Un 30 de agosto de 1986 un hombre de apenas 39 años se despedía de sus amigos pidiéndoles que lo enterraran con boleros, aquellas canciones tristísimas que tanto le gustaban. Ese hombre había sido en su momento uno de los dirigentes juveniles más inteligentes, de mayor simpatía y carisma natural. A los 20 años ya era miembro de la dirección nacional del partido comunista de Colombia.
Su muerte inauguró una de las épocas más trágicas de Latinoamérica: La de los asesinatos selectivos contra miembros del Partido de la Unión Patriótica, que acabó con casi toda la generación de relevo de la izquierda colombiana.
A Leonardo Posada lo asesinaron en una calle de Barrancabermeja, y minutos después sus victimarios acudieron a rematarlo a una clínica donde llegó con signos de vida. De nada valieron los alertas que hicieron muchos militantes de la UP contra la escalada de violencia propiciada por los sectores de la derecha extrema, aliados con el narco tráfico.
Su asesinato me fue relatado en 1992 por un militante del ejercito de liberación nacional, quien me afirmó que Posada era un adelantado, un tipo con un carisma sin igual y que hubiese sido el primer presidente de izquierda que llegara al poder por vías legales en Colombia.
La muerte de Robert, me recuerda aquella conversación por las cualidades personales de Serra, su capacidad para pronunciar palabras por minuto, su lucidez para responder al instante las más complejas y comprometedoras preguntas de sus entrevistadores, y su carisma natural para vincularse al pueblo humilde.
Pero también el asesinato de este joven compatriota por esas vainas que tiene el destino, recuerda muchísimo a la de Leonardo Posada, porque esta muerte tan vil, horrenda, y cruelmente infame, puede estar inaugurando oficialmente la época de los asesinatos selectivos en Venezuela.
Sin duda que la muerte de Robert Serra, fue ejecutada por alguien que no solo conocía su rutina, sino que se la había aprendido, la cantidad de personas un total de seis que participaron en el hecho, descarta cualquier muerte por cuestiones personales, ya que en este tipo de crímenes participan por lo general un máximo de 3 personas. Para que tanta gente esté de acuerdo en un crimen de esta naturaleza es porque es una banda operando bajo un encargo de superiores.
Las características del joven diputado su vinculación con los sectores populares, su valentía, y su capacidad de agitador lo convierten en un objetivo político, para los sectores que aspiran un cambio por vías de la violencia en Venezuela.
En política no existen casualidades Serra y Otayza, eran enemigos jurados de la extrema derecha, los dos conocían y se vinculaban por diversas vías a las organizaciones de base del 23 de enero, y tenían mucho respeto dentro de los llamados sectores del chavismo más combativo.
Pero más allá del convencimiento que tenemos de que lo de nuestro camarada forma parte de un plan de muerte selectiva, debe preocupar mucho el carácter que medios de la derecha le han dado a la muerte del joven diputado, difamándolo, injuriándolo, mintiendo vergonzosamente sobre declaraciones de Serra en caso de Mónica Spear. Eso habla claramente de que la cultura de las sombras, la cultura de la muerte sin remordimiento, desde hace tiempo anida en el alma de alguno de nuestro adversarios políticos.
Cada uno de esos periódicos que esparce basura sobre un joven tan generoso que donaba parte de su sueldo a los ancianos, que se burlan del dolor sincero de mucha gente, asesinan con esa manera de entender el mundo a muchos Robert Serra.