Transformaciones agrícolas de mediano y largo plazo: Palma aceitera

Se duda por dónde empezar la limpia cuando se quiere desmalezar el conuco; algo así ocurre con el establecimiento de las prioridades en un sistema nacional agrícola que cojea de tantas patas. Posiblemente pueda resultar de utilidad una clasificación sencilla sobre las prioridades de los cultivos en Venezuela:1) Aquellos que pueden darnos respuestas tempranas, efectos casi inmediatos sobre la disponibilidad nacional de alimentos, siempre y cuando todas políticas estén bien alineadas con este propósito. Cereales, algunas hortalizas, algunas leguminosas de grano comestible, entre otros, están dentro de este taxón. 2) Por otra parte hay un grupo grande de cultivos para los cuales hay que diseñar estrategias de mediano y largo plazo; y como siempre manifestamos, esos plazos ya están corriendo. Por muy revolucionarios que nos etiquetemos, sabemos que han transcurrido 15 años, suficientes para haber resuelto en parte esos temas de largo plazo. En este grupo, el peor comportamiento productivo nacional lo tienen las oleaginosas, cuyas importaciones rondan el 80 % (cuidado si más) de la demanda nacional. ¿Por qué ha sucedido esto? ¿Y la culpa, de quién es?

Empecemos por darle responsabilidad histórica a ambos enfoques agrícolas, de la IV y de la V República. Eso ha sido así desde hace mucho tiempo. A mediados de los años ochenta quedó en evidencia que el gran poder de los grupos económicos internacionales que manejan el mercado de excedentes de soya en el mundo, estaban renuentes a permitir que Venezuela avanzara en un plan de producción de oleaginosas. Llegaron con sus datos sesgados a dar cátedra, a evidenciar que hacer esfuerzo por la producción de palma africana, era un craso error, y presentaban ensayos con animales de laboratorios donde se obtenían complicaciones cardiovasculares consecuencia de su uso. Nuestros científicos, por su parte, salvo algunos vendidos al enemigo, mostraron que las dietas que contenían mezclas de aceites, donde el aceite de palma aceitera formaba parte de mezclas hasta el 30 % del total de las grasas, eran inocuos y la respuesta animal en crecimiento, reproducción y otras variables era normal y ajustada a las conseguidas para aceites refinados de soya y otros aceites controles. Eso originó una gran resaca política, porque la gente de la soya siguió presionando para frenar el desarrollo del cultivo de la palma aceitera en Venezuela. Y lo logró. La Cuarta República aceptó las gríngolas que le pusieron las grandes transnacionales de la soya y sus derivados, y la expansión de los cultivos de oleaginosas, y en este caso, el de la palma aceitera, quedó diferida, aunque fue una política muda, sin aspavientos.

Pero, al inicio del gobierno del Comandante Eterno, parecía que se había logrado consenso para superar estas dificultades, y así, la palma aceitera estaba en las prioridades, junto a otros rubros o circuitos, que le dieron la connotación de banderas. Con Chávez en el poder, a las transnacionales les costó lograr hacerle lobby. Es así como se fija soberanamente como meta de largo plazo disponer de unas 250 mil hectáreas de palma africana, A sembrarse en diferentes áreas con potencial para el desarrollo óptimo del cultivo. Este avance luego fue truncado por voces agoreras de nuestro proceso, que relacionaban el cultivo de la palma con una realidad que no se había imaginado para Venezuela. Lo primero, se dijo que era un cultivo de plantaciones expoliador de la mano de obra campesina, pero no se le dijo al Presidente Chávez que ese no debía ser el esquema. Una nueva organización social era requerida y no la advirtieron, luego cuando aparece el desarrollo comunal como estrategia socio-política, ya el plan había sido abortado. Esa ruta revolucionaria era compatible con el orden social del modelo revolucionario que se aspiraba para el campo venezolano. Lo otro es que solo se manejó el esquema de producción de altos insumos, siendo luego una realidad los giros hacia una agricultura más amigable con el ambiente, incluso hay bastante información sobre fertilización con bio-productos foliares y sobre manejo integrado de plagas. Si esto hubiese seguido su curso, hoy dispusiésemos de 250 mil hectáreas sembradas, posiblemente con 75 % en producción, algo así como 850 mil toneladas de aceite crudo, para fortalecer la industria diversa que se da en la cadena de grasas y aceites visibles.

