En el lejano año 2000, los 189 países miembros de las Naciones Unidas acordaron un total de ocho propósitos de desarrollo humano, enmarcados dentro de los Objetivos del Milenio que proyectaban al esperanzador 2015, como el margen de tiempo idóneo para consolidar las metas fijadas, que abarcaban la lucha contra el analfabetismo, la hambruna, la violencia de género, la insalubridad, el daño ambiental y la mortalidad infantil.
Las horas, los minutos y los segundos de esas históricas promesas, se fueron consumiendo en un reloj de arena lleno de impunidad, hipocresía y codicia, que carcome el cuerpo de los más débiles, y envenena el alma de los más miserables. Dicen que las palabras se las lleva el viento hasta que los hechos demuestren lo contrario. Por eso, la Humanidad respira el aire contaminado del azulado cielo, camina sobre vidrios bañados en sangre, escucha los gritos selváticos de la motosierra, y padece los legendarios conflictos ambientales que siguen sacrificando el funesto destino de la Pachamama.
Precisamente, el séptimo objetivo del Milenio buscaba “Garantizar la sostenibilidad del Medio Ambiente”, para que la mano opresiva de la Sociedad Moderna no ponga en riesgo el agua y el pan que alimentará a las generaciones futuras de Seres Humanos. En tal sentido, se proponen cuatro grandes metas con una serie de indicadores prestos a reconocer la crisis ecológica global, y a establecer proyectos ambientales longevos que coadyuven al bienestar integral de nuestro querido planeta Tierra. A continuación, identificaremos esos utópicos desafíos conservacionistas, y los cotejaremos con la realidad holística que enfrentamos en la actualidad.
La primera meta señalaba textualmente “Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales, y reducir la pérdida de recursos del Medio Ambiente”. Sus indicadores refieren a la superficie de tierras cubiertas por bosques, a las emisiones de dióxido de carbono y al consumo de sustancias que agotan la capa de ozono.
Sin embargo, la tala indiscriminada de árboles ha alcanzado focos de deforestación masiva altamente preocupantes, que alteran el equilibrio ecológico de la Naturaleza y vulneran la semilla fértil de los verdes pastos de otrora. Basta con viajar a Paraguay, Brasil, Malasia, México, Angola, Camboya, Bolivia, Indonesia, Perú, China o Tanzania, para observar en primera fila como la expansión de la frontera agrícola, los lucrativos incendios forestales, los desmontes ilegales, los escalofriantes cultivos de productos transgénicos, los campamentos de minería ilegal, los sembradíos guerrilleros, y la extracción mafiosa de madera, viene contribuyendo a la aniquilación ambiental de los suelos. Entre soya, carne, maíz, aceite de palma, coca, malanga y algodón, vemos que la conversión de los bosques tropicales al modelo agro-productivo del siglo XXI, genera más de 1,40 gigatoneladas de carbono al año.
Cada año se pierden 13 millones de hectáreas de bosques en el negociado planeta Tierra. Si para el año 2000 la deforestación presentaba “signos de remisión”, quizás en el año 2014 la palabra “Ecocidio” se queda un poco corta ante el tamaño de la destrucción ambiental que vivimos a diario. Lo peor, es que todos somos culpables de esa triste problemática, porque la rentable maderita es la materia prima al fabricar lápices, juguetes, cunas, puertas, sillas, palillos chinos, fósforos, colgantes de ropa, y demás artículos de consumo masivo. Y la corrosiva pulpa de celulosa se esconde en cajas de cartón, revistas, periódicos, hojas de cuadernos, bolsas de papel, toallas desechables, sobres de correo y en tarjetas postales, que retratan en detalle la agonía que sufre el corazón de la Amazonía por tanto ensañamiento corporativo.
Las ramas de los árboles se quedaron sin oxígeno para purificar el aire que respiramos, y sin capas de hielo para soportar el peso del gigantesco Oso Polar. Por desgracia, las Naciones Unidas sigue sin encontrar la famosa “respuesta decisiva” para aplacar el mal de males llamado Cambio Climático. Todos sabemos que la acelerada variación del clima de la Tierra a escala regional y global, no es un cuento chino inventado por nuestros abuelos, ni responde a los aspectos meteorológicos originados por obra de la Naturaleza. Es una terrible realidad que refleja el aumento de la temperatura promedio en la atmósfera terrestre y en los océanos, debido a que las recalentadas transnacionales no se cansan de quemar combustibles fósiles acumulados en forma de gases de efecto invernadero, los cuales incluyen al metano, al dióxido de carbono y al óxido de nitrógeno.
