De ordinario, las mesas son altas y las sillas son bajas, relativamente, para los niños muy chicos, así que tú debes ponerle uno y otro cojín para que él o ella pueda comer más o menos cómodo en la mesa de los grandes.
Pare de contar cosas que están en casa pero que no fueron diseñadas para los bajitos sino para los altos de estatura, porque, decir grande es un decir para con alguien que no piense en los niños.
Y, más vale que llegado el 25 de Diciembre, todavía el muchacho no haya roto el juguete que el tal Santa Claus le regaló el día anterior, porque ahí, en tal caso de haber ocurrido, sí que se forma el tremendo peo y entonces el ique-dizque- abnegado padre empieza a sacar cuentas y a regañar al bebé, en vez de felicitarlo, porque a decir verdad, la mayor demostración de inteligencia que un niño puede revelar es que rompa sus juguetes para ver de qué están hechos.
Ah, eso no es todo, mucha gente suele hablarle a los niños, desde su altura física, en vez de agacharse y nivelar la relación para que no intimide, pero peor, regaña sin razón, a los niños, en vez de cargarlos o acaso agacharse a tratar de comprenderlos, desde su misma altura.
Yo pienso que para un mocoso no hay mejor aporte que recrearlo en la ternura y en la comprensión de sus necesidades porque eso fortalece su personalidad, y nada mejor que poner el mundo en su perspectiva.
Dicho de otro modo, la tarea fundamental del socialismo bolivariano y chavista, es poner el mundo en la perspectiva de los niños, para que éstos sean felices como los pajaritos que vuelan por encima de las más altas montañas.
El objetivo de formar a un mocoso es que éste sea feliz, no otro.