Christian Farías
El pasado 11 de julio de 2014, siendo aproximadamente las 8:00 de la mañana, murió El Flaco Prada en la ciudad de Trujillo, con 80 años de vida encima de su cuerpo y de su alma. A las 8:38 am quedó grabado en mi celular el mensaje enviado por la camarada Carmen, esposa de mi gran amigo Antonio La Cruz: “lamentable noticia: se fue al cielo nuestro amado Flaco, el comandante Arauca”. Inmediatamente, escribí y puse a circular en mi celular: “Acaba de morir El Flaco Prada, gran hombre de integridad moral a toda prueba en la lucha por la independencia y el socialismo de Nuestra América”. Elevado al cielo o sembrado en su tierra natal, El Flaco seguirá siendo eso que dijo Carmen: nuestro amado flaco. Y cuando todos los hombres y mujeres, integrantes de un movimiento revolucionario, coincidimos en el amor hacia un dirigente es porque ese dirigente ha sido merecedor de ese grande, firme y auténtico amor que es el amor de los revolucionarios y las revolucionarias.
Conocí a Francisco Prada en una reunión clandestina, por supuesto, realizada no sé exactamente si en el año 1975 ó 1976 en un lugar desconocido aún para mí. Tenía yo 3 ó 4 años de militancia en el Partido de la Revolución Venezolana, PRV, al cual había ingresado en marzo de 1972 a través de Douglas Zavala y Antonio La Cruz, que estudiaban en la Escuela Técnica Industrial de Valencia. Yo estudiaba tercer año de bachillerato en el liceo Pedro Gual, donde un año antes ya había escuchado la música de Alí Primera, Xulio Formoso y Joan Manuel Serrat. Esta música la traía Marcos Covarrubia, un flaco militante del Movimiento Al Socialismo, MAS, y líder estudiantil del Pedro Gual, junto con Francisco Torrealba y José Rafael Pérez Castillo. De manera que mi primer contacto con El Flaco ocurrió cuando yo tenía 18 ó 19 años de edad y ejercía funciones de dirección regional en el PRV clandestino y en su expresión legal, el recién creado Movimiento Político RUPTURA.
Recuerdo de esa reunión a un Francisco Prada, efectivamente flaco, melenudo y barbudo; muy ágil y dinámico, con gran entusiasmo, firmeza y sentido profundo en el hablar. Dirigió la reunión durante dos días, portando su armamento de comandante guerrillero y custodiado por otros camaradas que cubrían sus rostros con capuchas y sombreros en sus cabezas. Recuerdo también que antes de esa reunión, los camaradas de la dirección distrital del partido, nos habían traído un casette con un discurso del flaco, por lo cual su voz y su tono sentencioso ya me resultaban familiar.
Luego, en el año 1979, nos encontramos en la célebre reunión del Comité Central ampliado del PRV, realizada en un lugar montañoso del estado Barinas. Allí se expresó el nuevo estado anímico, emocional, político y organizativo que estremecía al PRV-RUPTURA de ese entonces. El debate en torno a temas cruciales como la continuidad o no de la organización y la lucha clandestina, su combinación con la lucha legal, la orientación organizativa del Movimiento Político RUPTURA, la ratificación de la línea estratégica de lucha armada, balance de los resultados del Viraje Táctico de 1969 y la implementación de la Nueva Línea Táctica, la relación del movimiento de masas y el aparato clandestino, etc. Allí estaba el flaco, con sus análisis y razonamientos apoyados siempre en la historia, la visión estratégica, la firmeza moral, la rectitud ética, la disposición al sacrificio y una fe inquebrantable en el pueblo.
Como resultado de esa histórica reunión, el PRV pasa a una ofensiva política de calle con sus cuadros principales al frente. Ese mismo año 1979, aparece Douglas en un acto de masas en Coro, cuyos resultados fueron altamente positivos. Rafael Poleo lo reseña en su revista Resumen, reconociendo las cualidades del liderazgo político revolucionario de Douglas Bravo, su carisma y capacidad para entusiasmar a un sector importante del pueblo venezolano. El Flaco se instala en Carabobo y comenzamos a trabajar en la preparación del acto de masas realizado en la plaza Sta Rosa de Valencia, donde presentamos nuevamente a Douglas. De allí seguimos trabajando juntos día y noche durante varios años, hasta que se genera la nueva crisis interna del PRV del año 1983.
En 1992, la DISIP detiene a Douglas Bravo y a Francisco Prada, en el marco de la represión política desatada después del alzamiento militar encabezado por Hugo Chávez. En Valencia, el camarada Juan Pablo Gil y yo, custodiados por Félix y Eladimir, salimos a pintar con spray paredes de la ciudad pidiendo la libertad de Prada y Douglas. La policía nos detiene en la avenida Las Ferias y pasamos la noche y el medio día siguiente en la DISIP donde quedamos reseñados como subversivos del PRV. Ese fue el precio de nuestro deber de lealtad y solidaridad inmediata con nuestros dos jefes principales. Esa experiencia, vivida en mi condición de egresado de la UC y en proceso de graduación, lejos de amilanarme me unió más al liderazgo del Flaco y de Douglas, así como al proyecto político del PRV-RUPTURA- TERCER CAMINO de esa época. Ya veníamos trabajando en la edición del periódico “Tercer Camino”, junto con Juancho Barreto, Francisco Ferrer, Tarek William Saab, Francisco Elías, el hijo el Flaco, Rafael González Lale y otros camaradas.
He querido recordar estas partes de toda la historia política, organizativa, afectiva y de profunda amistad personal que me une al flaco Prada, para significar con ella el sentido profundo del amor revolucionario entre “camaradas de verdad verdad”, como él acostumbraba a decir. Para testimoniar un tributo que, con humildad sincera, deseo fijar de manera escrita como una manera de honrar su memoria y su presencia eterna en nuestro quehacer político.
Finalmente, en esta breve nota, quiero expresar que su lealtad y respeto frente a la condición humana, su sencillez y austeridad campesina y quijotesca, su entereza para enfrentar las dificultades, su sentido excelso y sagrado para cumplir con sus responsabilidades, su humildad para escuchar al otro y su irreverencia y rebeldía para defender la verdad y la justicia, su condición moral a toda prueba, íntegra e irreductible, en el más pleno ejercicio de su vida revolucionaria, convicto y confeso hasta morir, tal como efectivamente lo hemos presenciado, hacen del Flaco un hombre nuevo, un revolucionario integral, un hombre excepcional que fraguó en su ser más profundo e irreductible la inevitable distancia respecto al devaluado ámbito de la dirigencia corrompida de la política venezolana. Por eso lo amamos y lo amaremos siempre, porque es otro latinoamericano de los más fuertes de todos -como decía Bertolt Brecht- de los que luchan toda la vida y por eso son indispensables; como un sol radiante y enérgico –decimos nosotros- en esa línea justa de la irreductible condición de luchar hasta vencer. Como Argimiro, como Fabricio, como Alí, así sembramos a Prada, para que la Dignidad siga imperturbable.