El Presidente Nicolás Maduro, en cadena nacional, presentó al país el nuevo diseño de la estructura gubernamental, que, con antelación, venía anunciando con el sugestivo nombre del sacudón, y que en las primeras de cambio, de acuerdo con las reacciones que ha suscitado, dejó claro y sin vistas a más de uno; a diversos sectores, tanto de la oposición como, incluso, a algunos relacionados con el chavismo, que esperaban, desde sus distintas ópticas, que los anuncios estuviesen orientados, básicamente, al área económica más a que a lo político como terminó resultando. Es decir, el sacudón del Presidente produjo unos efectos que luce pertinente precisar.
En el campo opositor-empresarial
Sectores políticos opositores y empresariales, incluyendo los sempiternos sesudos analistas, desde hace varios meses, han venido tratando de posesionar, apoyados en la amplia plataforma mediática que tienen a su disposición, la matriz de que el país está sumergido en una profunda crisis económica como consecuencia de las desacertadas políticas que en ese ámbito ha venido desarrollando el gobierno bolivariano; desaciertos, que, según los oráculos de la oposición, estuvieron presentes desde los primeros años con la conducción del Comandante Chávez y que, ahora, con Maduro, sencillamente, se han acentuado.
Aunque es evidente que algunos de estos sesudos analistas, taimadamente, han pretendido excluir a Chávez, de cualquier responsabilidad, partiendo de la alta consideración e identificación que mantiene el pueblo venezolano con el líder histórico del Proyecto Bolivariano. El peso de la carga se le pretende atribuir a Nicolás Maduro.
En este sentido, se aduce que el control de cambio, si bien pudo haberse justificado en un primer momento, cuando se instrumentó, a estas alturas, resulta totalmente contraproducente, pues, se ha convertido en un factor distorsionante de las relaciones económicas, producto de la discrecionalidad y liviandad de los funcionarios encargados de administrar las divisas, obstaculizando, de esta manera, el acceso a las mismas, y, por tanto, la importación oportuna de productos de consumo, de bienes de capital o de insumos necesarios para la operatividad de las empresas, afectando la productividad y la capacidad productiva y creando una situación de escasez y de aumento de los precios de las mercancías, que conlleva, forzosamente, a la inflación incontrolada y a la avidez por el dólar paralelo.
Así como, también, arreciaron una campaña en contra de la participación del Estado en la economía y, en particular, en contra del control de precios y de la regulación de las relaciones laborales, sin dejar de manifestar la consabida preocupación por la gran inversión social que se ha venido haciendo durante el período chavista en beneficio de las grandes mayorías nacionales, pero, que, a juicio de la derecha empresarial conlleva a un despilfarro de recursos, además, de la implícita carga inflacionaria que contiene producto del excesivo circulante que pone en la calle . Es decir, en líneas generales, la derecha se lanzó de lleno en contra de los lineamientos económicos-sociales del chavismo en la idea de que al gobierno bolivariano no le quedaba otra alternativa que plegarse a la supuesta racionalidad que pregonaban los más altos voceros del empresariado representado en FEDECÁMARAS y en los grandes monopolios.
En dos platos, esperaban que el sacudón de Maduro estuviese dirigido a eliminar el control de cambio, a liberar los precios, a reducir las Misiones Sociales, a flexibilizar la Ley del Trabajo, a reprivatizar algunas empresas y servicios, e incluso, a que se concertaran nuevas relaciones con el FMI; aspiraban lograr algo así como la deposición del Proyecto Bolivariano y Chavista, que, por supuesto, no han podido alcanzar por la vía de la derrota política, pero que ahora pretendían a través de la celada que han venido montando con la guerra económica y la manipulación mediática y psicológica. Pensaron que Nicolás Maduro y la dirección revolucionaria estaban desorientados, dispuestos a escuchar los cantos de sirena que le venían mostrando en la reciente tormentosa travesía.
En sectores del chavismo
Igualmente, en sectores vinculados, de alguna forma u otra, al chavismo, también causó su efecto los nuevos lineamientos señalados para el funcionamiento y operatividad del gobierno y del Estado. No han terminado de entender lo que reiteradamente ha planteado Nicolás Maduro, como conductor del Movimiento Chavista: que el único compromiso que tiene este gobierno es con el pueblo, que sólo a él se debe y que sólo a él se somete.
Al no entender o no asimilar este postulado, terminan, sin querer, coincidiendo de hecho, con los enemigos del proceso revolucionario, es por ello que algunos hablan de una supuesta desviación socialdemócrata y de tender a conciliar con la burguesía parasitaria; mientras otros, desde otro ángulo, plantean incluso la necesidad de la formación de un gobierno de consenso con factores de la oposición, sin comprender que esta, en su conjunto, tiene un objetivo estratégico definido, que es el de derrocar y extinguir el Proyecto Bolivariano y Chavista y que sus diferencias están situadas únicamente en el orden táctico, en el cómo alcanzar tal objetivo.
El pueblo chavista
Por el contrario, el pueblo chavista si entendió, sin mayor confusión, la nueva orientación de funcionamiento que se le va a imprimir al gobierno y al Estado en esta nueva etapa, con: las cinco Revoluciones enmarcadas en el Plan de la Patria concebido por Chávez, con las seis Vicepresidencias de áreas y con los Consejos Presidenciales de Gobierno Popular, que, a nuestro entender, constituyen un paso altamente significativo en la orientación que sustenta el proceso revolucionario venezolano de la participación y protagonismo popular a través de los Movimientos Sociales. El pueblo está llamado a hacerse, cada vez más, parte activa de la acción de gobierno; he allí el condicionante para avanzar con rumbo fijo hacia la sociedad socialista.