Del Incentivo y el Ejemplo

Ése es el combustible más poderoso de toda la historia

y de todos los lugares: el amor, la fe, la hermandad.”

Comandante Chávez.

 

Está ahí, astuto, sereno, vigilante. Juega sus mejores piezas como si fuera el gran estadista, y lo hace con la paciencia de un ajedrecista. Nos ve, nos vigila, y cuando menos lo esperamos nos golpea. Nos golpea y no nos duele de inmediato. Nos encadena y castra poco a poco, condicionando nuestra acción, supeditando nuestros intereses a los suyos, robándonos cultura, ganas y corazón. Está ahí, aun y cuando su nombre, imperialismo, nos suena hoy a burla, chantaje, y lo asumimos desprovisto de valor, de maldad.

Su acción “inteligente” nos ahoga, nos confunde. Durante un año ha desprovisto al pueblo de sus insumos básicos, ha intentado sumirnos en nuevas dependencias, sigue buscando crear riñas intestinales, vapulea al líder y a su entorno, genera matrices falsas de opinión, mata al pueblo e intenta imponer el caos, y cuando menos (o más), se sienta en tu casa a predicar, a nítidos colores, en grandes pantallas, cual mago, omnipresente, omnipotente, su palabra de “verdad”.

Y algo ha logrado… el imperialismo ha creado incertidumbre. Ha hecho dudar de la palabra del líder y, como si fuera poco, ha hecho dudar al pueblo del pueblo, es decir, de sí mismo y de sus poderes creadores, supremos, irrefutables, intransferibles. Y esta duda, que no es un hecho acabado y definitorio, nos debe llamar a la más profunda reflexión y a la más inmediata acción.

Es esta una batalla de impresionante envergadura, en la que por sobre todas las cosas, hay que contar con el pueblo para ganarla, para abatir al enemigo. De ahí que el tiempo histórico nos demande de la mayor de las flexibilidades, para convocar con el ejemplo e incentivar con la palabra contenida en el sueño, en la esperanza, en la certeza de que un mundo mejor es posible.

La profunda reflexión de la que hablaba más arriba tiene que estar orientada a convocar la fe de los pueblos, la esperanza de la victoria popular. La reflexión tiene que guiar a la acción según el principio ideológico de la revolución, según el plan de la patria, según el legado de Chávez. El discurso no puede seguir siendo justificación del hoy en cuanto al pasado, no, el discurso tiene que ser una motivación de lucha y producción en cuanto al futuro.

La inmediata acción no puede estar signada sino por la querencia del pueblo, por las añoranzas de las mayorías, por los sueños contenidos en los corazones de los niños del campo, del barrio, de las veredas trabajadoras. Pero esta acción, que está concebida por y para el pueblo, debe estar acometida, principalmente y en la primera línea, por los y las líderes del pueblo, de las comunidades. Nada hace hoy un líder si se conforma con la profunda reflexión. La reflexión no es sino un motor de arranque para la acción transformadora, ejemplificante, edificadora de la fe en el hombre y la mujer nueva, de la certeza de que el futuro siempre podrá ser mejor si es en revolución, si es en socialismo.

No podemos pensar que es mucho lo que hemos hecho, es hora de enfocarse en lo mucho que hay por hacer. Y sobre todo, hay que transmitir que lo que hay por hacer, solo podrá concretarse en la medida de las posibilidades revolucionarias. Es decir, sin revolución no hay futuro. Esto último no puede asumirse como una consigna, sino como una certeza comprobada por la historia. Sin revolución, no hay victoria popular.

Salgamos, entonces, a predicar la palabra, el pensamiento político, el principio ideológico; salgamos a predicar con ejemplo y acción, salgamos a construir el futuro que soñamos, a asumir las grandes tareas productivas que la patria y la revolución exigen, demandan.

 

Un dirigente tiene que dar el ejemplo, de lo contrario no lo es, no es líder.”

Comandante Chávez.

 



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Francisco Ojeda


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