolanos, se intenta ocultar en una chocante diatriba política que envuelve a sus habitantes, y que se alimenta del recuerdo y de las lágrimas que brotaron en aquel verdoso parque. Sin embargo, el clamor vengativo que se respira y se agudiza en Venezuela, viene en franco aumento porque ya estamos muy grandes para corregir los errores del pasado, y ahora nos columpiamos en el tobogán del orgullo, de la intolerancia y de la miseria espiritual.
En Venezuela NO existe el desabastecimiento de productos de primera necesidad. Eso es totalmente falso. En cualquier rincón de la geografía venezolana, se pueden encontrar desodorantes, shampoos, cremas dentales, toallas sanitarias, afeitadoras, jabones, pañales y demás artículos de gran valor para la vida diaria de los venezolanos. Además, se consiguen a muy bajo costo, no contienen aditivos químicos y no hay que llegar al extremo de volverse agresivo y pelear con otros animales para obtenerlos. Todos los productos que mencionamos se hallan a nuestro alrededor. No tienes que trasnocharte y dormir frente a la puerta de un supermercado portugués. Tampoco se justifica que prostituyas tu alma para que te anoten en la codiciada lista de espera. Y no debes caer en la tentación de los usureros y especuladores que te prometen la gloria divina a cambio del infierno mercantilista.
Tras dudar por un instante y aprender la lección, llega la inevitable pregunta ¿Por qué la gente se queja del desabastecimiento latente en Venezuela? Es una buena interrogante que se plantean todos los venezolanos y que es respondida por todos los venezolanos. Ellos siempre han vivido con la marca comercial del consumismo yanqui, que obliga a comprar una serie de productos que son vendidos por las transnacionales que manejan el negocio de la higiene personal. Estamos acostumbrados a la nefasta Cultura del Consumo, que se evidencia cada vez que vamos hasta el supermercado, y elegimos entre una gama de artículos extranjeros que definen nuestro olor, la ropa con la que vestimos y el fondo de lo que pensamos. No importa que pagues en efectivo o con tarjeta, porque lo importante es llenar el carrito con cualquier basura que oferten en los sucios pasillos capitalistas.
Recordemos que detrás de las hipnotizantes campañas de marketing de las transnacionales, que exigen beber gasolina con hielo, comer hamburguesas de plomo y depilar una hojilla oxidada, se esconde la destrucción del Medio Ambiente, mediante la contaminación del agua, del aire y del suelo. Es consabido que las empresas del sector privado que venden productos de consumo masivo, se encargan de incrementar los índices de deforestación global, de enturbiar las cuencas hidrográficas y de elevar el efecto invernadero en la atmósfera. De hecho, los productos de higiene personal que venden las transnacionales, tienen sustancias tóxicas que maltratan la piel y perjudican la salud de los Seres Humanos. Es un secreto a voces, que se esconde en la pequeña etiqueta donde aparece la lista de ingredientes químicos empleados para fabricarlos.
Por décadas, los venezolanos se olvidaron de sus raíces caribeñas, autóctonas y pacifistas. Ahora viven prisioneros en las garras de la transculturación, y se enloquecen cuando los estantes de los abastos comerciales se quedan sin el pollo, sin la leche y sin el azúcar. Una gran cantidad de personas que se disfrazaban de mansos corderitos, se convirtieron en monstruosas bestias capaces de invocar al mismísimo Diablo para conseguir el aroma de las rosas. Es muy triste ver en las calles venezolanas y a través de videos subidos a la Internet, como la gente se olvida de los valores fundamentales para vivir en sana convivencia, sólo por el deseo envenenado de atrapar un sinfín de cosas materiales.
¿Desesperación? Por supuesto que NO. La gran mayoría de los venezolanos no tienen necesidad de correr, robar, saquear y hasta matar por una pechuga de pollo o por obtener un pañal desechable. Es tan sólo el resultado del sistema capitalista del siglo XXI, que genera la podredumbre, la insatisfacción y el suicido en sus inocentes victimas. Si bien la revolución socialista y humanista que impera en Venezuela, intenta revertir esa tendencia consumista en la mente de los ciudadanos, no puedes pedirle al monstruo del Lago Ness que convierta el agua dulce en agua salada de la noche a la mañana.
