Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
En la televisión aparecen a diario los resultados de la lucha contra la corrupción. Listas gordas asombran por las cantidades que se llevan de un solo mordisco, los corruptos son noticia de primera plana. El contrabando es atacado con furia mediática, gandolas capturadas, pipotes de gasolina detenidos en la frontera, PDVSA intervenida, en pocos meses se ha llegado a decomisar un millón de litros de gasolina de los casi cien millones que diariamente consumimos. No hay dudas, el gobierno se mueve contra la corrupción. Pero, ¿es eficiente esta lucha o es una mera distracción de la tarea principal de la Revolución? Veamos.
La lucha contra la corrupción no es exclusiva de la Revolución, todo gobierno de la cuarta luchó contra ella, intentó controlar a los empresarios; el control de precios, de los dólares, no es invento de la Revolución. La denuncia de los corruptos fue bandera de partidos enteros, recordemos a la Causa R de Maneiro. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre la Revolución y los socialdemócratas, los socialadecos?
La respuesta es muy importante: la socialdemocracia usa la lucha contra la corrupción como una mampara que oculta y protege al verdadero mal, lucha contra los síntomas del sistema capitalista pero siempre sin lesionarlo. A la corrupción mayor, al mayor fraude, no lo ataca. Arremete contra el ladrón menor, las mafias subalternas, las colas de los supermercados, los bachaqueros, el que pasa unos litricos de gasolina, y esos logros son trofeos con el que rinde culto al corrupto mayor, al capitalismo que en vano trata de sanear, de controlar, entretanto el monstruo duerme tranquilo.
El mayor delito del capitalismo y la solución no es la que demuestra esta lucha superficial, podrida, desprestigiada. El deber, el reto de la Revolución no es poner esta lucha en el centro de sus objetivos: es acabar con el corrupto mayor, superarlo, evidenciarlo frente a la conciencia de las masas.
El mayor delito del capitalismo es de magnitud social: es culpable (y debe imputarse) por la inseguridad que emana de su ética de "guerra de todos contra todos"; es culpable del hambre, del despilfarro de los recursos sociales producto de un sistema en el que vale más un carro que un humano y un celular distrae la miseria; es culpable de construir una sociedad de enemigos en lugar de una sociedad de hermanos; es culpable de la extinción de miles de especies, del desajuste climático, de poner en peligro la vida planetaria; es culpable de una sociedad despojada de su derecho a una vida plena con cultura para todos, con relaciones amorosas, donde se viva como hermanos y el humano no sea el principal predador del humano... En resumen, es culpable de esta nosociedad, intoxicada de drogas y egoísmo, donde cada uno es prisionero de sus miedos al futuro, a salir a la calle, a saludar a sus semejantes, una sociedad fragmentada en despojos de lo que debía ser Humanidad.
Lo anterior es suficiente para que la Fiscalía, por "notitia criminis", dicte auto de detención contra el capitalismo, el Tribunal Supremo lo declare fuera de la ley de la Revolución y los gobernantes cumplan su papel, ocuparse del delito mayor.
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