Mi madre es Indígena, y mi padre canadiense francés. Crecimos con dos culturas muy diferentes, pero el único de los hijos que heredó la sangre Indígena casi pura de mi mamá fui yo, los otros se transformaron esencialmente en típicos gringos, excepto uno que salió gringo pero con corazón, voluntad, y entendimiento humanista. Este hermano, quien admiro mucho, puso en acción su sentimiento humanista al dedicar su vida a la medicina, y trabajó en misiones humanitarias en países que vivieron guerras y otros desastres humanitarios.
Bueno, entre otros contrastes y contradicciones culturales dentro de la familia, la Navidad era un asunto complejo.
Ni mi madre, ni yo, ni la madre de mi madre celebrábamos Navidad, mientras que el resto de la familia de ambos lados celebraban a-lo-gringo, es decir, con el pino de navidad, las luces, los Santa Claus, la tourtière (torta de carne, canadiense francés), el pavo, el jamón ahumado, los dulces, el ponche crema, el flan, y por supuesto, los REGALOS comprados de los comerciantes capitalistas que les habían convencido con la propaganda televisiva de que había que gastar mucho pero mucho dinero en Navidad para asegurarse que los niños y los familiares sigan felices con la vida y con la familia, por lo menos hasta la próxima Navidad.
No sé por qué, ni como ocurrió, pero mi madre, mi abuela y yo, con nuestra sangre Indígena, sabíamos y sentíamos una cosa que los otros no parecían sentir: Para nosotros, cada día es un día de festejo, de celebración, de gracias, de milagros, de maravillas, de realización, de sonrisas, de tristezas, de dificultades, de gozo, de sorpresas, de todo. Es decir, no existe un solo día que sea más, o menos, importante o significativo que cualquier otro día en el tiempo espacio del universo en su gran totalidad. Aun los días de nacimiento y de muerte, o del Año Nuevo, son simplemente otro día para gozar, agradecer, llorar, y festejar.
Por eso no celebramos cumpleaños, ni los días de la madre, del padre, de los enamorados, ni la Semana Santa, ni el Año Nuevo, etc., todos esos conceptos son básicamente, aquí en el occidente, conceptos europeos/imperialista, inventados por las elites colonialistas para controlar las mentes de sus sujetos, así dictando no solamente cuando un puede celebrar tal o tal realidad, pero también dictando y controlando, psicológicamente y comercialmente el porqué, y cómo.
Cuando Jesucristo nació, no creo que José y María tenían presente a Santa Claus, o a Rodolfo el reno, ni tampoco un pino canadiense decorado con velas. De acuerdo con el cuento cristiano. Es más, los que le trajeron regalos a Jesucristo fueron extranjeros, no familiares.
Personalmente, así como mi madre y mi abuela, celebro a Jesucristo y cualquier año nuevo cada día de mi vida, no celebro Navidad ni el 31.