Te recomendamos aprovechar el don de la Madre Tierra y sus legendarios recursos naturales, para desarrollar un estilo de vida armonioso con el Medio Ambiente, que no dependa de las empresas extranjeras para satisfacer la demanda de los clientes. Por ejemplo, con una gran cantidad de aceites esenciales y hierbas aromáticas (lavanda, manzanilla, limón, romero, jazmín, naranjo, rosa, coco, menta, sándalo), se pueden preparar perfumes, desodorantes, shampoos y cremas dentales que nos mantienen bien limpios y relajados para realizar las actividades cotidianas. Esos ingredientes los venden en tiendas naturistas a un precio realmente módico. Incluso, puedes pedirle a los vendedores, que suelen ser personas amigables y comunicativas, que te indiquen el paso a paso para la elaboración del producto, o que te vendan artículos naturales ya elaborados para la higiene personal.
Te aseguro que en tu localidad hay una tienda naturista, que está frente a tus ojos, pero que jamás te has atrevido a visitar por los prejuicios de la gente. De hecho, las esencias y las hierbas se extraen de plantas y árboles nativos, que se encuentran en las plazas, en los parques y en las áreas verdes de nuestras ciudades, por lo que es una gran oportunidad para ir tras ellos, y reconectarnos con las gratuitas y mágicas bondades de la Naturaleza. En conexo, puedes comprar bicarbonato sódico, que lo venden en cualquier farmacia, abasto, bodega o hasta es probable que lo tengas guardado en tu casa, y al mezclarlo con agua potable y los mencionados aceites naturales, podrás tener tu propio detergente de ropa, suavizante y limpiador multiusos. Te insistimos que debes informarte sobre las cantidades exactas a mezclar y el modo correcto de elaborarlos.
También muchas veces tenemos libros de cocina, que se hallan llenos de polvo en una olvidada gaveta, en los que aparecen sabrosas recetas, jugos e infusiones que se preparan sólo con verduras, legumbres y frutas, lo cual aparte de ser muy saludable para todos los venezolanos, ayuda a que el vegetarianismo le gane la batalla a los mataderos. De igual manera, puedes reutilizar telas de prendas de vestir que ya no usas, y confeccionar pañales caseros con patrones de costura muy simples.
En Venezuela NO existen los apagones ni los cortes repentinos de luz. Eso es totalmente falso. Por suerte, nuestro padre el Sol y nuestra madre la Luna, siempre han resplandecido en la población venezolana. Ya sea gracias a un colorido arcoiris o bajo un cielo estrellado, los venezolanos siempre tienen un gran faro de luz natural, que ilumina cada una de las aventuras que protagonizan sus ciudadanos. Vemos que las luces fecundadas por obra y gracia de la Naturaleza, son limpias, no contaminan y son de libre acceso. No hay que pagar un dineral por el recibo mensual de electricidad, ni tampoco requieren una dosis de sobrevoltaje que satura el entorno. No hay duda que los venezolanos están privilegiados al tener las condiciones climáticas idóneas para disfrutar de los recursos naturales que brillan en el país.
Tras dudar por un instante y aprender la lección, llega la inminente pregunta ¿Por qué la gente se queja de los continuos apagones que se producen en Venezuela? Es una acuciosa interrogante que se plantean todos los venezolanos y que es respondida por todos los venezolanos. Ellos siempre han vivido abusando del consumo eléctrico, al dejar encendidos todos los electrodomésticos y equipos tecnológicos que son comprados bajo el capricho de la ignorancia. Es claro y notorio que la perversa Cultura del Derroche de los venezolanos, es fomentada por el traicionero consumismo del Tío Sam, que les vende felicidad enmascarada en un arsenal de televisores, cocinas, lavadoras, computadoras, aires acondicionados, y demás chatarra contaminante.
