Hemos leído recientemente la siguiente noticia: “La Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EEUU está recolectando un gran número de fotos de personas de las redes, que interceptan a través de sus operaciones mundiales de vigilancia, para usarlas en sofisticados programas de reconocimiento facial”.
Detrás de esta ¿noticia?, ¿paranoia?, se encuentran dos grandes industrias: la del terrorismo del miedo y el complejo militar industrial de Estados Unidos.
Estados Unidos y algunos países del “primer mundo” van camino –sin duda en pocos años– a convertirse en una sociedad distópica: Estado autoritario, fascista, manipulador, mentiroso, con control absoluto de la sociedad, de la vida privada del individuo y sus familiares (correos, llamadas, gastos de tarjetas de créditos, etc.), sin ética, sin respeto a los derechos humanos.
Continúa la noticia: “La agencia puede determinar si un sospechoso cuya fotografía o video ha sacado de un chat, tiene un pasaporte válido o averiguar si los informantes han dicho algo acerca de esa persona. Incluso puede detectar cambios sutiles de la apariencia, como la barba o el bigote, y vincular fotos a información de satélites para localizar a alguien”.
Una sociedad que está a punto de que la autoridad pueda poner entre rejas a un ¿ciudadano? con el siguiente argumento: ¡Alto allí!, con esa cara, es culpable hasta que me demuestre lo contrario.
Se está sometiendo al mundo a una vigilancia electrónica global: equipos para hogares y teléfonos personales con GPS, con cámaras y micrófonos asociados a Internet.
Satélites espía, drones militares controlados, manejados por soldados utilizando los teléfonos inteligentes o consola de videojuegos, estamos inmersos en una cultura que prepara a la sociedad para la distopía.
Mientras, la oligarquía monta en Facebook una foto mostrando sus rodillas en la Casa Blanca.
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