No olvidemos que entre el período 2013-2014 se registró el mayor incremento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, en base a los últimos treinta años de medición científica, siendo un nuevo record adjudicado a la irracionalidad de los terrícolas y sus máquinas de la muerte. Las más de 35.000 millones de toneladas de CO2 que producen las calderas empresariales, elevan la polución del aire mediante el despiadado consumo energético, que obliga a quemar petróleo, carbón y gas en cantidades colosales, para satisfacer la altísima demanda de energía que la sobrepoblación humana espera convertir en transporte, vestido y alimento. Además, las emisiones del inagotable CO2 gestan la peligrosa acidificación de los océanos, afectando la biodiversidad marina que yace en las profundidades del agua salada.
Recientemente se reveló que durante el verano boreal del 2014, la capa de hielo del Ártico registró uno de sus niveles más bajos desde al año 1.979, cuando los satélites espaciales comenzaron a seguir muy de cerca toda la barbarie cometida por el salvaje Homo Sapiens. Cabe destacar, que en el mes de julio del año 2012, hubo un asombroso deshielo en Groenlandia que perdió en apenas cuatros días el 97% de su masa helada, por un atípico proceso de fusión que la convirtió en agua líquida. Ahora, se comprobó que el manto de hielo de Groenlandia se está oscureciendo por la sistemática descomposición de los suelos que produce el Calentamiento Global, y debido al aumento de la actividad microbiana y los incendios forestales.
La segunda meta expresaba lo siguiente “Haber reducido y ralentizado considerablemente la pérdida de la diversidad biológica en 2010”. Sus indicadores contemplaban las poblaciones de peces que están dentro de límites biológicos seguros, los animales en peligro de extinción, el estado de las áreas verdes protegidas y sus recursos naturales.
Es obvio que la meta no se cumplió, pero la preocupación latente sobre la voraz extinción de especies de fauna, es un tópico que va más allá de reconocer errores y quedarse de brazos cruzados. Los mamíferos, anfibios, reptiles y aves que coexisten en cada rincón del Mundo, atraviesan un verdadero calvario por tanta gente inescrupulosa que obtiene dinero ensangrentado a cambio de violentar la paz celestial de las selvas, de los bosques y de las junglas. Ni en madrigueras, cuevas o nidos, los angelitos se salvan de los traficantes de fauna exótica, de los cazadores armados con escopetas, de los ignorantes que matan en ceremonias de sacrificio, y de los esclavos contratados por las transnacionales, que disfrutan invadiendo, talando y saqueando sus ancestrales templos de vida.
No hay respeto por los derechos de los animales, ya que las leyes vigentes y los entes judiciales que castigan el delito, empiezan la investigación del crimen después que las pieles, los colmillos, las plumas, las garras y los cuernos, fueron vendidos en el clandestino mercado negro que opera de lunes a domingo bajo la inclemente luz del Sol. Es inaudito que los gobiernos de turno permitan abiertamente la compra y venta de fauna exótica, por medio del comercio electrónico que se practica en la Web. Ya sea pagando con tarjeta de crédito, débito o en efectivo, cualquier persona puede adquirir los graciosos animalitos que ofertan en la Internet, sin temor a represalias legales y desde la comodidad de sus casas, para satisfacer el perverso capricho de continuar extinguiendo especies autóctonas que jamás regresarán a sus entornos naturales.
De norte a sur y de este a oeste, puede observarse como las actividades económicas de los Seres Humanos trastocan la integridad biofísica del Medio Ambiente. Por aire, mar o tierra, la destrucción ecológica tiene en jaque a la tortuga Carey, a la ballena Azul, a la Foca Monje del Mediterráneo, a la Nutria Marina, al Pingüino Africano, al pez Napoleón, al cangrejo azul, al Manatí del Caribe, el Escamudo Oaxaqueño, al delfín rosado, a la Vaquita Marina, al pez Sierra, al tiburón blanco y a los impresionantes corales. Más de 5000 animales se hallan en peligro de extinción en el planeta Tierra. Una gran cantidad de especies marinas van a desaparecer por las enormes redes de los barcos pesqueros comerciales, y por la excesiva pesca artesanal de subsistencia.