El Comandante Eterno viajó a países con un alto desarrollo de la producción de palma aceitera. Convino intercambios y transferencia de tecnologías. Se determinó en que lugares específicos habían semillas de variedades y de híbridos, todo parecía llevaba un rumbo adecuado, salvo que no se profundizó sobre la organización social para la producción. Chávez tenía claro el impacto del cultivo de la palma aceitera sobre el desarrollo territorial, Zulia, Trujillo, Yaracuy, Monagas y otros estados figuraban en el plan de expansión.

Finalmente, ante el acoso, el presidente Chávez bajó la guardia, se desencantó y el proyecto de palma africana se cayó al 21 % de la gran meta. En vez de 250 mil tenemos unas 54 mil hectáreas, con algunos descuidos en el manejo de campo, y con una agroindustria interesada en traer del exterior lo que consigan de aceite de palma, de girasol, soya y pare de contar. En ese lapso en que fracasó el proyecto de palma aceitera, fracasó también todo el sistema de oleaginosas en Venezuela. La pobre cenicienta que fue el ajonjolí dio sus últimos suspiros cuando comenzó a procesarse para extraer aceite virgen para el mercado asiático que lo hubiera pagado excelente, pero que nos quitaba algo muy propio de nuestra producción de oleaginosas. Hoy día, el maíz es el rubro que mejor está organizado para satisfacer una pequeña parte del mercado interno de aceites de origen nacional.

Cuando se abre el Plan Nacional de Semillas hubo de rescatarse del museo de los fracasos agrícolas, las semillas de cultivos oleaginosos que fueron abandonadas en el pasado, por falta de apoyo a su siembra; esto ocurrió con girasol especialmente. Hoy día la gente habla del maní, del algodón y otros rubros que formaron parte de este circuito como si fuesen espantos de carreteras. Pero, si algo es cierto de toda certeza, es que en el ambiente siempre ha habido gente preparada y ganada en la idea de un Plan Nacional de Oleaginosas, y por cierto hace pocos años delinearon algunas estrategias que no fueron recogidas por los burócratas de nuestro gobierno.

Este tema se ha presentado como prioridad, pero no creo que haya existido un plan coherente: soya fracasó porque fue un modelo de implantación diseñado para que fracasara, metas grandes y toda la tecnología importada. Un buen negocio para el que lo hace, dirían nuestros maestros. Palma no avanza porque Diana que puede cambiar la forma de relacionar el sector agroindustrial con el campo, no entiende de eso. Sus campos mal manejados dan cojonera. Diana prefiere seguir vinculada al modelo agro-importador. Diana importa para sí y para Polar. Diana se opone a la ampliación del cultivo de la palma aceitera. Y por si fuera poco, la capacidad nacional de extracción de aceites es muy inferior a la capacidad de refinación de aceite importado.

Por otra parte, El girasol está creciendo pero hace falta fortalecerlo con una política integral y contextualizada en un plan de mayor fuerza, no de un rubro sino de un circuito. El ajonjolí es un cultivo a todas luces doble propósito para un mundo que demanda aceites vírgenes de muy buena calidad y semillas para la confitería, ambas con un potencial para el consumo interno y la exportación inigualable. Y el maíz ha de seguir creciendo, aunque inconexo con ese plan necesario de oleaginosas.

¿Por qué no revisar lo que se tiene sobre oleaginosas? ¿Por qué no darle la connotación de un ambicioso plan de largo plazo? ¿Por qué no asustarnos ante la creciente cifra de divisas invertidas en importaciones de aceites crudos? ¿Estamos cerca de un desperdicio de 400 millones de dólares?

Recientemente un voluntariado se reunió sobre lo que sería un plan para salir del atraso ¡Aleluya! Y también algunos preocupados patriotas del 4 de febrero del 92, andan con sus carpetas, tratando de convencer a los gobiernos regionales sobre el replanteo de la siembra de palma aceitera.

¿Cuánto tiempo requerimos para borrar de nuestras mentes que las palabras grasas y aceites no significan importar?



Esta nota ha sido leída aproximadamente 11260 veces.



Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

Visite el perfil de Miguel Mora Alviárez para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Miguel Mora Alviárez

Miguel Mora Alviárez

Más artículos de este autor