Sin paz no es posible adelantar los desarrollos democráticos, pero así son las cosas, que la historia va tumbando conceptos y creando otros nuevos y tanto es así que por ejemplo ya la idea clásica de verdad no sirve para que el periodismo informe al pueblo, algunas rimbombantes publicaciones del periódico y etcétera han devenido en una cagada por el uso indebido del concepto.
Hoy, la información debe tener que ver no solamente con la verdad sino con la ética del pueblo; aquí en Venezuela estamos en revolución, lo que revela que hay movimiento de fondo; aunque se oculte, el Sol no deja de alumbrar, lo que pasa es que para algunos es de noche y para otros es de día, pero todos debemos asumir la verdad del Sol porque esa es una tronco´e verdad tal que nadie la puede opacar con un dedo; además, como dijo Walter, que la Tierra anda dando vueltas en pleno desarrollo, y el pueblo cree en Walter porque él es un periodista de tamaño prestigio, nada menos que el Nº 1 en su renglón internacional en habla hispana; y, si en consecuencia nada está inmóvil sobre la faz de la Tierra, tampoco pueden medirse las distancias exactas entre los objetos o entre los fenómenos (sociales, en el caso que atañe) e inclusive, no es exacto el tiempo medido entre uno y otro acontecimiento. Tal vez lo más que podemos hacer es medir aproximadamente como un objeto se mueve con respecto a otro, por eso para hablar de revolución tenemos que cotejar con lo que es contrarrevolución.
Es triste y lamentable presenciar como la inmoralidad de muchos editores putea el ejercicio de los periodistas y, en consecuencia, del periodismo, ya un periódico es una amenaza para los niños porque, puesto que estuvo de fuente para que los muchachos investigaran, ahora no les puede servir de tal porque pervierte la definición de la realidad, hoy en día el periódico no sirve más que de insumo para poner un fax cuando apremie el momento y haya que, en caso de urgencia, romper el vidrio.
La prensa sedicente a la que me he referido, atiza inescrupulosamente la confrontación fratricida para que haya un Guaire Rojo pero a este pueblo ya no le quedan lágrimas, de tanto sufrimiento; lo que queremos es paz y amor responsable, coexistir en armonía alegremente pese a tantas pesadas dificultades; nosotros hemos entendido que la tristeza es inútil puesto que ésta tiene que ver con los estados de ánimo y, en consecuencia, con la moral de combate. Si nosotros entrompamos tristes al combate, nuestra moral decae y de ahí al fracaso hay apenas un pasito.
El hartazgo de malas noticias pone triste al más pintao, cualquiera que no tenga temple revolucionario se afloja y se echa las bolas al hombro, por eso el enemigo imperial hace de sus informaciones un río de guate y lo lanza contra nosotros.
Los periodistas que hacen potable la información y los medios de que se valen son poquísimos respecto al grueso; a esos, vaya el respeto del pueblo venezolano, juntos triunfaremos, seguro que vamos a darle una patada en el culo a la sinvergüenzura.
Tanta insistencia en la maldad podría devenir no en un Guaire Rojo sino en un Danubio Azul; pero, ni una cosa ni otra, hay que hilar fino y con butría para afianzarnos en una paz sustentable para todos; hay que dejar el pellejo en esta batalla revolucionaria por la paz pero evitar a toda costa que la sangre llegue al río.
No a la paz de los cementerios, tampoco asumimos la paz y el amor libre de Woodstock.
La Paz y el Amor que el pueblo venezolano proclama son de carácter muy responsable, no a lo loco; el pueblo quiere ir a la bodeguita de la esquina y comprar un paquetico de café sin que Don Chopolopo de la Hostia -así se entienda- lo acapare en función de la vil guerra económica que es atizada desde el periódico, a destajo del centro internacional de guerra.