En marzo del 2014 se informó que las pesquerías de EEUU matan a miles de especies marinas protegidas y al borde de la extinción, practicando el llamado “bycatch” o captura accesoria, devastando la vida de indefensos animales, que no tienen la culpa de los bajos instintos de los comensales norteamericanos. Más de 400.000 tiburones fueron capturados y descartados en un año de intensa actividad pesquera, que también viene asesinando a miles de tortugas marinas, mantarrayas, peces espadas, bacalaos, marsopas, focas y delfines. La invasiva pesca de arrastre es un auténtico Ecocidio que ensucia el fondo marino en pleno siglo XXI, sin regulaciones, sin prohibiciones y sin responsables del abuso.
La tercera meta pretendía “Reducir a la mitad, para 2015, la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable, y a servicios básicos de saneamiento”. Sus indicadores se ubican en el mejoramiento de la infraestructura para las poblaciones que requieren fuentes seguras del vital líquido.
Siempre que tocamos el tema del agua potable, sentimos mucho dolor por todas esas familias humildes que viven en situaciones infrahumanas y mueren por la falta del vital líquido en sus pueblos, ya que el agua es diariamente derrochada, contaminada y mercantilizada por el resto de la sociedad global. No hay política ambiental que garantice la llegada del agua a los senderos más recónditos del globo, porque la desesperación de las personas es un lucrativo negocio, una demagogia burocrática y una táctica de adoctrinamiento de masas. No somos conscientes del gran privilegio que representa el acceso al agua potable, y es por esa misma razón, que nos acostumbramos a malgastarla sin un ápice de remordimiento.
Más de 750 millones de personas NO tienen acceso al agua potable en un planeta Tierra donde siempre pagan justos por pecadores. El agua es vida para unos y guerra para otros. Mientras usted lee este artículo de opinión, la cifra de individuos sin una gota de agua va in crescendo, y no parece que la tendencia vaya a cambiar en un futuro próximo. De igual manera, se vislumbran las malas prácticas de las transnacionales, que van enturbiando los cuerpos de agua dulce y salada con la presencia de las plataformas petroleras, con la inyección de sustancias químicas en napas subterráneas, y con la acumulación de basura industrial en lagos, mares y ríos.
Queda claro que el agua es un derecho humano para quienes compran el derecho fundamental de tenerlo. Cada año se incrementa la huella hídrica mundial para la producción de bienes y servicios generados por las empresas y consumidos por los ciudadanos. La privatización del agua recorre los curules parlamentarios, los ministerios ambientales y los decretos constitucionales del Nuevo Milenio, en aras de alcanzar la mayoría de votos que financie una mayor desigualdad socio-económica y cultural. Ese desolador panorama se acrecienta con el desequilibrio climático relatado en anteriores párrafos, que produce sequías extremas en distintas latitudes del planeta por la ausencia de lluvia, lo cual se traduce en una disminución del nivel de los embalses o represas, que son los principales abastecedores del agua potable que consumimos a diario.
La cuarta meta especificaba “Haber mejorado considerablemente, en 2020, la vida de al menos 100 millones de habitantes de barrios marginales”. Sus indicadores refieren la proporción de la población urbana que vive en desidia.
Es público y notorio que la crisis ambiental global, empieza por los inconvenientes sociales que mueven al orbe. El híper consumismo de unos es la híper miseria de otros. La indiferencia entre hermanos se paga con la multiculturalidad ajena a salvaguardar el Medio Ambiente. El modelo capitalista establece un Status Quo unipolar que segrega las nociones básicas del Humanismo, engendrando la mente materialista, egoísta y monetaria. La tasa de desempleo mundial aumenta conforme el Producto Interno Bruto (PIB) rechaza un modus vivendi bajo el esquema de la multipolaridad. De allí, que el dólar paralelo se invierte en la bolsa de los más sumisos, quienes siguen presos dentro de un régimen totalitario, para no morir de sed en el desierto del Sahara.
