Petróleo, ecología y guerras

Los glaciares en Venezuela podrían desaparecer en 2020 debido al calentamiento global, provocado por el incremento de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. El petróleo es una de las principales fuentes emisoras de CO2. El petróleo no es una maldición. El problema es el modelo petrolero.

El hielo del Ártico se derrite y deja al descubierto el permafrost (El permafrost es la vegetación que se congeló durante, o hasta, la última edad de hielo, hace unos 20.000 años, y que se encuentra entre 0 y 6 m de profundidad. Este permafrost ocupa cerca del 16% de la superficie terrestre del planeta y contiene nada menos que 1,672 billones de toneladas de carbono, una cantidad similar a todo el carbono contenido actualmente en la atmósfera), que libera metano y en la medida que las exploraciones avanzan, se va encontrando petróleo. “Durante las tres últimas décadas de exploración de petróleo en el Ártico se han encontrado más de 200.000 millones de barriles de petróleo”. “Se estima que todavía hay 114.000 millones de barriles de petróleo no descubiertos y 56 billones de metros cúbicos de gas natural”... “Si estas estimaciones son correctas, las reservas de petróleo del Ártico equivaldrían a una quinta parte de todo el petróleo no descubierto en el mundo”. El metano es más contaminante que el CO2 del petróleo. Una tonelada de metano en la atmósfera equivale a 21 toneladas de CO2. Este tema (la gravedad que representan las emisiones de metano provenientes del permafrost) no se viene debatiendo en las conferencias sobre el clima. Sin embargo, como lo acabamos de señalar, el metano es aún más peligroso que el CO2.

La Antártida también se derrite; lo mismo Groenlandia, cuyo hielo afecta a la Corriente del Golfo (que por ser una corriente cálida, al pasar frente al borde occidental de Europa, hacía más benigno el clima de varios países) y la existencia de los Estados insulares y otros como Bangladesh, cuyos habitantes ante la generalizada indiferencia, se van convirtiendo en refugiados climáticos, los apátridas del siglo XXI.

En Perú asistimos al derretimiento de los glaciares, lo cual ha implicado inundaciones y presagia graves sequías y el agotamiento de las aguas que consume la población. La sed y sus consecuencias, irá cubriendo a ese país hermano.

La OTAN incluyó en las amenazas a la seguridad mundial, los temas ambientales. En correspondencia, el Consejo de Seguridad de la ONU trata de apropiarse de este tema, que es propio de la Asamblea General, con el propósito de sustraerlo del debate de los 193 Estados Miembros de la ONU. Secuestrar el tema ambiental de esta manera sólo conviene a los intereses de las grandes potencias y en especial, a EEUU. Sólo conviene a los que quieren resolver el desastre ecológico que están provocando mediante la violencia y la guerra.

Quizás puedan despertar cuando se enteren que la mismísima ciudad de Nueva York podría quedar cubierta por las aguas, pero para ese momento puede ser tarde. Los Estados Insulares podrían estar desapareciendo y millones de personas a través del planeta, estarían deambulando como apátridas y refugiados climáticos ¿A dónde irán si algunas previsiones científicas establecen que es probable que las zonas habitables se vayan reduciendo a los alrededores de las zonas polares?

El desastre ambiental estará acompañado de más guerras y violencia. De más desierto de la tierra y del alma humana. El maltusianismo y las visiones fascistas serán la plataforma de una visión cada vez más racista, excluyente y violadora no sólo de los derechos humanos sino de los derechos de la madre tierra, esa que amorosamente nos suministra los bienes comunes para el disfrute de la humanidad toda, pero que vienen siendo expropiados y destruidos por una minoría que no tiene límites para saciar su ambición geocida, biocida, genocida, matricida y suicida. Sólo la unión de todos los que amamos a la humanidad y al planeta puede detener ese proceso. La actual polarización en el mundo y en Venezuela debe replantearse mediante la unión de todos los que defendemos a la humanidad, a la naturaleza y el planeta, frente a los que lo están destruyendo.

La actual concentración de CO2 en la atmósfera es de alrededor de 390 partes por millón (ppm). Para tratar de impedir el desastre climático debería reducirse urgentemente a 350ppm. Ello implicaría una modificación sustancial de los patrones de consumo y producción (incluidos los de nuestro país). Pero eso requiere una revolución mundial. Lo que implica, entre otros asuntos, derrotar la estrategia imperial de guerra permanente, sobre lo que he hablado en otro momento. Es decir, imponer la paz como la posibilidad que tienen los pueblos para prosperar y fundar una nueva civilización que derrote los fundamentos de la actual civilización basada en el egoísmo, la competencia como guerra de todos contra todos, la multiplicación de la acumulación de ganancias a costa de la humanidad y el planeta. El siglo XXI debe ser el siglo de la paz que abra un camino diferente el del siglo XX, que fue el siglo de las guerras.

Esa revolución mundial no excluye reformas urgentes ¿Podrán unirse los pueblos para imponer esas reformas? ¿Podrán las próximas conferencias sobre el clima la número 20 (en Lima, Perú, diciembre de 2014) y la número 21 (en París, Francia, diciembre de 2015) abrirse al sentimiento de los pueblos, a las vibraciones de la naturaleza que claman por la vida de los humildes animales que están muriendo y de las especies que están siendo destruidas sin haber sido siquiera conocidas? ¿Podrán oír los gritos de los ecosistemas (de los que formamos parte los seres humanos), que claman por el derecho a la vida en paz y prosperidad, para que todos podamos vivir sin guerras ni violencia? ¿Podrán los organizadores y participantes en la PRECOP que se realizará en Caracas, en octubre de 2014) contribuir en la elaboración de esa plataforma de lucha, unificadora y movilizadora de los pueblos?

El objetivo de las grandes potencias fue dejar de lado el Protocolo de Kioto, que regulaba las emisiones de CO2. Lo lograron en Suráfrica 2011. Un día se podrá establecer las responsabilidades de este fracaso y cómo las grandes potencias impusieron sus intereses, contrarios a los intereses de la humanidad. No habrá nuevas regulaciones obligatorias hasta la conferencia sobre el clima que se realizará en París, 2015, pero no entrarán en vigencia hasta 2020. Entre tanto, la humanidad y el planeta continuarán deteriorándose mientras se incrementan las ganancias de las grades empresas responsables del cambio climático y la muerte de la naturaleza.

Quiero enfatizar en algo que ya señalé: hay dos eventos internacionales en desarrollo, que comprometen seriamente a Venezuela y a la región latinocaribeña. La conferencia inmediata sobre el clima (la COP20), que se realizará en Lima en diciembre de 2014, y la conferencia preparatoria (PRECOP) que se realizará en octubre de 2014 en Caracas. Venezuela y nuestra región pueden influir en el desenlace final que tendrá lugar en París, 2015, en la COP21.

La Faja Petrolífera del Orinoco compromete los humedales de Monagas y la Plataforma Deltana, de una gran importancia ecológica y social, no sólo para Venezuela sino para nuestra región, sobre lo que no estamos bien informados. Nuestros glaciares andinos desaparecerán sin que tampoco estemos bien informados sobre las consecuencias. La defensa de la vida y todas las formas de vida es el Objetivo V del Plan de la Patria. Hay una interconexión entre ese objetivo y la multiplicación de las unidades de producción y propiedad social ecológicamente sustentables como camino hacia una sociedad comunal garante de la vida, profundamente democrática y afincada en el respeto a los ecosistemas. Todo el que comparta este camino, que es diverso y plural, debe unirse. Chavista o no chavista debe convertirse en un solo pueblo.


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Julio Escalona


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