No es casualidad que Venezuela es el país con la mayor generación y el más alto consumo de energía eléctrica en América Latina. Tan sólo en el estado Zulia se ha llegado a sobrepasar los 3000 megavatios, porque los zulianos dejan encendido el aire acondicionado las 24 horas del día, para mitigar el maléfico calor que los arropa. Es triste observar como en la ciudad de Maracaibo, los choferes hacen gigantescas colas en busca de comprar la batería para el carro, pudiendo ir en las agradables bicicletas hasta sus sitios de trabajo, y evitar la pesadilla del tráfico urbano que contamina el aire. Los zulianos jamás practican la Eficiencia Energética, y por desgracia, pagan justos por pecadores.
Es lamentable ver que la gente no aprovecha los apagones para pasar tiempo de calidad con sus familiares y resolver los conflictos interpersonales que cotejamos a diario. El resentimiento que queda después de una pelea entre hermanos, la soledad que tiene hundido al abuelo, o la indiferencia de papi con mami, pudiera hablarse y solucionarse en un clima de respeto y tolerancia. Una falla eléctrica podría rescatar a una familia que cayó en desgracia, en apenas un par de horas. Seguro que el número de correazos que te dio tu papá cuando eras niño, es el mismo número de correazos que le diste a tu hijo cuando fuiste padre. Así es el túnel bendito del destino. La Humanidad no quiere ver la luz celestial, porque prefiere comprar una planta auto-generadora de energía eléctrica, que es ruidosa, costosa y evita que los miembros de la familia resuelvan sus diferencias.
En Venezuela NO existe violencia ni protestas de calle. Eso es totalmente falso. Todos sabemos que los venezolanos se caracterizan por ser honestos, trabajadores y muy afectivos. Ya sea conquistando las calles de Carúpano, bailando en Charallave o soñando en Tucupita. En cada esquina hay gente cálida, respetuosa y positiva, que ofrenda la dicha de ser venezolanos. De allí, que la Cultura de Paz siempre ha sido la brújula del tricolor patrio, que rechaza la violencia y promueve el pacifismo. La razón por encima de las armas. Los venezolanos son personas que aman y se dejan amar por sobre todas las cosas.
Tras dudar por un instante y aprender la lección, llega la apremiante pregunta ¿Por qué hay tanta violencia en Venezuela? Es una afanosa interrogante que se plantean todos los venezolanos y que es respondida por todos los venezolanos. Ellos siempre han sintonizado los malditos programas de TV que transmiten los medios privados venezolanos y extranjeros. Cualquier basura audiovisual que difunden a diario (noticieros del terror, narco-telenovelas, concursos de frivolidad, balaceras hollywoodenses, comiquitas grotescas), es religiosamente consumida por gran parte del pueblo venezolano, que sin darse cuenta, permite que le destruyan su salud mental.
Por culpa de los medios privados ya no hay respeto por la vida en Venezuela, y sólo existe una expansiva Cultura de Guerra, que se traduce en asesinatos, secuestros, robos, hurtos, estafas, y demás fechorías que se cometen en las calles. Las guarimbas, son la consecuencia del sangriento show mediático que repiten hasta la saciedad en los medios privados. Los guarimberos son los títeres del espectáculo circense orquestado por el Imperio. El 99,9% de los venezolanos que salen a protestar en las calles, no tienen la mínima idea de qué hay escondido en el oscurecido fondo de la botella. Ellos viven en la ignorancia de una tapita de refresco. Si los venezolanos vieran un poquito más allá de la ventana caribeña, y fueran testigos de las verdaderas atrocidades que pasan en este Mundo, seguro que pedirían más trabajo y menos pleito.
Todo es parte de la misma desgracia. La Cultura del Consumo, la Cultura del Derroche y la Cultura de Guerra. Es el trío de la muerte que a la gente le encanta escuchar, aplaudir y venerar. Todo es parte de la misma desgracia El perverso sistema capitalista, la televisión basura de los medios privados y el proceso de transculturación. Es el trío de la muerte que a la gente le encanta escuchar, aplaudir y venerar. Todo es parte de la misma desgracia. Es la terrorífica música que oímos por doquier. Es la más genuina expresión de un país que perdió su idiosincrasia porque perdió la dignidad.
