El sacrificio revolucionario de Robert Serra sería inútil si no lograra detener un milímetro la entrega del gobierno a los intereses de las clases dominantes. Una cosa son las olas de los sentimientos elevándose por la fuerza del temporal y otra el concepto claro y sereno de una estrategia transformadora para el cambio estructural. Al diputado más joven lo seleccionaron para asesinarlo porque la derecha comprobó en él verdaderos valores revolucionarios y su voluntad para resistir y pelear al lado del pueblo en defensa de sus principios.
La derecha no percibía en el dirigente juvenil debilidades burocráticas, éticas, reformistas, conciliadoras ni actitudes complacientes con la burguesía y la pequeña burguesía. Por eso lo mataron porque era un mal ejemplo para el perfil de la dirigencia revolucionaria. Su pensamiento recogido en la idea de “La prioridad no es la defensa de un cargo sino la irreversibilidad de la revolución” tiene una carga profunda de crítica a la conducta inapropiada de una clase política, de civiles y militares, que en vez de servir se sirve de la revolución.
Sus asesinos intelectuales pagaron a los sicarios para derribar el vuelo de su avanzada revolucionaria sobre los barrios humildes de Caracas reuniéndose con la chusma del “23 de enero” y la Pastora. No es casualidad que también hayan escogido a Otaiza para ultimarlo por ser otro revolucionario ganado para la pelea. Los operativos terroristas de los “paracos” buscan desarmar al pueblo dejándolo huérfano de sus auténticos dirigentes populares capaces de organizar la resistencia contra la oligarquía y el imperialismo.
El problema está que mientras se entierran a los revolucionarios también se llenan de divisas los bolsillos de la burguesía importadora, sigue la corrupción, el burocratismo y la economía del país marcha por el camino que va. Robert Serra predicaba el cambio estructural con verdaderas convicciones revolucionarias pero el gobierno madurista no toca la propiedad privada de los medios de producción ni con el pétalo de una rosa. No dudamos que las lágrimas de Nicolás Maduro obedezcan a un sufrimiento sincero de su alma pero si sus palabras no se concretan en un rompimiento con la burguesía sus expresiones de dolor no pasarán de ser simples golpes de pecho.
Hay otros dirigentes en el gobierno y en el PSUV, independientemente de su edad, con la madera revolucionaria de Robert Serra, quienes han logrado sobrevivir a los vicios burocráticos del poder, sin aferrarse a los beneficios de su status quo, dispuestos a resistir y no salir corriendo en las primeras de cambio. Esos son los que están en la mira de los terroristas de ultraderecha por lo que deben redoblar sus medidas de seguridad, elevar la guardia para el combate y seguir corriendo junto al pueblo todos los riesgos que haya que correr.