Después de cumplir con los rituales tradicionales que la cultura judeocristiana ha impuesto en el último mes del año en estos tiempos de “capitalismo feroz” ya entramos en el 2015 “victorioso” que el gobierno y la revolución vehementemente han profetizado.
Para los que están en la otra acera, ya entramos al año en el que el pesimismo, impuesto por la derecha, no deja lugar a dudas de que el chavismo llegó a su fin y de una manera “inexplicable” el gobierno cae y Venezuela despierta de la terrible pesadilla en la que permanece sumida desde 1998.
Por nuestra parte, nos atrevemos a pronosticar que ni tan victorioso como cantan unos, ni tan desastroso como lo anhelan los otros.
El gobierno seguirá en su empeño de imponer la paz y la “coexistencia” de dos visiones de sociedad distintas pero que tienen 15 años conviviendo, con una “relativa preeminencia” de una sobre la otra; la derecha insistirá, a pesar de cada día contar con menos capacidad real de maniobra política, en negar al otro lado y aspirar borrar de un plumazo los últimos 15 años y sus consecuencias para la política real en la que está sumida Venezuela.
El problema no era Chávez, como desde hace mucho lo han demostrado los hechos, sino un proceso de cambios que a pesar de haberse dado de manera lenta, ha ido transfigurando todo un país que a pesar de no abrazar absolutamente la opción del Socialismo, rechaza abiertamente cualquier posibilidad de vuelta a un pasado de exclusión y de fracaso absoluto.
El chavismo se enfrenta, ahora más que nunca, a las contradicciones propias que lo obligan a ofrecer un modelo económico que se distancie del rentismo petrolero capitalista que el Orden Mundial le impuso desde principios del siglo pasado.
La derecha interna, apoyada abiertamente por el imperialismo que a pesar de sus crisis periódicas no ceja en su empeño de controlar el poder político en el país que posee la mayor reserva petrolera del mundo, persistirá por cualquier vía posible, democrática o antidemocráticamente, que le permita llegar al poder. Ya en el 2002, 2003 el chavismo vio sin tamices de lo que son capaces.
La dirigencia del chavismo no tiene otra opción distinta a la que el propio Chávez asumió durante 13 años, acercarse al pueblo y asumir los retos y desafíos apostando a ese pueblo que no tiene planteado traicionar el legado de Chávez y que no busca sino consolidar su libertad e independencia definitiva.