Ahora todos estamos inmersos en una mutación psicosocial en la que nadie es dueño de las banderitas blancas. Todo es parte de la misma desgracia. Nadie quiere practicar la Cultura del Reciclaje, la Cultura del Ahorro Energético y la Cultura de la Paz. Es el trío de la vida que la gente no soporta escuchar, aplaudir y venerar. Todos quieren comer una patilla podrida que siguen en las redes sociales, y que fomenta la vulgaridad, el vicio y la pornografía. Al margen de ese penoso escollo y pensando en todos esos compatriotas contra-revolucionarios, que no se cansan de indigestarse con la podrida patilla que consumen en alta definición, llega entonces la gran pregunta por responder ¿Qué hacer después de tocar fondo? Luego de caer en el precipicio de la inmoralidad opositora, es el momento clave para alzar el vuelo y salvarnos del fuego eterno gracias a la Educación Ambiental, la única forma de mantener el cabello sedoso y la cabeza limpia ante toda la perversión que confrontamos a diario.
Ya todos conocemos los logros ambientales que la Revolución Ecosocialista viene transitando en Venezuela en aras de alcanzar el desarrollo sostenible y sustentable de toda la nación. Por ejemplo, la Misión Árbol Socialista se comprometió a plantar más de 3 millones de especies en el 2014, que incluyen chaguaramos, cedros, caobas y el frondoso Araguaney. En la Misión Nevado, ya se inscribieron más de 25.000 voluntarios prestos a incentivar el amor, el respeto y el cuido por esos perros y gatos que deambulan en las calles, y que vienen siendo rescatados, vacunados y adoptados. Y la campaña Soy consciente, consumo eficiente, insta a que los venezolanos no abusen del consumo eléctrico, tras prohibirse la venta de bombillos incandescentes y al venidero reciclaje de los bombillos ahorradores en desuso.
Pese a que en Venezuela no existe el desabastecimiento, ni los apagones y mucho menos la violencia. Lo que hay es una terrible carencia de Educación Ambiental, que nunca toca la puerta de las aulas de clases, de los hogares y de las oficinas. Por eso la gente vive caminando por la faraónica cornisa del Diablo, que explota en cualquier lugar y a cada instante, por no querer olvidar las grandes heridas abiertas que siguen vagando en aquel verdoso parque. Tras internalizar la historia en retrospectiva, vemos que los niños y adolescentes no tienen la culpa de esas humillaciones y no deben cargar con el estigma de sus padres.
Te pregunto ¿Cuál es la mejor solución? Quizás una resolución no sea la receta mágica que nos devuelva los 1000 árboles talados por los guarimberos en Maracaibo. Es probable que una consulta pública no permita revivir al difunto sapito arlequín amarillo que engalanaba los suelos de Maracay. Pero, creemos que un nuevo currículo escolar si es capaz de generar respuestas positivas de cambio en la mente y en el corazón de los jóvenes venezolanos. Ellos necesitan retroalimentarse del espacio geográfico en el que viven, que les ayude a rescatar la identidad cultural, la conciencia ecológica y el interés colectivo por encima del individualismo. En tal sentido, la proactiva Resolución 058, la democrática Consulta Nacional por la Calidad Educativa y finalmente la gran restructuración académica del Currículo Nacional Bolivariano, son el trío de armas pacificas, pedagógicas y conservacionistas, para que los muchachos no sigan cayendo en los antivalores que defienden sus progenitores.
No existen los días buenos y los días malos. Cada día es una maravillosa oportunidad de autodescubrirnos y ser mejores personas. El problema es que vivimos condicionados a una serie de supersticiones y creencias que van carcomiendo las horas, los minutos y los segundos del tiempo, para que cuando despertemos y veamos la realidad real del Mundo, ya estemos enterrados cuatro metros bajo tierra. Llora lo que tengas que llorar, y perdona lo que tengas que perdonar. El sabio lo piensa y el valiente lo hace. No dejes que el carbón de fuego te queme por dentro, como hace años lo hizo conmigo. Recuerda que nadie cura a nadie, porque el cambio inicia por dentro. Si tú te atreves a cambiar, seguro que tu familia también se lo pensará dos veces, y luego con un poco de viento a favor, se sumarán los vecinos, los amigos y los colegas, que ya no dudarán en amparar el sentido de pertenencia que habita en la revolucionaria patria ecosocialista.
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