La desnaturalización como fenómeno en Venezuela

Pienso que si pudiera enumerar todas las cosas sujetas a desnaturalización -y solo en Venezuela-, obtendría un listado tan incontable que pudiera escapar ello, incluso, a la comprensión humana. Y donde la conclusión, a la que pudiera arribar sería, que somos una constante y perpetua desnaturalización… Basta que se trate de trastornar las propiedades de algo; de deshonrar algo, para que estemos allí prestos a realizarlo, si con ello obtenemos por supuesto una ganancia generalmente fraudulenta para beneficio propio o de un tercero, pero en desgraciado desmedro de nuestro país.

Y eso es un fenómeno, porque se nos hace presente y lo percibimos, y que, parece además que aceptamos, no a regañadientes, sino con incivil jolgorio y verosímil convicción. Por lo que bastaría que investiguemos, con voluntad cristalina, qué hemos hecho a través de nuestra historia, para que todo haya sido así, y qué podríamos hacer (si es que acaso, pudiéramos) para desvirtuar semejante voluntad de desvirtuarlo todo.

Por tanto no habría que apartar, que a primera vista, y siendo inhábil de alcanzar la naturaleza de las cosas mismas, de la cosa en sí, el conocimiento es una posibilidad, tan solo humana, ligado así a formas intelectuales humanas. Pero esa aparente incapacidad del conocimiento hace resaltar, de inmediato un sinsentido, que engendra, a renglón seguido, estas preguntas: ¿tendría sentido el conocimiento con el que opera semejante opinión, y las posibilidades mismas que considera, si la lógica, es abandonada en tal relativismo? ¿Acaso la verdad de que hay tales o cuales contingencias, implícitamente no supone la validez absoluta del principio de contradicción, según el cual, una verdad excluye la verdad de la proposición contradictoria?

La posibilidad del conocimiento se convierte así entonces en un enigma generalizado. ¿Debo decir, por tanto, que lo único que puedo conocer es que yo existo, y que fuera de mí, lo que hay es fenómeno que se diluye solo en nexos fenoménicos, sin que trasciendan mis vivencias? ¿Es que acaso, lo que puede ser conocido objetivamente, no se puede explicar racionalmente, sino por medio de ficciones atinentes a la psicología: naturaleza humana, costumbres, etcétera?

No perdamos tampoco hoy de vista, que en la Venezuela revolucionaria, la Revolución no es una maga, y que, solo puede crear con el material disponible, y según las leyes naturales de aquello que, constituye lo más importante, pero con lo que permanece, en algo que cambia. Y que conviene también no dejar de considerar, que el signo de la gran inteligencia, es anticiparse al tiempo. Y la Revolución debe y tiene que ser inteligente para poder aspirar cambiar la realidad.

Es por eso que decía anteriormente que debíamos investigar, con diáfana voluntad, qué hemos hecho a través de nuestra historia, para que todo haya sido así, y qué pudiéramos hacer, para rectificarlo, perfeccionando los actos o el proceder. Y que tal investigación se constituya, por supuesto, en hacer historia analítica sobre la simple historia, pero reducida esa simple historia a los grandes hechos cruciales, que diseccionados, nos servirán de lupa para deslastrarnos de lo mediocre y cotidiano, y no a los hechos secundarios, a los meramente anecdóticos, a ellos, que son los que generan los desquiciadores subjetivismos que hacen (o que quizás hacen), que todo lo desnaturalicemos. Y lo peor es que la alternativa a la Revolución encajará en la desnaturalización, porque ya la ha vivido sostenidamente, lo que en un tiempo indefinido, llamaría de nuevo a la revolución.

Es la dialéctica, que indudablemente goza en la realidad pensada, y que por ello mismo se conoce. Sería bueno incluso que en los simoncitos pusiéramos hoy a jugar a nuestros nuevos republicanos y republicanas, con esto, a ver si algún día detenemos la pulsión nacional a la infinita desnaturalización.


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Raúl Betancourt López


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