Nadie piensa en reciclar, apagar las luces y ahorrar el agua, al NO disponer de alimento, electricidad y tuberías para recordarlo. La calidad de vida depende de la calidad del narcotráfico, del contrabando y del tráfico de órganos que se oculta frente a nosotros. Silenciar la realidad no surte el efecto deseado en los hombres y las mujeres que venden la moral y la ética para no quedarse flotando en una balsa sin horizonte congruente. Es ridículo creer que para el año 2020 los vientos soplarán a favor del altruismo, del pacifismo y de la empatía ciudadana. De hecho, la ONU se equivocó en relegar el tema del Medio Ambiente a uno de los últimos objetivos del Milenio, cuando debió haber sido el primer objetivo a tomar en cuenta, pues necesitamos de la buena salud del entorno, para combatir el resto de problemas sociales que se intentaban mitigar.
Tal vez con un poquito de Educación Ambiental, podríamos cambiar el callejón sin salida transitado por la gente común, por las multinacionales y por los organismos internacionales. Si no rescatamos el mensaje conservacionista en los pupitres, en los pizarrones y en los pasillos de los colegios, entonces los niños y adolescentes continuarán cayendo en trampas prefabricadas por las grandes élites, como la reciente Cumbre del Cambio Climático desarrollada por la ONU en septiembre del año 2014. En esos trágicos minutos de forzada oralidad ecológica, nos venden muchísima falsedad, cinismo y lágrimas que prometen un cúmulo de acciones ambientales, prestas a engañar la mente de quienes no recibieron educación ambiental en edades tempranas, para volverse inmunes a las mentiras que protagonizan los mentirosos.
En un abrir y cerrar de ojos, llegamos al epílogo del séptimo objetivo del Milenio, y el éxito ambiental de esos sagrados desafíos, podemos verificarlo con los derrames de petróleo en el Golfo de México, en el río San Juan o en las costas españolas y francesas, gracias a las plataformas, a los ductos y a los buques de British Petroleum, Pemex y Prestige. También tenemos explosivas fugas radiactivas, mortíferos cultivos transgénicos y rompedoras fracturas hidráulicas, gracias a la Central Nuclear Fukushima, a Monsanto y a Range Resources. Y por si fuera poco, estamos a punto de extinguir a las abejas, de secar las cuencas hidrográficas, y de intoxicar de acero esmaltado los suelos, gracias a la voluntad de Bayer, Coca-Cola y ArcelorMittal.
En Sudamérica, Barrick Gold descargó toda su furia minera contra los ancestrales glaciares chilenos. La empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales viene llenando de crudo oleaginoso a los ríos argentinos. Las divertidas carreras Fun Race 4x4 destruyeron parte de la hermosa Gran Sabana venezolana. La multinacional Drummond vertió toneladas de carbón en la localidad colombiana de Ciénaga. La estatal Petroecuador vive fugando hidrocarburos en las costas de Esmeraldas. El grupo Madeira Energía asfixió a once toneladas de peces en la frontera de Brasil y Bolivia. La compañía Yaguareté Porá deforestó las milenarias tierras paraguayas del pueblo ayoreo. La empresa Chinalco invadió de uranio a las explotadas comunidades peruanas. Y la finlandesa UPM encendió las llamas del fósforo en los caudalosos ríos uruguayos.
Pudimos comprobar que cuando las Naciones Unidas planteó “Garantizar la sostenibilidad del Medio Ambiente” a través del séptimo objetivo del Milenio, realmente buscaba garantizar la venta del planeta Tierra a todas las transnacionales que desean hipotecar el futuro de la Humanidad. La lista de Ecocidios sigue acelerando y no hay señal de retorno en el firmamento. Vimos que siempre se repite el mismo círculo vicioso en contra de los recursos naturales de Gaia. Nos prometen lapsos de tiempo ficticios para minimizar los enrojecidos daños ambientales, ocasionados por el nocivo proceso de industrialización del siglo XXI. Es la excusa perfecta firmada de mutuo acuerdo, para que las empresas extiendan la masacre ecológica, al tiempo que compran los bolsillos de los gobiernos, logrando que el mañana verde y silvestre nunca despierte de la pesadilla constante y sonante.
No existen luces positivas de cambio a corto ni a largo plazo. El optimismo es boicoteado por la fuerte tensión ambiental que estamos a punto de reventar. Luego que se rompa la cuerda, desconocemos cuál será la distancia sideral entre nuestro padre el Sol y su hija la Tierra. Cada vez hay más cumbres de naciones, más reuniones bilaterales y más asambleas legislativas, pero cada día hay menos conciencia ecológica en las calles, menos conservacionismo en las escuelas y menos tolerancia en los hogares. No dudamos que el futuro será tan incierto, como el destino de estas laicas palabras.
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